TILCARA (Corresponsal). Hay paisajes de entre los de nuestros cerros que incitan a la contemplación: líneas grises que sugieren profundos y lejanos huaycos, tonalidades verdes que recuerdan las lluvias del verano y sus pasturas, colores propiamente minerales y de rica información geológica, millones de años acumulados en sus pliegues, contornos sugerentes y resquicios por los que se cuela el sol para llenar el resto de colores.
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TILCARA (Corresponsal). Hay paisajes de entre los de nuestros cerros que incitan a la contemplación: líneas grises que sugieren profundos y lejanos huaycos, tonalidades verdes que recuerdan las lluvias del verano y sus pasturas, colores propiamente minerales y de rica información geológica, millones de años acumulados en sus pliegues, contornos sugerentes y resquicios por los que se cuela el sol para llenar el resto de colores.
Durante siglos, durante miles de años, fueron contemplados por nuestra gente en esa quietud de sus mañanas o en sus tardes, entre los tiempos de pastoreo, coqueando, rememorando. Fueron así parte de su propio espíritu, y enmarcaron sus explicaciones sobre qué es el mundo. Algún arqueólogo, incluso, reparó en la particular belleza que se deja ver desde los antigales, explicación acaso de sus emplazamientos.
Pero en las últimas décadas, y de manera creciente en los últimos años, aprendimos a verlos con mirada turística. Lo bello del entorno, incluso para el mismo quebradeño que escuchaba asombrado el asombro de los turistas, dejó en parte de ser lo cotidiano para empezar a ser lo maravilloso, lo digno de fotografiarse para llevarlo a tierras lejanas y compartirlo. Hoy día, y de manera abrupta, dejó de haber turistas. Con ellos, y vaya a saberse hasta cuándo, se fue una forma de mirar nuestros cerros a la que nos habíamos acostumbrado. Podría pensarse que, como una niña coqueta, los mismos cerros se habían aquerenciado ya a ser vistos como algo exótico, fantástico y fascinante. Lo más probable es que a los cerros no les haya llegado la idea de lo que es un turista. Capaz que hasta ni nos tengan en cuenta a quienes vivimos entre sus pliegues, y una mañana entre otras nos asomamos a la puerta de nuestras casas, los miramos, y nos preguntamos para qué tanta belleza si no hay turismo.
¿Para qué? Para coquear contemplándola, para verla con calma como a cosa de todos los días, agradeciendo que tenemos, en la misma puerta de nuestras casas, tal paisaje para mirarlo cada mañana y cada tarde. Quienes precisan del turismo, porque hace tiempo que volcamos en él el grueso de nuestra economía, somos las personas. Lo precisamos para que haya movimiento en nuestros negocios, para pagar los estudios de nuestros hijos, hasta para comer y comprar la ropa.
Los cerros seguirán ahí, mire quien los mire, tal como lo estuvieron aún antes que nosotros. La solución del problema, como el problema mismo, es algo que nos atañe y en lo que deberemos ocuparnos, que es mejor que preocuparnos, en cuanto se levante la cuarentena.
Los últimos turistas
TILCARA (Corresponsal). La presencia de turistas realizando compras en la zona céntrica del barrio Sumay Pacha, la tarde del viernes, generó cierta alarma entre los vecinos. Algo que hace un mes pasaría desapercibido, y que seguramente se extrañará en no mucho tiempo, en tiempos de pandemia y del temor a los contagios movilizó cantidad de consultas.
Preguntamos sobre el tema a Susana Prieto, intendenta de Maimará, quien informó que se trata de un matrimonio porteño, de una mexicana y de colombianos que se encuentran, todos ellos, desde la primera declaración de cuarentena. Dijo que pasaron por el período de aislamiento necesario y que fueron controlados clínicamente, no presentando ningún síntoma, por lo que se los autorizó a regresar a sus respectivos lugares de origen.
“Seguramente estaban haciendo compras para proveerse para el viaje”, señaló. Informó que sucedería el sábado para los de Buenos Aires y la ciudadana mexicana. En cuanto a los colombianos, explicó que se sigue tramitando el permiso, vía Cancillería, para que puedan regresar a su país.