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Contradicciones de una cuarentena interminable

Domingo, 10 de mayo de 2020 01:00

La evidente flexibilización de la cuarentena que empieza mañana responde mucho más a las urgencias económicas que a las certezas sanitarias, ya que miles de industrias y comercios volverán a operar en el país justo cuando anteayer se produjo el récord de casos desde que se desató la pandemia. Si bien la preocupación central es Buenos Aires, el jefe de Estado aceptó que provincias con muchos infectados como Chaco, Tierra del Fuego, Córdoba, Santa Fe o Río Negro pasen a una fase más avanzada de la cuarentena y queden ubicados epidemiológicamente en el mismo peldaño que Catamarca o Formosa, que no poseen ningún caso. Contradicciones de un aislamiento improvisado. 
Desde el viernes, el país quedó básicamente dividido en dos: el interior por un lado y el Amba -que concentra la mayor producción de todo el territorio- por el otro. Pese a eso, ayer se conoció que la Ciudad de Buenos Aires reabrirá librerías, perfumerías, concesionarias, jugueterías, joyerías, bicicleterías, casas de mudanzas y electrodomésticos, entre otras actividades. También se autorizaron las salidas recreativas para los niños los fines de semana. El anuncio de Horacio Rodríguez Larreta llamó poderosamente la atención, ya que doce horas antes estuvo sentado al lado del Presidente remarcando la importancia de mantener la cuarentena tal como estaba hasta el viernes. Esta vez, la pandemia económica influyó como nunca en el ablandamiento de las restricciones, ya que en muchas provincias del interior ya es casi absoluto el movimiento de personas por las calles. Tal cómo afirma el refrán “la necesidad tiene cara de hereje”. 
La detección de cientos de positivos de coronavirus en las villas y geriátricos de Buenos Aires amenazan con reproducir rápidamente la enfermedad. Lo peligroso del tema es que se trata de sectores sociales en los que el Estado tiene mucho menos presencia y posibilidades de control. Alberto Fernández hizo un anuncio que para muchos pasó desapercibido pero que tiene una grave mayúscula: el sesenta por ciento de los testeos en la villa 1-11-14 resultó positivo para coronavirus.
Según un informe de la consultora Giacobbe y Asociados, al que accedió El Tribuno, la parálisis de la actividad es tan insostenible que el mes pasado más del 64 por ciento de los encuestados afirmó que se quedó sin ingresos o que los redujo a la mitad. Otro dato a tener en cuenta que conocen perfectamente en la Casa Rosada es que los sondeos de opinión están comenzando a marcar un leve descenso en la imagen de Alberto Fernández referida a la administración de la pandemia, aunque sus números continúan por encima del 66 por ciento. ¿A qué se debe este retroceso de cinco puntos? Allí existe una combinación de factores que se conjugan entre sí. En primer lugar, la sociedad está comenzando a perderle miedo al virus y a enfocarse más en sus urgencias económicas, que no están siendo atendidas correctamente por el Gobierno nacional ni por ningún Estado provincial. Los créditos son sumamente engorrosos para obtener, el IFE dejó afuera a muchas personas que debían cobrarlo y un buen número de las empresas que solicitó ayuda para pagar los sueldos recibió una respuesta negativa. Allí aparece una gran complicación para el Gobierno: la descontrolada emisión monetaria, única herramienta que tiene el Estado para la asistencia directa, comienza a mostrar signos de agotamiento. 
“Somos concientes que seguir ilimitadamente dependiendo de la maquinita parta hacer dinero es un riesgo muy concreto de una disparada inflacionaria, por eso en mayo seguramente se bajarán los montos de emisión por el leve aumento en la recaudación”, explicó ayer un economista muy cercano al Presidente. 
Hasta ahora, el temor al coronavirus había generado un consenso tan grande en la opinión pública que había eclipsado cualquier otro factor en el análisis, pero eso está empezando a cambiar al ritmo del aumento de la pobreza y el desempleo.
En segundo lugar, el Gobierno quedó enredado en la polémica por las prisiones domiciliarias, que indignó a cerca del ochenta por ciento de la población. Allí, el Presidente tuvo una postura bastante ambigua al responsabilizar de todo a los jueces mientras se conocía públicamente que funcionarios nacionales y de la provincia de Buenos Aires habían solicitado muchas de esas excarcelaciones. En toda la pandemia, el rol de la oposición dura al Gobierno había sido prácticamente inexistente, hasta que encontró un caballito de campaña para montarse sobre él y dañar la gestión del jefe de Estado. “Es obvio que el tema de los presos afectó la imagen del Gobierno, aunque nosotros no tenemos nada que ver con el tema. El macrismo no presentó una sola propuesta superadora en casi dos meses y ahora nos quiere culpar a nosotros por los fallos irresponsables de algunos magistrados”, señaló ayer a El Tribuno un importante colaborador de Alberto Fernández que pidió reserva de su identidad.
Otro hecho que puso en juego la imagen del mandatario es la negociación de la deuda que encabezó el ministro Martín Guzmán. Allí, Fernández abrió un compás de espera hasta el lunes para que los bonistas presenten una contraoferta. Días atrás todo indicaba que Argentina se declararía en default, pero eso hoy no queda tan claro. Entrar en una cesación de pagos con una economía en recesión y saliendo de la cuarentena podría ser catastrófico para todo el sector privado de la Argentina.

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La evidente flexibilización de la cuarentena que empieza mañana responde mucho más a las urgencias económicas que a las certezas sanitarias, ya que miles de industrias y comercios volverán a operar en el país justo cuando anteayer se produjo el récord de casos desde que se desató la pandemia. Si bien la preocupación central es Buenos Aires, el jefe de Estado aceptó que provincias con muchos infectados como Chaco, Tierra del Fuego, Córdoba, Santa Fe o Río Negro pasen a una fase más avanzada de la cuarentena y queden ubicados epidemiológicamente en el mismo peldaño que Catamarca o Formosa, que no poseen ningún caso. Contradicciones de un aislamiento improvisado. 
Desde el viernes, el país quedó básicamente dividido en dos: el interior por un lado y el Amba -que concentra la mayor producción de todo el territorio- por el otro. Pese a eso, ayer se conoció que la Ciudad de Buenos Aires reabrirá librerías, perfumerías, concesionarias, jugueterías, joyerías, bicicleterías, casas de mudanzas y electrodomésticos, entre otras actividades. También se autorizaron las salidas recreativas para los niños los fines de semana. El anuncio de Horacio Rodríguez Larreta llamó poderosamente la atención, ya que doce horas antes estuvo sentado al lado del Presidente remarcando la importancia de mantener la cuarentena tal como estaba hasta el viernes. Esta vez, la pandemia económica influyó como nunca en el ablandamiento de las restricciones, ya que en muchas provincias del interior ya es casi absoluto el movimiento de personas por las calles. Tal cómo afirma el refrán “la necesidad tiene cara de hereje”. 
La detección de cientos de positivos de coronavirus en las villas y geriátricos de Buenos Aires amenazan con reproducir rápidamente la enfermedad. Lo peligroso del tema es que se trata de sectores sociales en los que el Estado tiene mucho menos presencia y posibilidades de control. Alberto Fernández hizo un anuncio que para muchos pasó desapercibido pero que tiene una grave mayúscula: el sesenta por ciento de los testeos en la villa 1-11-14 resultó positivo para coronavirus.
Según un informe de la consultora Giacobbe y Asociados, al que accedió El Tribuno, la parálisis de la actividad es tan insostenible que el mes pasado más del 64 por ciento de los encuestados afirmó que se quedó sin ingresos o que los redujo a la mitad. Otro dato a tener en cuenta que conocen perfectamente en la Casa Rosada es que los sondeos de opinión están comenzando a marcar un leve descenso en la imagen de Alberto Fernández referida a la administración de la pandemia, aunque sus números continúan por encima del 66 por ciento. ¿A qué se debe este retroceso de cinco puntos? Allí existe una combinación de factores que se conjugan entre sí. En primer lugar, la sociedad está comenzando a perderle miedo al virus y a enfocarse más en sus urgencias económicas, que no están siendo atendidas correctamente por el Gobierno nacional ni por ningún Estado provincial. Los créditos son sumamente engorrosos para obtener, el IFE dejó afuera a muchas personas que debían cobrarlo y un buen número de las empresas que solicitó ayuda para pagar los sueldos recibió una respuesta negativa. Allí aparece una gran complicación para el Gobierno: la descontrolada emisión monetaria, única herramienta que tiene el Estado para la asistencia directa, comienza a mostrar signos de agotamiento. 
“Somos concientes que seguir ilimitadamente dependiendo de la maquinita parta hacer dinero es un riesgo muy concreto de una disparada inflacionaria, por eso en mayo seguramente se bajarán los montos de emisión por el leve aumento en la recaudación”, explicó ayer un economista muy cercano al Presidente. 
Hasta ahora, el temor al coronavirus había generado un consenso tan grande en la opinión pública que había eclipsado cualquier otro factor en el análisis, pero eso está empezando a cambiar al ritmo del aumento de la pobreza y el desempleo.
En segundo lugar, el Gobierno quedó enredado en la polémica por las prisiones domiciliarias, que indignó a cerca del ochenta por ciento de la población. Allí, el Presidente tuvo una postura bastante ambigua al responsabilizar de todo a los jueces mientras se conocía públicamente que funcionarios nacionales y de la provincia de Buenos Aires habían solicitado muchas de esas excarcelaciones. En toda la pandemia, el rol de la oposición dura al Gobierno había sido prácticamente inexistente, hasta que encontró un caballito de campaña para montarse sobre él y dañar la gestión del jefe de Estado. “Es obvio que el tema de los presos afectó la imagen del Gobierno, aunque nosotros no tenemos nada que ver con el tema. El macrismo no presentó una sola propuesta superadora en casi dos meses y ahora nos quiere culpar a nosotros por los fallos irresponsables de algunos magistrados”, señaló ayer a El Tribuno un importante colaborador de Alberto Fernández que pidió reserva de su identidad.
Otro hecho que puso en juego la imagen del mandatario es la negociación de la deuda que encabezó el ministro Martín Guzmán. Allí, Fernández abrió un compás de espera hasta el lunes para que los bonistas presenten una contraoferta. Días atrás todo indicaba que Argentina se declararía en default, pero eso hoy no queda tan claro. Entrar en una cesación de pagos con una economía en recesión y saliendo de la cuarentena podría ser catastrófico para todo el sector privado de la Argentina.