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Un ojo en Qatar y otro en los mercados

Domingo, 27 de noviembre de 2022 01:04

La victoria de la Selección, que aún no está clasificada a octavos de final, representa un oasis en medio del desierto para los argentinos. Hacía mucho tiempo que no se veía a la sociedad, dividida hace décadas por una grieta insoportable, tan compenetrada en torno a una misma causa. La última vez, probablemente, haya sido cuatro años atrás, cuando Argentina disputó el Mundial de Rusia. En el medio, se vivió una pandemia devastadora, una guerra sangrienta, un atentado contra la vicepresidenta y una crisis económica con muy pocos precedentes. Ninguno de esos hechos, todos ellos de una gravedad inusitada, logró hacer al menos un parate en el clima de crispación que padece cotidianamente la Argentina. El fútbol, claro está, genera una pasión que no provocan la política ni la justicia, dos de las instituciones más desprestigiadas del país ante los ojos de la opinión pública.

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La victoria de la Selección, que aún no está clasificada a octavos de final, representa un oasis en medio del desierto para los argentinos. Hacía mucho tiempo que no se veía a la sociedad, dividida hace décadas por una grieta insoportable, tan compenetrada en torno a una misma causa. La última vez, probablemente, haya sido cuatro años atrás, cuando Argentina disputó el Mundial de Rusia. En el medio, se vivió una pandemia devastadora, una guerra sangrienta, un atentado contra la vicepresidenta y una crisis económica con muy pocos precedentes. Ninguno de esos hechos, todos ellos de una gravedad inusitada, logró hacer al menos un parate en el clima de crispación que padece cotidianamente la Argentina. El fútbol, claro está, genera una pasión que no provocan la política ni la justicia, dos de las instituciones más desprestigiadas del país ante los ojos de la opinión pública.

Si bien es cierto que las encuestas marcan que un 72 por ciento de los argentinos cree que el Mundial influye en el estado de ánimo de la gente, también lo es que menos del 22 por ciento considera que eso podría repercutir en el resultado de las elecciones. Traducido: la sociedad necesita alegría, venga de donde venga, pero sobre todo requiere estabilidad, sentimiento que el Gobierno aún no logra contener.

La notoria suba del dólar paralelo, el cierre de empresas por falta de insumos y el deterioro en los índices sociales producto de la inflación están quitándole a Sergio Massa casi toda la confianza que los mercados habían depositado en él. La situación, por supuesto, impacta de lleno en las expectativas electorales del oficialismo para 2023, que ya eran sombrías antes de esta disparada de la moneda norteamericana.

La situación es seguida con mucha preocupación desde todos los sectores del oficialismo, ya que tanto Cristina como Alberto Fernández y Massa tienen su suerte atada a una recuperación económica antes de mayo. ¿Cuál de ellos quedará en pie como candidato competitivo a la presidencia si los índices no mejoran? Por distintas razones, probablemente ninguno.

La estabilidad relativa que se había conseguido en el mundo financiero le permitía al Gobierno una cierta señal de certidumbre en medio de un océano de desequilibrios macroeconómicos. Hoy, con el dólar contado con liquidación a sólo $20 de su valor más alto de la historia, todo eso parece haber vuelto preocupantemente a fojas cero. ¿Qué generó esta fiebre por el dólar? Varias cosas, pero quizás la más importantes sea que ni los plazos fijos a tasas de 107% anual estarían siendo seductores para sacar pesos del mercado, aún a costa del violento parate en toda la actividad económica que generan tasas de semejante envergadura. Además, a eso hay que sumarle las raquíticas reservas del Banco Central, que el último mes bajaron considerablemente para contener el valor del dólar. ¿Cuántos dólares estará dispuesto a poner la entidad monetaria para evitar que suba la divisa? La respuesta a esa pregunta, de existir, está guardada bajo siete llaves.

El llamativo agrandamiento de la brecha entre la divisa oficial y la paralela, que llegó esta semana a casi el noventa por ciento, volvió a instalar entre los hombres de negocios un clima devaluatorio que repercute en los precios y también en las distintas cotizaciones de la moneda estadounidense. El propio Massa admitió esta semana que el Gobierno sólo "va a ganar las elecciones si logra bajar la inflación", un argumento con bastante asidero, sólo que el contexto actual de aumento de tarifas y de presión sobre las decenas de tipos de cambio auguran meses sumamente complejos para ese objetivo.

Las declaraciones del ministro, que cuestionó la competitividad electoral aplicando la expansión fiscal (plan platita), buscaron dar un mensaje concreto al Instituto Patria, desde donde insisten con aumentar el gasto público como herramienta central de campaña. Massa, se sabe, no quiere moverse un milímetro del ajuste acordado con el FMI para no poner en riesgo la revisión de diciembre que habilitaría los fondos para no caer en default.

"El problema no es Massa, que está haciendo esfuerzos por mantener un mínimo orden fiscal y detuvo bastante la emisión monetaria, la principal dificultad que atraviesa la economía es la falta de dólares, que está paralizando industrias enteras por las restricciones a las importaciones", señaló ayer un influyente empresario argentino que pidió reserva de su identidad.

Cerca del ministro de Economía insisten en que aplicar una devaluación brusca como piden muchos hombres de negocios pulverizaría los salarios y elevaría la inflación a niveles insospechados, aunque reconocen que mantener tanta diferencia entre el dólar oficial y el paralelo sólo contribuye a incrementar el ruido en la economía.

Consultado por El Tribuno de Jujuy, una alta fuente del Palacio de Hacienda reveló ayer que "no está en agenda subir más la tasa de interés porque el crédito se está haciendo imposible de adquirir, pero lo que no se descarta es que se habiliten nuevas cotizaciones del dólar para sectores que hasta ahora no la tenían".

Lo que está haciendo el Gobierno es básicamente una devaluación por goteo, pero la estrategia que eligió para hacerlo tiene riesgos considerables. ¿Qué productor va a querer liquidar sus divisas cuando no esté vigente el dólar soja, sabiendo que el Gobierno ya lo implementó dos veces en poco tiempo? ¿Cuántos dólares dejarán de ingresar al Banco Central por otorgar el valor de la soja a $230 y no a $170? ¿Cuál será el mensaje para los inversores en rubros que fueron discriminados de esta cotización? Argentina, en los hechos, no está acumulando reservas, sólo las está adelantando y a un costo bastante elevado.

Cerca de Cristina hicieron un llamativo silencio ante el lanzamiento del dólar soja 2, que beneficia exclusivamente a los grupos de exportadores más concentrados. No hablar no quiere decir avalar, aunque el dicho dice claramente que el que calla otorga. El kirchnerismo está en plena elaboración de su nuevo discurso de campaña, que tendrá complejidades muy particulares. La recurrente crítica al ajuste fiscal no podrá usarse ahora, ya que Massa lo está haciendo con una disciplina inquebrantable. Tampoco podrá recurrir a que si no gana ella vuelve la derecha, teniendo en cuenta que todas las últimas medidas económicas del Gobierno están un claro tinte conservador y son implícitamente avaladas por ella.

"Estamos trabajando en propuestas puntuales que puedan exhibir a Cristina como una líder positiva. No tiene ningún sentido que se transforme en una simple analista de la realidad, hay que demostrarle a la gente que un Gobierno con Cristina en el mando -sea como candidata o no- va a ser diferente que uno con Cristina como vicepresidenta", señaló ayer un consultor político que trabaja para la expresidenta.