La Ruta Nacional 51, en su tramo inicial de 63 kilómetros desde Campo Quijano hasta Alfarcito, se encuentra nuevamente en un estado de deterioro alarmante. A quince años de su reconstrucción, con tramos nuevos, la infraestructura vial está cediendo ante la naturaleza y la falta de mantenimiento, dejando expuestos a centenares de transportistas y pobladores que dependen de esta vía internacional.
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La Ruta Nacional 51, en su tramo inicial de 63 kilómetros desde Campo Quijano hasta Alfarcito, se encuentra nuevamente en un estado de deterioro alarmante. A quince años de su reconstrucción, con tramos nuevos, la infraestructura vial está cediendo ante la naturaleza y la falta de mantenimiento, dejando expuestos a centenares de transportistas y pobladores que dependen de esta vía internacional.
Los primeros kilómetros de esta ruta, clave en el corredor bioceánico de Sudamérica, presentan fisuras, hundimientos, roturas y acumulación de sedimentos. Los terraplenes de contención del río Toro, que en su momento fueron levantados para proteger la calzada, han desaparecido con los años, exponiendo el camino a la furia de la naturaleza. Lo que hoy son grietas visibles a simple vista podría transformarse en cortes definitivos, porque las lluvias son más intensas y el caudal del río crece.
No resiste más
Cuando se decidió construir la actual traza, se argumentó que la vieja ruta, que bordeaba el cerro, era insostenible por los constantes derrumbes y el difícil mantenimiento. Sin embargo, las advertencias de los pobladores y expertos fueron ignoradas: "El río se la va a llevar puesta", decían. Y el tiempo les dio la razón. La ruta ha sido devorada poco a poco por la acción de la naturaleza, y lo que se presentó como una solución definitiva ha resultado ser otra obra obsoleta en tiempo récord.
La situación es crítica. Se calcula que actualmente transitan por esta ruta alrededor de 400 camiones diarios y cerca de 500 vehículos de todo tipo, principalmente con destino a la Puna salteña.
El aumento del tráfico, impulsado por el crecimiento del turismo y la actividad minera en la región, convirtió a la RN 51 en un camino estratégico. Sin embargo, su infraestructura no ha sido adaptada a las nuevas exigencias, y el mantenimiento es insuficiente.
Un abandono sistemático
Un equipo de El Tribuno hizo un recorrido entre Campo Quijano y El Alisal. En apenas 10 kilómetros de trayecto, se pudieron contabilizar al menos 15 cortes en la calzada. Grietas profundas, hundimientos y desprendimientos de tierra se suceden en distintos tramos, volviendo extremadamente peligrosa la circulación. No hay banquinas resistentes ni protecciones suficientes. En la zona de Chorrillos, la situación se agrava con la formación de "volcanes" de lodo y roca que bajan de las altas cumbres, arrasando con todo a su paso y generando peligrosos montículos de sedimentos.
Los trabajos de mantenimiento son insuficientes y meramente reactivos. En lugar de realizar intervenciones estructurales que prolonguen la vida útil de la ruta, se limitan a remover escombros y sedimentos de manera improvisada. No hay soluciones de fondo ni obras de infraestructura que garanticen la seguridad vial. Mientras tanto, el deterioro avanza y la ruta se vuelve intransitable con cada precipitación importante.
A esta problemática se suma la falta de señalización y advertencias en los tramos más críticos. En varios sectores donde la calzada presenta hundimientos, los conductores no encuentran carteles preventivos que indiquen los puntos de mayor riesgo. Esto genera maniobras bruscas e imprevistas, aumentando la posibilidad de accidentes. Vecinos y transportistas han denunciado que los carteles de precaución, cuando existen, son colocados de manera provisoria y en muchos casos terminan destruidos por las propias condiciones climáticas.
El asfalto que no resistió
Entre 2011 y 2012, durante el gobierno de Juan Manuel Urtubey, hubo muchas críticas sobre el tipo de trabajo realizado para la nueva traza en estos primeros kilómetros desde Campo Quijano. Se aplicó un asfaltado con microaglomerado desde El Alisal hasta el acceso de Campo Quijano.
Una realidad innegable
Sin embargo, en la zona del cauce del río Toro, la naturaleza volvió a demostrar su fuerza. Los técnicos de aquel entonces admitían que había incertidumbre sobre la resistencia de la obra: "No creo que pueda ceder ante el caudal del Toro, pero con la naturaleza no hay nada seguro", decían.
Hoy, la realidad es innegable. La ruta está al borde del colapso y su transitabilidad es un peligro constante. La falta de inversión en infraestructura vial en la provincia sigue siendo una deuda pendiente, y los efectos están a la vista: una ruta que debería conectar Argentina con Chile y facilitar el crecimiento económico de la región se ha convertido en un obstáculo más para el desarrollo.
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