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La aventura de crear, de la mano de Picasso, Matisse, Klee y Chagall

Miércoles, 04 de enero de 2012 10:07
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Henri Matisse decía: “Tenemos que ver la vida como si fuéramos niños”. El la veía así, igual que Marc Chagall, Paul Klee y el mismísimo Picasso. Claramente, todos los grandes artistas vanguardistas han tenido y tienen el privilegio de mirar de ese modo, sin filtros, casi escandalosamente... como los chicos.

¿Y si son los niños los que se ponen a pintar o a dibujar guiados por una maestra artista que se niega a ponerles anteojeras? El resultado es igual de asombroso que “El guitarrista” de Picasso, “La danza” de Matisse, la “Vaca con sombrilla” de Chagall o el “Senecio” de Klee. Para muestra, un libro: “Con su permiso, pintores!”, el resumen de un año de trabajo en el Taller Azul que dirige Silvia Katz... Y la muestra que se encuentra habilitada actualmente en la planta baja del Museo de Arte Contemporáneo (Zuviría 90), con los originales -de puño y risa- de los 61 noveles artistas que asisten al taller que tiene el color de la ballena más grande de la Tierra.

Es inevitable alternar: libro, muestra; muestra, libro. Porque una cosa ha sido detonante de la otra. Siempre es así. Al finalizar el año, Silvia Katz se pone en la tarea de armar un libro con los trabajos realizados por los chicos en el taller. Esta obra cuadradita -la 15ª publicación del Taller Azul- es, sin dudas, el más maravilloso de todos los epílogos que Katz ha presentado en público hasta aquí.

Si algo le sobra a esta maestra de arte de fina estampa y cabello largo es, precisamente, imaginación. Por eso el resultado: una colorida invitación a caminar el asombro, página por página.

“Las últimas publicaciones del taller habían sido diccionarios y libros de preguntas. Este año quise hacer un libro que tuviera que ver más con la imagen y no tanto con el trabajo de literatura experimental en el que me había metido casi sin querer”, contó Silvia Katz a El Tribuno.

Efectivamente, “Con su permiso, pintores!” es una obra rebosante de pinturas, collages, maquetas y fotografías. Y es, como dice el genial Luis Felipe Noé -prologador de lujo de este libro-, el resultado de un planteo integrador que interrelaciona pintura, escritura, música y títeres, y que se gesta con un gran sentido del humor, fundamental para el desarrollo del juego artístico.

La inspiración en el taller, este año, tuvo el nombre y el apellido de cuatro genios del arte. “Elegí a los artistas en función de mi gusto personal y de experiencias previas. Ya había trabajado antes con Picasso, por ejemplo, y con Chagall. Sumé la imagen de Paul Klee porque se acerca mucho al arte infantil. Y finalmente a Matisse, porque tiene una frescura especial que a los chicos les gusta, sobre todo en sus collages”, comentó Katz.

Lo interesante del trabajo de estos pequeños artistas es que nunca se pusieron en el rol de imitadores. Las consignas fueron tan originales y divertidas que el “estilo Picasso”, por ejemplo, estalló en un cubo mágico, en una sesión de fotos y dibujos con “modelos” o en un entuerto de tijeras y plasticolas.

“Realicé el abordaje de cada artista desde diferentes lugares. Les conté la historia de los cuatro haciendo hincapié en su infancia. Para esto hice un trabajo de investigación muy grande y los mismos chicos trajeron libros de sus casas para aportar datos. Les contaba cual era la música favorita de los cuatro y se las hacía escuchar mientras trabajaban”, enumeró la directora del Taller Azul.

Las obras más conocidas de Picasso, Matisse, Klee y Chagall fueron disparadores de juegos y experimentos. “Por ejemplo, charlamos sobre el cubismo, hablamos de su esencia deconstructiva... Y ellos mismos dijeron que las pinturas de Picasso parecían un campo de batalla, un rompecabezas... Entonces se me ocurrió comprar varios cubos mágicos y les pedí que pintaran rostros sobre cada cara. A la hora de desarmarlos surgían esas imágenes tan características del pintor malagueño”, relató Katz.

Idear técnicas y juegos para el abordaje de cada artista, acordes a su vez a las diferentes edades de los chicos, fue lo más complejo de esta experiencia creativa. Pero Katz salió airosa una vez más. Otra de las propuestas, por ejemplo, se llamó “Los siete dedos de Marc”. “Chagall se dibujó con siete dedos en un autorretrato. La consigna que les lancé fue: ¿cómo te retratarías? Uno eligió hacerlo con cuatro piernas, para jugar mejor al fútbol; otra con alas, para volar y comerse las nubes de lluvia”, contó Silvia Katz.

Las letras también tuvieron su protagonismo este año en el Taller Azul. Si bien el libro de fin de año está dedicado primordialmente a la imagen, los cuentos grupales, definiciones y desopilantes conclusiones también fueron de la partida. Ejemplo: “Pablo Picasso dibujaba a los que se olvidaban de ponerse pantalones” (Lautaro Aguirre Cafrune). “Creo que el cubismo destruyó las formas como el tsunami destruyó Japón” (Nicolás López Borelli).

Muchos de los trabajos que le insuflan vida a este libro están montados en el MAC. Allí, siluetas articuladas de Picasso, Matisse, Klee y Chagall invitan a abrirse paso por una galería de obras firmadas por pintores “con pajaritos en la cabeza”.

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