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Quienes promueven la desaparición de la memoria del virrey Toledo, lo hacen en nombre de los pueblos originarios y este servidor y muchos más, que somos originarios, no nos sentimos de ninguna manera representados. Es más, sentimos que más allá de las frases hechas “seudorrevolucionarias”, están desconociendo la realidad y las necesidades del pueblo salteño, que es lo verdaderamente preocupante.
Como muchos no me conocen personalmente, he de reconocer que soy bastante gringo (lamentablemente) y por eso debo aclarar lo de originario: pues, sí, desciendo en línea directa y por generación ininterrumpida, de Adán y Eva, los progenitores de la humanidad. Pero temeroso de que lo anterior indigne a algunos, también me apresuro a decir que, al igual que la mayoría de los salteños (y me atrevería a decir de los argentinos) mi etnia preexiste al Estado nacional. Así es, desde la conquista, durante siglos se mezcló la sangre del español con la del aborigen, creando un biotipo, el criollo, que formó una cultura y, en definitiva, una identidad. Es la Argentina criolla la que se independizó de la Corona española, cuando existió la madurez como sociedad para asumir, ante todas las naciones, la autodeterminación.
Algunos capciosos dirán que la Independencia se logró con la colaboración de la Corona británica, tratando de que cambiemos de collar pero que sigamos siendo perros, ¡con la colaboración de algunos criollos! Puede ser, lo que no invalida la hazaña de la Independencia y sobre todo su validez histórica. Aún hoy algunos criollos (demasiados pa’ mi gusto) son obsecuentes al poder mundial, en lo que al poder mundial le interesa, y por eso tienen “porái” que sobreactuar de revolucionarios y agarrárselas con tipos como el virrey Toledo quien, sabido es, fue el impulsor de la fundación de la ciudad de Salta.
Para nosotros “mestizo” no es peyorativo (como para otras identidades más o menos amigas de la “pureza racial”). Y cuando mestizo se dice “criollo” es, ustedes perdonen, para nosotros motivo de orgullo. Que no negamos a nuestros tatas (ni a nuestras mamas, para que no se nos tache de políticamente incorrectos). Salta nació criolla, en su circunstancia histórica. Los santiagueños, fundadores que vinieron de la “madre de ciudades”, no diría que fueran descendientes raciales puros de la nobleza goda. En realidad los españoles eran un pueblo bastante mestizado por siglos, aunque fuera España una de las naciones europeas que primero lograran la unidad como Estado nacional y estuvieran cohesionados por una cultura sólidamente enraizada en la religión. Los pueblos americanos, por su parte, eran (y aún se mantienen importantes remanentes) de una notable diversidad étnica.
Y estas dos corrientes, la americana y la europea, como dije, se mestizaron durante siglos, creando la identidad criolla. La originaria sangre americana pervive en la muchedumbre, en el mar de rostros mestizos que se avizoran en cuanta procesión, cancha llena o cacharpaya popular se conoce. Ahora ¿qué tan mestizos somos? Tenemos infinitos matices de mestización, pero en realidad... no tiene importancia: somos espiritualmente criollos. Si lo racial fuera importante, tendríamos tres categorías de argentinos: los “originarios puros” (aunque, como se observa mucho oportunismo al respecto, deberían instituirse certificados de pureza racial), los mestizos y los europeos puros (inmigrantes sin fusión con familias argentinas criollas). Un poco complicado ¿no? Y anacrónico: ¡ya la Constitución Nacional estableció el principio de igualdad ante la ley!
Entonces desalojar la memoria del virrey Toledo es una actitud antihistórica, desdeñosa de la gratitud de generaciones de salteños (que eran criollos, no íncubos del imperialismo de turno) y oportunista. Me gustaría ver a los concejales haciendo cosas más útiles para la ciudad y, de última, con valentía de enfrentarse a los actuales poderes mundiales en cuanto se aparten del bienestar del pueblo. Y quisiera aclarar lo de que “lamentablemente” a mí me tocaron genes más gringos. No es que reniegue de don François Durand, mi bisabuelo. Es que mi hermano y mis primos, los “negritos”, pueden tomar sol a mares, no tienen tanta tendencia a engordar y para mi completa envidia ¡tienen pelo en la cabeza!