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Son tantos los problemas económicos que tiene la Fundación Salteña de Ciegos, que no sé qué hacer. Quisiera que los funcionarios comprendan que la discapacidad está a la vuelta de cualquier esquina y no discrimina a nadie.
Soy un caso así. Tenía la vida por delante, totalmente normal y de pronto, aquí estoy con mi ceguera a cuesta. Peor aún, porque cuando me vestí de ciega, no había nadie que me ayudara a estrenar este nuevo vestido. Me caí, me quemé, me quebré y muchísimas cosas más porque no había nadie que me enseñara a enfrentar la realidad que me tocaba asumir.
La Fundación necesita ayuda y los funcionarios se comportan indiferentes. Dicen que no pueden cubrir lo que necesita la fundación, y lo que es peor, es que si se cierra, tampoco existe algún tipo de servicio que cubra a los no videntes.
María Elena Pastrana
Ciudad