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El fantasma de la muerte súbita en el fútbol

Domingo, 15 de abril de 2012 23:42
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El fútbol profesional ha dejado de ser deporte de mediano riesgo, para transformarse en una peligrosa actividad que no permite rango de error. La elevada competencia exige hoy al futbolista un rendimiento por encima deportivo, que últimamente ha cobrado numerosas víctimas en pleno campo de juego como acaba de ocurrir el sábado pasado con el italiano Piermario Morosini, de apenas 25 años. El mediocampista del Livorno se desplomó víctima de un paro cardíaco fulminante durante un partido de la Serie B.
Además de sonados casos como los de Marc Vivien Foe (2002), Miklós Fehér (2004), Serginho (2004), Antonio Puerta (2007) y Dani Jarque (2009), todos en el más alto nivel de fútbol competitivo, ponen de manifiesto que algo anda mal en la prevención de estos eventos fatales.
 

Las causales son discutibles especialmente cuando se trata de futbolistas jóvenes. No hay duda que el compromiso del sistema cardiovascular apunta hacia un desequilibrio de origen genético con componentes adquiridos o agravantes. Las investigaciones actualizadas demuestran que son los futbolistas profesionales quienes tienen un mayor riesgo de sufrir episodios de muerte súbita. Su incidencia entre los deportistas rentados es de 1,6 muertes por mil frente a los 0,70 por mil fallecidos entre atletas no profesionales
Algunos datos nos sugieren que el deporte de alta competición incrementa sensiblemente el riesgo de sufrir muerte súbita durante la realización de una actividad deportiva intensa. Durante el ejercicio el incremento de la demanda energética por parte de la musculatura provoca que el gasto cardíaco aumente hasta unas ¡seis veces más! de lo habitual. Precisamente, los principales mecanismos involucrados en las muertes súbitas se atribuyen a los cambios circulatorios y electrofísicos que se producen durante la actividad física. Si bien el fútbol es, tal vez, el deporte más popular en el mundo, hoy está acosado por el fantasma de la muerte súbita, lo cual exige una práctica más segura. Y seguramente modificar ciertas reglas que eviten desborde hacia un espectáculo medieval, modulando la elevada competencia y la presión sobre el resultado, que ponen en riesgo la vida de sus principa les protagonistas.
 

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