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Un modelo que se empieza a encerrar en sí mismo

Domingo, 29 de julio de 2012 16:33
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Cristina se está encerrando cada vez más en su pequeñísimo núcleo duro. Sus decisiones económicas son cada vez más intervencionistas, informales y repentinas. La intervención en el mercado de combustibles y la eventual pesificación del comercio de granos a futuro, incluidas en el debate público en solo 24 horas, hablan por sí solas. Todos los anuncios importantes se van conociendo con cuentagotas, alargando en algunos casos innecesarias situaciones de incertidumbre. Sus aliados, que en su momento eran soldados de fierro, empiezan a tomar distancia lentamente, pero sin levantar demasiado el avispero. Pese a que al Gobierno parece no preocuparle demasiado, esas son señales a las que se les debe prestar mucha atención en tiempos de crisis e inestabilidad.

El ejemplo más claro ocurrió esta semana cuando con una inusual franqueza Antonio Caló, quien ya había faltado irreverentemente a una reunión con la Presidenta, reapareció para hablar de una inflación del 24%. La declaración, lejos de ser un exabrupto, fue un claro posicionamiento político, si se tiene en cuenta que todos los “gordos” e independientes se habían manifestado de la misma manera.

El mensaje de Caló y los suyos fue claro: “Vamos a apoyar, pero ni piensen que nos vamos a incendiar sin reclamar”. El antimoyanismo no quiere imitar a Hugo Moyano, quien apoyó todo y se quedó sin nada.

Cuando era un incondicional del Gobierno, el camionero hablaba del “Indec del supermercado”, pero jamás fue tan explícito al blanquear la inflación como fueron los aliados actuales. Sin que hayan asumido en la “CGT Balcarce”, quedó claro que los supuestos gremialistas “K” tienen más de oportunistas que de oficialistas.

En ese espectro, pero más discretamente, se ubica también el sector empresario. Ignacio de Mendiguren, hombre de negocios cercano a Cristina, no tiene empacho en criticar todos los aspectos centrales de la política económica, aunque en un tono conciliador. El líder de la UIA cuestiona la inflación, las trabas al dólar y las restricciones a las importaciones, es decir, todo.

Parecido es el caso de los inmobiliarios, quienes están viendo caer su actividad estrictamente por decisiones locales que no tienen que ver con el contexto mundial. El cepo al dólar ya no tiene ninguna filtración y está paralizando buena parte de la economía. ¿Cómo se entiende que en un país que creció nueve años seguidos no sea negocio ahorrar y la gente se vea obligada a gastar ya o a perder? ¿Es esa una forma de incentivar la economía o de ahuyentar capitales? La pregunta le importa poco al Gobierno, quien necesita imperiosamente los dólares para pagar deuda y no tiene en sus planes retroceder ni un paso de los ya dados.

Cristina, que aún mantiene un alto apoyo popular, sigue siendo la única voz autorizada para hablar en toda la Casa Rosada y está informalizando al extremo la gestión de Gobierno. Esto, planificadamente, se aplica tanto a las medidas como a las personas.

Las restricciones que semana a semana se le agregan al dólar, junto a la repentina intervención total en el mercado de los combustibles, son el ejemplo más concreto en materia de políticas. Axel Kicillof, quien ahora tendrá ni más ni menos que el poder para definir el precio de las naftas en la Argentina, no es ni un ministro y tiene facultades mayores que las de cualquier otro funcionario del país. Lo mismo ocurre con Guillermo Moreno en Comercio Interior y con Sergio Berni en Seguridad. La estrategia de la Presidenta es no tener un interlocutor muy nítido sino varios y difusos, incrementando así al extremo su personalismo en la gestión.

Un giro

En el ámbito político el Gobierno mostró esta semana algo que hace tiempo no exhibía: una corrección. Pese a que el informe de la Sigen contradijo a Uruguay y no halló irregularidades en el canal Martín García, la Cancillería decidió cortar por lo sano y eliminar a la empresa cuestionada por el país vecino. Así, Argentina buscó darle un empujón a la alicaída relación con el gobierno de José Mujica en tiempos en los que el Mercosur no pasa por su mejor momento. La intención fue buena, pero se le escapó un detalle: Uruguay teme que la empresa inicie acciones legales y ahora se opone a que quede fuera del dragado.

También se notó un ánimo conciliador con Daniel Scioli, a quien se lo sigue criticando pero de una forma mucho más elíptica y cuidadosa. En ese contexto, no fueron casuales los dichos de Florencio Randazzo, quien aseguró que el exmotonauta es parte del “proyecto nacional”. Según la mayoría de los encuestadores, alargar esa disputa en el tiempo solo le traería dolores de cabeza al Gobierno, cuando faltan más de tres años para las elecciones presidenciales.

 

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