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La difícil tarea de ser mujer

Viernes, 10 de agosto de 2012 01:04
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“En nuestro país, el 46% de las mujeres trabajan fuera del hogar y se sienten tironeadas entre cumplir como amas de casa, esposas, madres y el trabajo”, dice la licenciada Patricia Gubbay. Si a eso se le agregan los compromisos sociales y el cuidado de la salud, la actividad física y el tiempo dedicado para el entretenimiento, la tensión puede resultar muy estresante.
Muchas veces debemos elegir entre participar de un acto escolar o cumplir con el trabajo. En realidad a los hombres les debería pasar lo mismo, sin embargo, somos la mujeres las que nos sentimos culpables de haber desilusionado a nuestros hijos.
Esto nos pasa a las mujeres que trabajamos. Pero, ¿qué sucede con las mujeres que no trabajan ? “¿alguna vez se conflictúan pensando que podrían estudiar, o ejercer aquella profesión que dejaron de lado para criar a los hijos?”, se pregunta Gubbay. “Todos dependemos de un contexto que es la cultura a la que pertenecemos y eso conlleva un soporte de creencias y preconceptos que nos condicionan sin que nos demos cuenta”, afirma la psicóloga. Esto quiere decir que muchas veces, las mujeres hacemos lo que se espera de nosotras y no lo que realmente nos gustaría. Me atrevo a afirmar que ninguna mujer puede decir que no ha pasado alguna vez por esto. Se nos exige ser las mejores en todo: buenas madres, aplicadas amas de casa y buenas profesionales y todo esto sin que se nos note el cansancio, estando espléndidas y de buen humor.

¿En que nos diferenciamos?

¿Cuál es la diferencia entre las mujeres que trabajan y las que no?, se pregunta la facultativa. En la mayoría de los casos las mujeres que se dedican al hogar, suelen tener un mundo social más acotado y el vínculo que las une con lo social también es diferente ya que en general está relacionado con las cuestiones domésticas. En el mundo fuera del hogar se necesitan otras capacidades, por eso lo ideal es que en caso de que decidan o necesiten trabajar posean la capacidad para insertarse en el mundo laboral.

“Aquellas mujeres que le otorgan el poder al hombre con quien se casaron, dependen de él y llegan a convencerse de que nunca podrán ser independientes. De esta manera se tranforman en mujeres-niñas, frágiles y vulnerables(...) si no construyeron su propia experiencia laboral y como consecuencia no pueden abastecerse, se sentirán inseguras en el futuro, continúa Gubbay.
 

 decir verdad, en ambas realidades pueden surgir conflictos: las que trabajamos estamos sometidas a estres por tener que compatibilizar el trabajo con las tareas del hogar, pero la ventaja es que somos independientes y podemos estar a la par de nuestra pareja aportando también a la casa. Aquí la relación con el hombre es más equitativa. Si la pareja decide separarse el temor de la mujer suele ser menor ya que puede enfrentar la vida haciéndose cargo de sus responsabilidades, sin depender de la buena voluntad del marido o de una legislación muchas no equitativa para la mujer.
 

Las mujeres que decidieron dedicarse al hogar solamente, no suelen sentirse tironeadas, pero pueden sentirse agotadas de estar siempre en función de los otros, por más que lo hagan con todo el amor del mundo, e incluso se pueden sentir poco valoradas, además, cuando los hijos se van del hogar, aparece el sídrome del nido vacío en cuyo caso suelen sufrir más que aquellas que trabajan debido a que éstas compensan la ausencia de los hijos con sus propios proyectos personales.

Patricia Gubbay sostiene que cuantos más aspectos de la personalidad desarrolle la mujer a lo largo de su vida, más íntegra y segura se sentirá, porque contará con más recursos que aquella que se ha dedicado solamente a ser esposa y madre. Si además de esto desarrolla un proyecto personal por la que percibe ingresos y cuenta con una red de relaciones, amigos, compañeros y familiares que la acompañan en su tránsito por la vida podrá apoyarse en cualquiera de estos aspectos cuando alguno de los otros está en conflicto.

 Ahora, no cualquier mujer puede dedicarse a cuidar la casa y sus hijos. Se necesita del aporte de ambos para sostener la familia. En nuestro país es común que las mujeres de clases acomodadas no trabajen. Esto también sucede en el otro extremo, las mujeres de los sectores populares a veces no pueden trabajar porque no tienen quien cuide a sus hijos. Pero, en realidad la mayoría de las mujeres están incorporadas al mundo laboral.

“Cualquier elección que una mujer haga en su vida debe ser evaluada sabiendo qué tipo de contingencias puede tener en el futuro. Por ejemplo, si la mujer no se ha preparado debidamente o no es independiente sufrirá mucho más la incertidumbre en el caso de una separación o en los casos de viudez. También pueden sentirse vacías al no tener proyecto propio. Hay algo que es personal e intransferible y es el deseo. El tipo de expectativas que abriga cada persona es diferente y de ellas depende el grado de satisfacción que experimente en la vida diaria. Si ha cumplido con lo que soñaba, que en algunos casos es ser esposa y madre no tendrá demasiados conflictos”, agrega la psicóloga. En algunos países existe una legislación que contempla los casos de las mujeres que tienen hijos y trabajan. Existen jardines maternales a cargo de personas especializadas pagados por el Estado o nurseries en las fábricas para que las jóvenes madres puedan resolver el tema de salir a trabajar sabiendo que sus hijos están bien cuidados.

El papel de los padres

Los jóvenes padres de esta generación también deben colaborar en la crianza de sus hijos para que el peso no recaiga solo en la madre. Se debe asumir que no vivimos en el mundo de nuestros padres ni de nuestros abuelos. Debemos transitar el cambio sabiendo que tenemos que adquirir capacidades para enfrentar nuevas realidades en el momento que sea preciso.
 

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