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Sabado, 04 de agosto de 2012 22:03
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Es preocupante, mucho más de lo que parece. En el país que liberó a un continente, que llenó la causa americana de héroes que dieron la vida por la libertad, un representante de la voluntad popular se embistió de extraños poderes, como si fuera un emperador y no un empleado del pueblo. “Bajo ningún punto de vista vamos a permitir que se descalifique al gobernador”, dijo en tono napoleónico el presidente del cuerpo deliberativo de Rosario de la Frontera, Juan Martínez, a uno de sus pares que había osado contradecir la opinión de Urtubey sobre el aborto no punible.

No escribió una pintada en las paredes del recinto, tampoco organizó un escrache con huevazos o tomó la comisaría por la fuerza. Lo que hizo Edgardo Solaligue fue escribir en su Facebook una opinión. Recordó que el aborto era un delito en esta patria y que, como creyente, esos actos se califican como asesinatos, porque hay un grupo (los que viven) que decide la vida o la muerte de otro grupo (los que están por nacer). La máxima autoridad del Concejo encontró en ese acto individual y privado una especie de manifiesto golpista o un ataque a los cimientos de la democracia. “No vamos a permitir”, lo retó. Pero Martínez no le puede permitir ni dejar de permitir nada a nadie y menos a un representante del pueblo, como si no existiera una Constitución, el derecho a expresarse y a pensar.

Es increíble que un concejal piense que hay que pedirle permiso para escribir en una red social. Más increíble son los justificativos que encontró para semejante reproche, dejando de lado los temas que se tratarían en el recinto: “Primero porque se debe respetar la investidura y segundo porque es un compañero de la causa justicialista”. Siempre es bueno recordar que la Argentina no es China y que el PJ no es el partido único comunista de Mao Zedong, que no permite la existencia de otras fuerzas políticas. La República y la Provincia son más importantes que los partidos.

El ámbito parlamentario no es el lugar para hablar de la metafísica partidaria justicialista. Si tiene algo que arreglar con sus “compañeros”, lo puede hacer donde se reúnen los compañeros, por ejemplo en su partido político, de última, en un bar o un café. La sociedad que lo votó seguramente espera que desde ese cuerpo salgan las leyes que les permitan vivir mejor, tener cloacas, hijos que no se suiciden, asfalto, espacios verdes para disfrutar en familia. Pero esos temas los tendrán que discutir otro día, porque Martínez utilizó ese valioso tiempo para decirle a alguien lo que puede hacer o dejar de hacer en su Facebook. Por otra parte, me parece que el gobernador no necesita que lo defiendan. Tan innecesaria fue la defensa que en realidad parecía el discurso de un alcahuete.

Robustiano Pinedo
Ciudad

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