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La semana pasada el amigo Fredi Minola, de El Tribuno, escribió un interesante artículo, en “Vida cotidiana”, al que tituló como el dicho que encabeza estos párrafos. En él hacía referencia a que, con demasiada liviandad, se había afirmado que no iban a devolver las entradas a quienes las habían adquirido para el clásico entre Central Norte y Juventud Antoniana, a pesar de que se había suspendido el partido. “Para mí -decía Fredi-, tienen que jugar y, si no lo hacen, deben devolver la guita, porque si no, es un choreo a mano armada. Poniendo estaba la gansa, mis amigos. Yo regalo la plata cuando quiero y, si me meten la mano al bolsillo, me da bronca”, concluía.
No requiere demasiadas explicaciones el sentido de la frase, puesto que todos la usamos a menudo, al menos en el noroeste argentino. “A "echarse', hermano: es lo que corresponde”, podría expresar otro, sobre el mismo o similar problema. Conocemos idéntico significado de ese verbo para referirse a que se debe pagar lo que se debe.
Sobre el particular, el “Diccionario de americanismos en Salta y Jujuy”, de los profesores Pérez Sáez, al que normalmente cito, coloca, como segunda acepción coloquial, la siguiente: “Contribuir monetaria o materialmente para un fin, proyecto o acción que ha de concretarse entre varios”. Y, a renglón seguido, la ilustra con este ejemplo de Carlos Hugo Aparicio: “Viejito, si querés ir a pescar conmigo, tenés que PONERTE, yo ya llevo mortadela”.
Por su parte, el DRAE, en la acepción 19 de la misma palabra, dice: “Contribuir o colaborar con algo en una empresa o actividad ("El pondrá el dinero y yo el trabajo')”. Es parecida a la anterior, sin embargo no tiene exactamente el mismo sentido. Con esto comprobamos que no se trata de un refrán compartido por todos los hablantes del español.
Por fin, el “Diccionario de uso del español”, de María Moliner, consigna esta otra acepción, la 9; da la pauta a la imagen o metáfora que asimila la acción de la gansa que produce huevos para la procreación, pero también para el alimento humano, aplicándolo al pago de una deuda: “Realizar las aves la función de producir huevos. "Esta gallina ya no pone'”.
La creación popular se encarga, en efecto, de transferir actos de la naturaleza a la manera de ser u obrar de los seres humanos.
No quiere más lola
Mi amigo Ricardo Alonso, que nos deleita los lunes con su columna dedicada a las maravillas de la geología, me hizo llegar varias expresiones idiomáticas que son muy conocidas, con toda seguridad, por nuestros lectores. Por ello le voy a pasar a él la palabra, agradeciendo a la vez su gentileza de colaborar con mi columna. Me lo había prometido y cumplió, como un caballero.
Esta locución, afirma el Dr. Alonso, ha nacido en Argentina. Lola era el nombre de una galleta sin aditivos que, a principios del siglo XX, formaba parte de la dieta hospitalaria. Por eso, cuando alguien pasaba a mejor vida, se decía: “Este no quiere más Lola”. Consecuentemente, desde entonces se aplica a aquella persona que no quiere seguir intentando lo imposible.
También se refiere a la palabra "lola' el “Diccionario del lunfardo”, de Athos Espíndola, atribuyéndola al lenguaje popular: “Mujer en general // Lío, embrollo, mezcla de ideas y situaciones // "Querer lola'. Buscar problemas, provocar discusiones, buscar pelea. Igual que "querer guerra' (2ª. acep.) // Tener deseos de divertirse. // "No querer lola'. Buscar la tranquilidad. No querer meterse en problemas. También se dice "querer o no querer lolas'”.
Más adelante agrega ese diccionario la sentencia “Andá que te cure Lola!”, ubicando su origen en España. “Pisó tierra argentina -afirma Espíndola- de la mano de la Gran Inmigración del 1800 y se aferró con firmeza al habla de todas nuestras clases, al punto que aún hoy mantiene plena vigencia”. Añade que nació en un pueblo de Galicia donde vivía una mujer de nombre Dolores, conocida como Lola, famosa como curandera. Por ello, cuando alguien padecía algún mal físico o espiritual, le aconsejaban que se presentara a dicha curandera, con esa expresión imperativa. Con el tiempo, tomó un sentido genérico y, a la vez, evasivo con respecto a una persona molesta o fastidiosa, similar a la locución muy argentina “Andá a cantarle a Gardel”. Por fin, el diccionario citado otorga al plural ("lolas') el significado de “senos de la mujer”.
Hasta que las velas no ardan
Esta es otra contribución del amigo Ricardo Alonso. “Se originó -comenta el conocido geólogo- en los prostíbulos, en épocas en que no existía la luz eléctrica y los relojes eran objetos de lujo. La madama le entregaba al cliente una o varias velas, según lo pagado. Cuando se consumían, el turno había concluido, esto es, había sexo "hasta que las velas no ardan'”, comparte con nosotros su versión.
Sin embargo, agrego ahora lo que coloca el citado Espíndola respecto de la palabra vela, siguiendo la tradición de utilizar ese elemento iluminador cuando aún no existía la electricidad. “¿Quién te dio vela en este entierro?”, se le espetaba al que se presentaba donde no había sido convocado o se entrometía en un asunto que no le competía, interrumpiendo, quizá, una conversación, sin habérsele solicitado su opinión. Por otra parte, “tener la vela” alude a la larga espera que padece una persona, por ejemplo al haberse citado con otra a una determinada hora, sin que aparezca a su debido tiempo. Seguir esperando indefinidamente una respuesta que no llega, un vehículo que no aparece o un pago que se va postergando indefinidamente, son suficientes motivaciones para que un interlocutor reaccione, muchas veces con furia, blandiendo ese grupo de palabras.