¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
15°
26 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Desmesuras a comienzo de año

Sabado, 19 de enero de 2013 20:31
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

La inflación, el dólar, las paritarias y el transporte ferroviario dominan por estos días la agenda de las discusiones mediáticas. Los análisis eluden, en todos los casos, el fondo de la cuestión, pero reflejan la influencia de estas cuestiones en el humor colectivo.

Un paquete traumático

Las tres primeras forman parte de un mismo paquete traumático. Y lo traumático del problema se expresa en el estéril intento de ocultamiento que convirtió al Indec en una caricatura de las estadísticas. Quien se ocupa de desdibujar la ilusión es, mes a mes, Ricardo Echegaray, cuando anuncia los récords de recaudación, que aumenta al mismo ritmo que la inflación real.
El récord de recaudación es, así, récord de inflación.
También lo hace la CGT oficialista, así como el vocero oficioso del Frente para la Victoria, Edgardo Depetri, al comentar las negociaciones salariales, bajo la mirada del ministro Carlos Tomada. Todos dan fe de una depreciación anual de la moneda de alrededor del 25 por ciento, cifra que, en Harvard, la Presidenta no solo negó sino que diagnosticó que de ser así, la Argentina volaría por los aires.
Las paritarias son, de hecho, un correlato de la inflación.

La pirotecnia verbal

A esta altura, es evidente que para muchos funcionarios la inflación es un problema de “la derecha”. El fenómeno se debe a una emisión de moneda excesiva con la que se trata de financiar el déficit fiscal. La fuga hacia el dólar y el consecuente abanico de cotizaciones en el mercado cambiario muestran que el peso nada tiene de seductor. Si en Yacuiba se llega a vender el dólar a más de ocho pesos argentinos, algo está pasando.
El habitualmente oficialista empresario José Ignacio de Mendiguren, titular de la Unión Industrial Argentina, intentó desalentar las demandas salariales y sugirió que todo esto puede terminar en un “Rodrigazo”. Es decir, pronosticó una reedición del mayor y más traumático ajuste de la historia argentina reciente.
Una desmesura. Los parecidos entre la Argentina de junio de 1975 y la actual son formales.
El ocurrente sociólogo K Artemio López calificó a la comparación de “terrorismo verbal”. De inmediato, sumó su aporte a la pirotecnia. “Los niveles de tasa de ganancias de los empresarios son descomunales, por lo que están en condiciones de absorber aumentos salariales por arriba de la inflación, de manera muy armoniosa para con sus propios intereses”, sostuvo. “No tienen un colchón, tienen un sommier para enfrentar aumentos salariales”, agregó. “De Mendiguren atenta contra los fundamentos de la construcción electoral del Frente para la Victoria (FpV)”.
Por lo que parece, Artemio no está demasiado seguro de que esta década de kirchnerismo haya producido una revolución laboral, especialmente cuando el significativo secretario de Comercio, Guillermo Moreno, acaba de anunciar que se logró el ideal peronista de que el cincuenta por ciento de la ganancia es para los obreros y el otro cincuenta para la patronal.
Con inflación, la ganancia no se mide en pesos sino que se aplica otro parámetro más estable, como pueden ser el inventario y el ahorro en divisas, inmuebles u oro.
Es difícil hablar de una revolución laboral con un 35 por ciento de empleos en negro y una enorme masa de subsidios como los que se aplican a la fecha.

Puesta a prueba

Hay un dato importante que brinda la realidad: la inflación, el descontrol cambiario y la presión salarial formaron parte del escenario habitual de la Argentina durante décadas y hasta la hiperinflación de 1989 y la convertibilidad de 1991.
Esa preocupación tiene el Gobierno nacional, porque sabe que se trata de una amenaza latente especialmente en un año electoral.
Luego de diez años de kirchnerismo, en 2013 se pondrá a prueba nuevamente el sistema político. El oficialismo sigue mostrando la mayor claridad en cuanto a lo que quiere, frente a una oposición que no logra vertebrarse. Si el invento de Ricardo Alfonsín le dio buenos resultados en 2011, la resurrección -inesperada- de Leopoldo Moreau es la apuesta actual para buscar un nuevo e improbable Pacto de Olivos.

La otra inseguridad

De todos modos, la fórmula que viene dando resultados al poder K es la capacidad de generar sensaciones de confianza y de bolsillo estable en cada sector de la sociedad. En ese aspecto, la intervención estatal en la economía le brinda réditos políticos.
Como contracara, el panorama que ofrecen el transporte público, -en especial el ferroviario -, la crisis energética y la infraestructura en general, evidencia que se mantiene la crónica ineficiencia de la economía argentina.
Esta semana se volvieron a escuchar las promesas de reactivación ferroviaria y otra vez se habló de recuperar los talleres de Tafí Viejo. Mientras que Brasil fabrica aviones, nuestro país compra chatarra ferroviaria en España o vagones económicos en China. Al mismo tiempo, por errores de diagnóstico, nuestra economía pierde terreno en el mercado internacional de carnes y trigo, mientras que un hallazgo extraordinario como el yacimiento hidrocarburífero de Vaca Muerta no alcanza para posicionar la producción energética del país.
La oposición, por ahora, no ofrece garantías de mayor eficiencia y, tampoco es capaz de asegurar a la gente que le garantizará las pequeñas, o grandes, satisfacciones que le proporciona el kirchnerismo.
 

Temas de la nota

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD