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Sexo y género en la lengua

Martes, 29 de octubre de 2013 02:01
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He tratado el tema del título en varias oportunidades. La principal, publicada en mi libro “El hablar de la gente (2102)”, en dos capítulos ubicados entre las páginas 273 y 283, y en mi columna de El Tribuno. En el primero, el DRAE aclara que, mientras "sexo' alude a lo orgánico y biológico, "género' (concepto tomado del inglés "gender') se refiere a una “categoría sociocultural que implica diferencias o desigualdades de índole social, económica, política, laboral, etc”. E inmediatamente después aclara: “Por lo tanto, solo en tal sentido es posible utilizarla de ese modo”, no en el de "sexo'. Por ello, lo que dice el dibujo del amigo Yerba, que acompaña al capítulo “Cuestión de género” (“¿Qué género esperás?”, pregunta una mujer a otra embarazada, “­Femenino!”, responde esta enfáticamente, ante el enojo del esposo que la acompaña), deja de convertirse en chiste para pasar a ser una realidad, cuando escritores y periodistas desprevenidos o que ignoran esta cuestión (cuando no gente ultrafemininista) utilizan "género' por "sexo'. Algunas veces, por ejemplo, he leído: “Fulano de tal cambió de género mediante una intervención quirúrgica”.

Millones y “millonas”

Por ello traigo a colación un artículo de El País, de España, firmado por Ignacio M. Roca, algunos de cuyos contenidos transcribiré, con el objeto de mostrar que mi afirmación no es exagerada. El artículo se titula tal como lo hace el subtítulo que precede.

“La confusión entre el sexo y el género sigue rampante en algunas (quizá privilegiadas) cabezas. El problema no es puramente escolástico, ni menos aún personal suyo, sino que nos afecta a todos. Porque desde esas cabezas pasa a sus respectivas voces y escrituras, y de estas a los oídos y ojos de cualquiera que esté a su alcance. Desde ahí inexorablemente se mete en su cerebro, en el que irremediablemente se instala la misma confusión”.

“Ahora -continúa más adelante el articulista- llegan noticias de Venezuela, el país de la constitución dobletista (“los venezolanos y las venezolanas”), de que en efecto hay un límite a lo que el hablante inocente puede tolerar y aguantar.

El detonante esta vez ha sido la expresión "millones y millonas' emitida por el presidente de aquella república en un discurso televisado al país. La respuesta en sus medios sociales no se hizo esperar: "Hay millonas de razonas para irsa de Venezuelo; pera iguala me quedo, escribió' en Twitter un usuario. Y millones (hiperbólico) más.

¿De dónde procede y a qué viene todo esto, muy vigente también en España, con dobletes de género y sus secuelas ahora presentes por doquier y algunas normas oficiales incluso imponiendo su uso en ciertos espacios?

La respuesta es sencilla, aunque quizá menos para las privilegiadas cabezas de las que salen los mencionados partos. El sexo (el aparato reproductor que se revela en la zona central baja del tronco y en las conductas y taxonomías que de él se derivan) ha pasado a confundirse en esas cabezas (no puede uno saber si de modo real o imaginario, en aras de sus intereses particulares) con el género de las palabras de la lengua. Hasta el punto de verse ya la misma palabra "género' utilizada por "sexo' en documentos oficiales o paraoficiales: se pregunta, por ejemplo, por el "género' del solicitante, cuando el solicitante (una persona, no una palabra) por definición no puede tener género, aunque sí tiene sexo, la información que la pregunta evidentemente (pero no explícitamente) busca obtener.

El género de las palabras castellanas (y el de las de otras lenguas que lo poseen) es un simple fenómeno gramatical de concordancia (es decir, encaje mutuo) entre palabras de ciertas clases en este aspecto subordinadas y sus palabras rectoras, los sustantivos. Se dice, por ejemplo, "EL orden' (de factores) pero "LA orden' (franciscana) ¿Por qué esta diferencia? Simplemente porque el castellano es así”.

Dejando de lado explicaciones y ejemplos, luego continúa el periodista:

“Hace unas pocas décadas, un feminismo a mi juicio muy mal inspirado y peor orientado concibió el género (gramatical) como panacea para la promoción de causas en sí tan loables como la justicia y la consiguiente igualdad de derechos, alegando monstruos donde no los había. Todo el mundo que habla español sabe que una castaña es un fruto, no un árbol, precisamente por hablarlo. También sabe que en "los trabajadores recibirán un aumento de salario' la palabra "trabajador' no lleva significado sexual, simplemente porque en castellano no lo posee (habría que decir "los trabajadores varones' para dárselo), como "castaña' no lo tiene arbóreo: aprendemos esto según vamos absorbiendo la lengua en la niñez, espontánea e inocentemente, sin políticas ni politiqueos. Pero ahora nos vienen con el camelo de que "trabajador' (­y cientos de otras!) denota solo hombres, con las mujeres excluidas, reclamando por ello el uso de dobletes "los... y las...', flagrantemente aberrantes para el hablante espontáneo de buena fe”.

Y culmina, con un buen manejo de la ironía, pero con evidente bronca contenida, aludiendo a la palabra "miembro', de una terminación para ambos géneros, inaugurada como femenina por una exministra de Educación española:

“El "miembra' de la entonces ministra Aído fue una estrella fugaz. Pero la epidemia continúa y se agrandará si no se la contiene: "millonas' ahora. Acabará cambiando el significado de cientos de palabras y causando así un perjuicio muy notable a la lengua de todos: constátese en la mismísima constitución venezolana (“los venezolanos y las venezolanas”, etc.). Estas acciones de "terrorismo lingístico' (expresión atinada, por precisa, de Álvaro García Meseguer, un temprano abogado de la causa) no caen fuera de la ley, y así salen impunes. El único muro de contención y neutralización somos pues los hablantes. Todos y cada uno. Sin desmayo. A una, como Fuenteovejuna”.

Conclusión

Me parecen no solo muy atinadas estas palabras de Ignacio Roca, sino también muy bien escritas, con lo que destacan la gravedad de la situación lingística que generan, si es que no se pone un límite a este seudosentimiento libertario a favor del sexo femenino. En efecto, no es con palabras (mal habidas) como lograremos revertir el machismo y el derecho igualitario para ellas, sino con legislación y concientización adecuadas. “­Cosas veredes, Sancho­”.

 

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