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Mentiras verdaderas

Domingo, 17 de noviembre de 2013 01:38
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Epiro fue un Reino poblado de tribus griegas que existió entre el siglo IV y II antes de Cristo. A partir de la Guerra de los Balcanes, sucedida a principios del siglo XX entre el imperio otomano y la Liga de los Balcanes, pasó a formar parte de Grecia y Albania. El Reino de Epiro no debería figurar en los libros de historia, salvo por una razón muy especial: el Rey Pirro.

Pirro reinó en Epiro durante el siglo III a.c. y existen 2 razones importantes para hablar de él: su capacidad de controlar la ambición y de reconocer las derrotas detrás de aparentes triunfos. Llevado por su ambición, desde Epiro le declaró la guerra nada más y nada menos que al Imperio Romano (más o menos como si Salta le declarara la guerra a los Estados Unidos). Luego de algunas victorias importantes, Pirro advirtió que había perdido más de 7.000 soldados y gran parte de los elefantes que usaba en las batallas, entonces dejó escapar la expresión que gravaría su nombre en la historia: “Otras victorias como estas y estaremos definitivamente perdidos”. Desde entonces se utiliza la expresión “victoria pírrica” para referir aquellos logros que requieren un sacrificio desproporcionado.

Pero el Rey Pirro fue mucho más que una frase. Fue un gran estratega político y también un maestro de la vida. Pirro advirtió que la conquista de Roma era posible pero a un costo demasiado alto. Entonces ordenó a sus tropas retornar a Grecia, recuperó el Reino de Epiro e incluso extendió su poder a Macedonia. Fue un Rey poderoso y un gobernante respetado, pero esencialmente fue feliz, porque comprendió que la gran Roma no valía tanto como decían y que la pequeña Epiro era su lugar en el mundo. Para Pirro la felicidad fue la clave del éxito y no el éxito la clave de la felicidad.

¿Cuántas veces por ganar una simple discusión matrimonial destruimos los pilares de nuestro matrimonio? ¿Cuántas veces lesionamos gravemente las relaciones con un amigo o amiga por cuestiones menores y superficiales? ¿Cuántas veces abandonamos a la suerte nuestras ambiciones y proyectos de vida por ocuparnos vanamente de eventualidades? ¿Cuánto tiempo de nuestras vidas perdemos admirando imperios ficticios sin advertir el verdadero reino que tenemos en casa? ¿Cuántas veces buscamos el éxito para ser felices y no advertimos que sólo siendo felices alcanzaremos el éxito?

Pirro demostró que la política es una ciencia, pero también un arte. Tanto la política “ciencia” como la política “artística” sirven para detectar problemas sociales. El buen político, si es también “buen estadista”, convertirá las conclusiones de la “política” en acciones de “gobierno”. El político descubre y advierte, el estadista planifica y resuelve. Cuando todo es política sobran los militantes que dicen conocer todo lo que pasa en cada rincón de la ciudad, pero los verdaderos problemas de la gente no se resuelven. Eso sí, en Argentina se esconden con subsidios, clientelismo y fraudes o artilugios electorales. Cuando el pueblo levanta el velo del clientelismo y descubre que las escuelas no educan, los hospitales no tienen recursos y que no existen políticas de seguridad, entonces viene el castigo democrático.

Las últimas elecciones provinciales permiten aplicar estos principios elementales y sacar algunas conclusiones respecto de lo único que debe interesarnos: la situación electoral y post-electoral del gobierno de nuestro Estado salteño.

Si tenemos en cuenta qué apostó cada uno, el gobierno tuvo que poner sobre la mesa de juzgamiento la gestión de los últimos 7 años y una mayoría abrumadora castigó esa gestión. Como Pirro, el gobierno ha perdido mucho para ganar poco y nada. Pero contrariamente a Pirro, no parece tomar conciencia de ello. Distintos sectores, incluso del propio gobierno, miran con preocupación decisiones “de campaña” con marcados fines electoralistas. Se preguntan de dónde saldrá el dinero para pagar aumentos de salarios y nuevos subsidios otorgados. Los empresarios temen que salga de obras públicas que nunca se harán.

Winston Churchill (1874-1965), el gran estadista británico, pensaba que los pueblos se empobrecen de la mano de políticos y se enriquecen de la mano de estadistas. Cierta vez un periodista le preguntó la diferencia entre políticos y estadistas, la respuesta de Churchill es simplemente maravillosa: “Al político le interesa sólo la contienda electoral y llega a hipotecar el futuro del pueblo en ella. El político solo piensa en las próximas elecciones, el estadista en las próximas generaciones”.

La opinión política se forma con datos y experiencias, pero también con sensaciones. No tengo ni los datos ni la experiencia de los políticos (nunca participé de una contienda electoral), pero tengo la sensación de que estamos gobernados por políticos y no por estadistas. Y me invade la ansiedad de saber si en los próximos dos años el gobierno se dedicará a pensar en las próximas elecciones o en las próximas generaciones del pueblo salteño.

 

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