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Hans Rudel y las reliquias de los incas

Domingo, 08 de diciembre de 2013 01:52
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Pasado mañana martes 10 de diciembre, hará sesenta años que, con fines científicos, el alemán Hans Ulrich Rudel conquistó la cumbre del volcán Llullaillaco (6.739 msnm), en la provincia de Salta. Similar proeza, pero con fines deportivos, habían concretado un año antes (1/12/52) los andinistas chilenos Bión González y Juan Harseim. Según una información publicada por El Tribuno en diciembre de 1953, Rudel partió de Córdoba el 2 de diciembre de ese año y arribó a la mina La Casualidad el 4 de ese mes. Lo acompañaban sus compatriotas Mann Dain y Ervin Neubert, y un suboficial argentino de apellido Villafañe. Al día siguiente (5/12/53), el grupo abandonó el establecimiento azufrero y se encaminó hacia el volcán Llullaillaco. Lo hizo sin mayores problemas hasta que, el 9 de diciembre, el mal tiempo paralizó el ascenso por una jornada y cuando aún faltaban 600 metros para la cima. El 10 de diciembre, al mejorar el clima, el grupo continuó ascendiendo sin Neubert, pues éste había resuelto concretar el asalto final por una ruta alternativa. Al final, Rudel, Dain y Villafañe hicieron cumbre ese día ignorando obviamente que Neubert había sufrido un accidente fatal. “Horas después -dice Rudel en El Tribuno- recién tuvimos la certeza de la dolorosa pérdida. El “Llullay Yacú” cobró caro tributo por la violación de la orgullosa soledad que guarda celosamente”.

“Reliquias arqueológicas”

Al regresar del Llullaillaco, Hans Rudel, exmilitar alemán, reveló a El Tribuno que “En la cima del volcán “Llullay- Yacú”, a 6.700 metros de altura, fueron halladas reliquias arqueológicas pertenecientes a la civilización incaica. Los restos del caserío descubierto formarían parte de puestos de vigilancia instalados por los incas durante la campaña de conquista anterior a la de España”. Más adelante, agrega que en la zona no había madera y que las utilizadas para la construcción del caserío descubierto “debieron ser transportadas con gran esfuerzo”.

En Buenos Aires

Luego de su estadía en Salta, Rudel viajó a Buenos Aires y allí reiteró y amplió, ante la prensa porteña, la información transcripta por El Tribuno. Relató que para alcanzar por segunda vez la cima del volcán salteño había contado con la colaboración y el apoyo del gobierno y del ejército a través del suboficial Villafañe, “un eficaz colaborador que compartió con nosotros el júbilo de alcanzar la cima del “Llullay Yacú”. Sobre las reliquias arqueológicas descubiertas, señaló que “Según la lógica se trataría de tumbas, pues la altura del lugar hace rechazar la idea de la existencia (permanencia) de seres vivos. Pero hay razones que permiten suponer que aquel no era solamente un lugar mortuorio. Hay rastros de fuego.

Desde esa plataforma de la montaña se divisa el Socompa donde también se encuentran similares ruinas de vivienda. Ese caserío del Yacú, bien puede haber sido un lugar estratégico de vigilancia, desde donde, por medio de señales hechas con fuego o humo, se comunicaría lo que desde allí se divisa. En el lugar encontramos techos de madera y sabemos que a 200 kilómetros del Yacú no hay vegetación. Lo cierto es que no hay ningún lugar de similar altura en el que se encuentren vestigios de existencia humana”, concluyó. Cuando la prensa preguntó si retornaría al volcán salteño, dijo: “Tal vez vuelva al Yacú; hay muchas razones para retornar; proseguir la investigación de esas reliquias arqueológicas que seguramente encierran un valioso capítulo de la historia americana, y también, para rescatar a Neubert...”.

Las momias de Llullailaco

Los cierto es que el anuncio de Hans Rudel sobre la presencia de tumbas en la cima del Llu­llaillaco no cayó en saco roto.  Quedó registrado en la prensa local y nacional, y también, en la memoria de docentes o estudiantes de la Facultad de Cien­cias Naturales de Salta, casa donde don Amadeo Sirolli ya cultivaba e incentivaba la inves­
tigación arqueológica.

Desde esa casa de estudios se propiciaron varias excursiones al volcán donde finalmente en los años ‘90, el antropólogo es tadounidense Johan Reinhard y la arqueóloga argentina Constanza Ceruti desenterraron tres
momias, ahora conocidas como “El niño”, “La niña del rayo” y “La doncella”.

Y vale recordar que gracias a la oportuna intervención de periodistas de El Tribuno, estos cuerpos no solo permanecen en Salta, sino que además, fueron declarados por la provincia (Ley Nº 25.444) “Bienes Históricos
Nacionales” y, la cima del vol­cán “Lugar Histórico Nacional” por la Comisión Nacional de Monumentos y Lugares Histó­ricos de Argentina.

Hoy, una de las momias se encuentran ubicadas en el Museo Contemporáneo de Alta Montaña (MAAM), entre los
más visitados por los turistas que arriban a la provincia de Salta. Por año, superan las 100.000 visitas y son uno de los principales atractivos culturales con los que cuenta la provincia.

El misterioso militar Rudel



¿Quien fue Hans Ulrich Rudel? ¿Un simple militar? ¿Un aventurero? ¿Un amante de la ciencia? Posiblemente haya sido una mezcla de todo eso, pero lo cierto es que fue un as de la aviación alemana de la Segunda
Guerra Mundial (1939-1945). Actuó en el Frente Oriental (Unión Soviéti­ca) donde por sus logros, alcanzó la más alta condecoración germana del Tercer Reich. En su foja oficial de servicios, se le adjudican 2.530 misiones de combate. Fue derribado unas 30 veces por la artillería antiaérea pe­ro nunca por un avión.

Finalizada la guerra se entregó en Berlín a las fuerzas americanas siendo luego trasladado a Londres donde
sanó de la amputación de una pier­na. Permaneció en un campo de concentración inglés para oficiales de alto rango hasta 1948. Liberado, viajó a la Argentina donde vivió hasta 1956. Aquí se dedicó a la investigación y al andinismo. Escaló el Acon­cagua y otras montañas. En los ‘50 conquistó el Llullaillaco, Salta, en cuya cumbre descubrió el Santuario de Altura inca, donde décadas después se desenterraron las Momias de Llullaillaco. En 1956 regresó a su patria. Murió en diciembre de 1982.

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