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La renuncia, más allá de la salud y los escándalos

Miércoles, 13 de febrero de 2013 10:05
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La renuncia de Benedicto XVI seguramente será el principal legado de su pontificado de casi ocho años, marcado por escándalos, internas e intrigas que dejaron al desnudo un papa solo. La renuncia marca un antes y un después en la historia de esta institución de veinte siglos.

Es un punto de inflexión que los sucesores podrán tener siempre en cuenta. Ya no habrá que cargar la cruz de Pedro hasta la muerte, sino que se podrá considerar dar un paso al costado.

Por lo demás, una situación lógica desde el punto de vista de que, un hombre que fue elegido para gobernar los destinos de 1.200 millones de files a los 78, la edad en que todos los hombres ya están jubilados, puede, a los 86 años, con achaques propios de la edad y la carga psíquica del cargo, querer decir basta o sentir que no está en condiciones de seguir.

De no haber existido el “VatiLeaks”, el escándalo que el año pasado significó un terremoto para el Vaticano, ¿Benedicto XVI habría dado el paso al costado? La respuesta más probable es no.

Esto, porque el año pasado, el “VatiLeaks” dejó al desnudo las internas, la corrupción, el nepotismo, los escándalos financieros y un malestar generalizado en la Curia romana.

Los documentos reservados que se filtraron tuvieron como blanco directo a su segundo, el cardenal Tarcisio Bertone.

Hombre de su máxima confianza, designado en 2006 secretario de Estado en lugar del cardenal Angelo Sodano, Bertone jamás fue aceptado en la Curia por no ser un diplomático de carrera.

Ya en 2009 Benedicto XVI, en una carta dirigida a todos los obispos del mundo después del revuelo por la excomunión del obispo lefebvriano Richard Williamson, que había negado el Holocausto, dejó clara toda su angustia por los ataques recibidos dentro del seno de la Iglesia Católica misma. Y evocaba un pasaje de la carta de San Pablo a los Gálatas: “Atención que si se muerden y devoran unos a otros, terminarán por destruirse mutuamente. Siempre fui propenso a considerar esta frase como una de las exageraciones retóricas que a menudo se encuentran en San Pablo. Bajo ciertos aspectos puede ser también así. Pero desgraciadamente este morder y devorar existe también hoy en la Iglesia”, dijo.

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