Muchas mujeres se hacen cargo de todo aquello que les toca, que constituyen sus infinitas tareas cotidianas, y también de todo aquello que “les cae”como solucionar emergencias familiares de salud o de relación.
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Muchas mujeres se hacen cargo de todo aquello que les toca, que constituyen sus infinitas tareas cotidianas, y también de todo aquello que “les cae”como solucionar emergencias familiares de salud o de relación.
El resultado de tan alta disponibilidad en desmedro de los espacios personales lleva a una variante de la depresión que podría definirse en muy breves palabras: “No puedo más”.
Contar el día de muchas mujeres puede resultar una tarea extenuante, pero para muchas personas más aún es inverosímil.
Por lo general realiza tareas dobles, ya que la que está haciendo es el preludio de alguna otra como preparar la cena dejando organizada la comida del día siguiente para cuando está en su trabajo.
Su jornada transcurre siempre entre cuatro o cinco tareas a un tiempo y transmitiendo la sensación de que puede eso y más y esa fuerza se transforma en un desafío personal: creer y mostrar que pueden todo.
Como si el hacerse cargo de, absolutamente todo, pesara como una espada de Damocles, como un destino del cual no se pueden apartar hasta ese día en que esa enfermedad, agazapada, emerge como “Síndrome de agotamiento femenino”.
Hacerse cargo de todo, que todo pase por sus manos es, además, y para mayor incidencia en la aceptación de su rol, un mandato social.
La licenciada Sonia Tessa habla de estas mujeres diciendo que “cada una no constituye casos aislados. Describe una escena cotidiana para muchas mujeres. Son candidatas a sufrir el “Síndrome de agotamiento femenino”, una enfermedad silenciosa, escondida, cuyos síntomas y signos muchas veces se les escapan a las mismas pacientes, acostumbradas a no darles lugar a sus propias necesidades”.
Síntomas
Uno de los modos en los que sus síntomas se van presentando tiene que ver con una modificación en las relaciones que se establecen dentro de la casa; el cansancio, el exceso de obligaciones y responsabilidades provoca que la mujer vaya retirando el afecto de sus vínculos, que se torne un tanto más irritable y que lo único que puede interesarle, al terminar la última tarea de lo que parecen ser jornadas sin fin, sea acostarse y dormir.
“Se exigen más porque piensa que no está a la altura de las circunstancias, y busca estrategias para subsanarlo. Se siente agotada, harta, desganada y hasta aquellas actividades que antes le proporcionaban placer ahora le resulta una carga. "Tengo que ir al cine con mis amigas', dice como si fuera una obligación”, advierte la licenciada en psicología a psicólogos on line.
Una mujer que parece inagotable, que siempre puede algo más, o cree que lo puede, es la mujer en la que el proceso del agotamiento alcanzará niveles tan profundos que la dejará presa de una depresión que le imposibilitará continuar adelante.
Cómo resolverlo
La propuesta es prestar más atención a las propias necesidades, para dejar de correr como una bombera voluntaria ante las demandas de los demás. El objetivo que plantean las profesionales es comenzar un camino que desande el agotamiento para encontrar que se puede vivir sin intentar tapar todos los agujeros. Claro que habrá una renuncia, pero la sensación de agobio, de cansancio infinito, irá cediendo, hasta desaparecer.
Una cosa por vez. Como en toda situación de malestar, lo primero es reconocer lo que le ocurre. Dejarse cada día un tiempo para hacer algo placentero personal. Rever la relación con los demás. Tener una consulta con un especialista para intentar recuperar la autoestima. Delegar en alguien de la familia una tarea, al menos una vez por semana.
Aprender a decir “no” sin culpas
¿De qué se trata la diferencia con los hombres? De lo natural que resulta para ellos decir que no, aceptar que no pueden ir a la fiesta del colegio de su hijo si están trabajando y no sentirse culpables, o ejercer su deseo de disfrutar de un partido de fútbol con amigos.
Para ellos, basta con “ayudar” en las tareas domésticas, y la responsabilidad compartida es -en el mejor de los casos- una consigna que se deja fácilmente de lado por los intereses propios. Tessa advierte que “lo que no se puede ver es el exceso. Las mujeres, cuando están agotadas, se reprochan no estar a la altura de las circunstancias, no poder con todo”. Para prevenirlo, proponen estar atenta a los signos de agotamiento: si aparece el cansancio, la dificultad para relajarse, para darse tiempo para divertirse.
Uno de los síntomas más frecuentes es “desear ayuda, pero no saber cómo pedirla o sentirse incómoda al recibirla”. Otra marca de identidad del agotamiento -y que tiene tanto que ver con los mandatos sociales- es “priorizar las necesidades o el sufrimiento ajeno sobre los propios”. Las mujeres que están agotadas suelen sentirse “insustituibles, considerar que las demandas y las responsabilidades son todas impostergables e indelegables”.