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Agraviar es mas fácil que gobernar

Martes, 09 de abril de 2013 01:36
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El escándalo de Lomas de Medeiros puso al desnudo dos cosas: la ineptitud de quienes deben resolver el problema habitacional y la pérdida de la paciencia de la gente.
La indignación ciudadana arde en las redes sociales y está dirigida a Juan Manuel Urtubey, básicamente. Ayer, el gobernador no encontró mejor argumento que denunciar una “extorsión de El Tribuno”.
Extorsionar es amenazar para lograr algo a cambio. Para quienes practican el uso extorsivo del poder del Estado, las noticias desfavorables son presentadas como extorsión. Desnudar la incompetencia, el amiguismo y el nepotismo no es extorsión. Extorsión es pedir una prebenda, en dinero, en créditos o en candidaturas, para escribir loas al extorsionado. Y en caso de no tener éxito, dedicarse a publicar injurias contra él.
Con Urtubey, El Tribuno tiene un problema: este diario considera que su gobierno no solo es ineficiente, sino que carece de un proyecto. El de Urtubey, sostenemos, es un gobierno sin gestión y sin visión de futuro. Pero ni Urtubey ni nadie pueden probar injuria alguna de El Tribuno.

La verdad no ofende

En este caso de Lomas de Medeiros, en particular, el escándalo estalló en las redes digitales, que son insobornables, luego de que FM Capital diera la información.
Decir que el Secretario Legal y Técnico de la Gobernación, Pablo Robbio Saravia, es propietario de tres inmuebles - según una declaración qué él firmó de puño y letra en diciembre de 2011 - no es injuria. Ayer, Urtubey dijo que Robbio es un hombre pobre y que no tiene nada a su nombre. Es puede significar dos cosas: o que el Gobernador mintió o que el funcionario puso sus bienes a nombre de testaferros, para evitarse problemas.

Sin filtro y sin cautela

El gobernador suele explicar sus expresiones injuriosas y desafortunadas con un argumento adolescente: “hablo sin filtro”. Ayer no habló sin filtro: usó la retórica para minimizar lo que él, según sus palabras, entiende que es un ilícito. De hecho, desadjudicó a todas las personas que habían gestionado la casa durante su gobierno y dejó en pie las de la gestión anterior.
Es tentador decir : “a confesión de parte, relevo de pruebas”. Sin embargo, hay que señalar algo: la irregularidad es flagrante pero los adjudicatarios que obraron dentro de las reglas establecidas no deberían ser perjudicados.
La decisión echa un manto de sombras sobre todos ellos.
A decir verdad, la de ayer es la última de una serie de anomalías cuya responsabilidad es exclusiva de Urtubey.
La obra debió haber estado concluida en 2008, con 76 casas de tres dormitorios. Ya lleva una demora de cinco años. En ese lapso, cambiaron las reglas, los precios, los anticipos y el tamaño. Presionaron a los primeros adjudicatarios para que se fueran e incumplieron los más elementales compromisos.
El escándalo no lo causaron los que pagaron un anticipo en tiempo y forma, sino los funcionarios de Urtubey que convirtieron ese barrio en un botín del poder.

La razón ideológica

La argumentación de que él, Urtubey, “ no está ideológicamente de acuerdo” es casi engañosa: no tiene una política habitacional.
Los planes históricos, que hicieron posible durante medio siglo la urbanización racional de las ciudades, abordaban el problema con un criterio uniforme cualquiera fuera el gobierno de turno: los beneficiarios efectuaban alguna forma de ahorro previo o se inscribían para un sorteo sin anticipo y, todos, pagaban la vivienda con grandes facilidades. Las casas se adjudicaban de acuerdo con el ingreso familiar porque no eran un regalo. Eso si, todas contaban con servicio sanitario, agua, luz y papeles al día. Con la recaudación de la cuota se financiaban nuevas viviendas y así se construía la cadena.
Urtubey reemplazó los “planes habitacionales” por las “soluciones habitacionales”. Esa es la diferencia ideológica.
Gobernar es algo más que insultar. El que gobierno bien, no insulta. Eso si, es imposible gobernar obsesionados con el pasado.
Ayer, el ministro de Gobierno Julio César Loutaif se sumó al desatino: para ocultar el bochorno volvió a hablar de “la herencia recibida”. Después del segundo año de gobierno, ya no se puede seguir echando culpas para atrás, porque es ridículo. Y ya van por el sexto. Aunque la acusación de extorsión resulta grave y calumniosa, no expresa otra cosa que desorientación y la impotencia frente a un escándalo que no admite tapujos.

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