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9 de Agosto,  Salta, Centro, Argentina
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El santuario vibró con una gran fiesta

Lunes, 03 de junio de 2013 12:09
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Era la tarde perfecta. Un cálido sol, colas interminables, tribunas abarrotadas y mucha gente sin poder entrar. Sí, como en las mejores épocas, el santuario explotó de pura pasión con las siete mil personas que fueron a alentar al santo (aunque parecían ser muchos más).

Y llegó un momento en que la Policía se puso firme y dio la orden en las boleterías de no vender más entradas.

Desde temprano el Fray Honorato se preparó para una fiesta, se vistió de fiesta, pero vaya paradoja: al final no hubo casi nada para festejar, solo haber vuelto a casa. Fue también como si el agasajado hubiera faltado a su fiesta.

Pero la tarde podría haber sido completa y esta vez no hay nada que reprocharle esta vez al hincha antoniano acompañó de la manera que jamás lo hizo en este campeonato (sin contar los clásicos, claro). El aliento bajó permanentemente desde los tres costados como una potente ráfaga que debió contagiar al equipo, empujarlo y así lo hizo en los primeros minutos del partido. Sí, apenas unos minutos después de ese gran recibimiento con bombas de estruendos, papeles al viento y un solo aliento: “Santo, mi buen amigo, esta campaña volveremos a estar contigo...”.

Es que el santuario los potencia, los une, los junta y los hace a todos por igual. En la platea, aquellos que suelen pasar desapercibidos por los palcos o que aparecen perdidos en cualquiera de los gajos del Martearena, esta vez fueron claramente identificados. Y estaban todos, o casi todos.

Los exdirigentes, exjugadores, los actuales, los que hicieron oposición, los políticos y los artistas. Y todos fueron uno solo.

“Unas lástima que el equipo se haya metido atrás”, opinó el extesorero Guillermo Dagúm; mientras que Enrique Mazza optó por dejar de sufrir y abandonó el estadio sabiendo que el final (el empate) ya estaba cantado, y para evitar la aglomeración en la salida. En cambio, el que se quedó hasta el final fue Raúl Gorostegui, de reciente paso en Unión de Mar del Plata. “Mi señora es de acá y vinimos a pasar las vacaciones”, explicó el defensor que ahí nomás aclaró: “De mi futuro no sé nada. Nadie me habló, y espero ver qué sale”.

Los Nocheros también sufrieron. Bueno, algunos de ellos. Mario Teruel, por ejemplo, tuvo que pedir permiso para acomodarse sobre un costado y se paró tantas veces como el resto, cuando parecía que Prieto, Acosta o Triverio la metían.

¿Y el gobernador? Parece que fue el único que faltó.

Igual, la fiesta en las tribunas fue única e irrepetible, por lo menos en este campeonato, porque si Juventud llegaba a pasar la llave contra San Franciso volvería a jugar en el Martearena.

La bronca de los jugadores antonianos obedeció también a no poder festejar el triunfo como local, con la gente. “La verdad es que tuvimos un lindo marco de público, estamos muy agradecidos por la gente, no pudimos darle la victoria, pero quiero que se queden tranquilos porque nosotros vamos a dar la vida en San Francisco”, prometió Nico Aguirre, y Prieto, por su parte, reiteró: “Solo tenemos que agradecerle a la gente, hoy apoyó y alentó en todo momento, vamos a dejar todo por ellos”.

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