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26 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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La megacausa Salta en los últimos días de juicio

Jueves, 12 de septiembre de 2013 02:47
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Los procesos de la denominada megacausa Salta, donde se juzga los crímenes de lesa humanidad cometidos antes y durante la última dictadura militar en la provincia, comienza a transitar su desenlace y final.

Se trata de un juicio donde están procesados 18 represores acusados de desaparecer, torturar y matar a 34 personas que eran docentes y estudiantes de la Universidad Nacional de Salta; además de militantes, un periodistas y un conscripto del servicio militar de la provincia; entre tantos.

Las querellas están optimistas en cuanto a los tiempos y se murmura que para fines de octubre se dará la lectura de sentencia.

Mientras, en el final del camino, hubo quejas y algunos pedidos por algunas insatisfacciones procesales.

En la audiencia del último martes se hicieron públicas las quejas de los querellantes por el desempeño del Programa Verdad y Justicia en Salta.

Dicho programa fue implementado por el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación para que citen a los testigos; que para esta clases de juicios deben ser tratados de manera especial.

El malestar fue por falta de notificaciones a algunos testigos y por no utilizar la metodología adecuada para víctimas del terrorismo de Estado.

Sucedió, en la misma audiencia, que ninguno de los ocho testigos llamados a declarar se presentó ante el Tribunal y el careo entre dos policías tampoco pudo realizarse porque concurrió solo uno de ellos.

Así fue que el Tribunal Oral en lo Federal Criminal de Salta, integrado por los magistrados Carlos Jiménez Montilla, Marcelo Juárez Almaraz, Marta Snopek y Gabriel Casas decidieron que ya estaban agotados todos los medios para el llamado a los testigo, por lo que decidieron que las declaraciones que faltaban sean leídas en la próxima audiencia que fue fijada para el lunes 16 de setiembre.

Sin embargo los querellantes David Leiva y Tania Kiriaco objetaron la decisión y exigieron la declaración de dos testigos claves; uno de ellos que estuvo 7 veces en la sala de Grande Juicios de la Ciudad Judicial y que por distintos imponderables nunca pudo hablar.

Por lo tanto el lunes, cuando el Tribunal esperaba comenzar con los alegatos, primero declararán los testigo, habrá careo y lectura de testimonios. Luego se pasará a las indagatorias a imputados, lecturas de pruebas documentales y de resoluciones. Recién se pasará a los alegatos de las querellas, fiscalía y luego las defensas.

Luego será el momento esperado de la sentencia del proceso que comenzó el 21 de mayo de 2012,

Le ganó el tiempo

El viernes último hubo un hecho que conmocionó a todos. Fue la muerte de Doly Mabel Perini. Coca para sus amigos.

Tenía 78 años, nació el 29 de julio de 1935. La Coca era la esposa de Carlos Gallardo, el arquitecto desaparecido que integró el gobierno de Miguel Ragone.

Se espera para el lunes

El Tribunal solo aceptó que Carlos Aramayo y Guardia declaren en la audiencia del lunes.

Pero además se llamará para el careo a los policías Roberto Medina y José Carrasco.

Por último, tratarán de convocar a los testigo Ríos y Andrea Torres.

Pero lo que más se espera es la lectura de la testimonial de Brunilda Rojas, de 80 años, mamá de Susana Aramayo.

Su hija tenía 23 años la madrugada del 24 de septiembre de 1976, cuando un grupo de tareas la arrancó de su casa, para hacerla desaparecer.

Todos saben que en relato nombra, entre los raptores, a Juan Manuel Ovalle, un civil presunto infiltrado de inteligencia que se había sumado a las clases que dictaba su hija en la UNSa. Este acercamiento le permitió a él frecuentar la casa donde la joven docente vivía con su mamá y hermanos menores.

La noche del secuestro, los cuatro integrantes del comando criminal ingresaron a la vivienda de Aniceto Latorre al 1800 como si la hubieran conocido de toda la vida. Sin dudarlo, fueron hasta la pieza donde Silvia dormía junto a su hermana menor, Nora, quien parecía invisible. Fueron directamente a la cama de Silvia y se la llevaron sin darle oportunidad siquiera de calzarse, ni ponerse algo encima del camisón rosa de plush que aún flota en la memoria agrietada de su madre. Desde esa noche, Brunilda sostiene de manera irrenunciable que era Ovalle quien encabezó el secuestro.

 

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