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Una simple recorrida por las calles y los accesos a la capital, demostraron una vez más que la economía familiar está más dinámica que nunca. Los abuelos convocaron a los padres, hijos y nietos, para que al igual que todos los años, hicieran de “soporte” a los miles de peregrinos que llegaron desde distintos lugares de la provincia para cumplir con la promesa: renovar el pacto de fidelidad con el Señor y la Virgen del Milagro.
Las botellitas de agua corrieron como agua bendita, al igual que las gaseosas o líquidos de otras especies. Las panadería trabajaron a todo ritmo para abastecer a la gente que no se dio tregua para elaborar una gran variedad de sándwiches. Las naranjas encabezaban los pedidos para producir el jugo, que actuaba milagrosamente recuperando la fuerza de los peregrino, mientras que otras frutas, en pequeñas bolsitas, se repartían generosamente. Un señor, en clara muestra de agradecimiento, esperaba en el acceso a la ciudad con 1.200 “choripanes” a los que ingresaban por esa vía. Otras mesas improvisadas en los costados de la ruta, atendidas por alegres propietarios obraron como “surtidores” de fe, que reabastecían de entusiasmo y esperanza a los caminantes, dejando atrás las estrellas, para iniciar la última etapa del viaje.
Sin dudas que ayer la bonanza de la economía se derramó hacia todos los sectores, porque los hoteles no tenían lugares, en tanto que conseguir una mesa en un restaurante era casi imposible. Ayer, en ese clima nadie bajó los brazos, desde los abuelos hasta los más pequeños.
Hacía mucho tiempo que la capital no vivía una situación parecida de tanta solidaridad y entusiasmo, pero con esa misma fe que se inició en septiembre de 1692 cuando los salteños salieron a la calle para pedir que cesen los terremotos. El compromiso con los santos patronos no se quiebra desde entonces, tampoco se devalúa, por el contrario se renueva con más fuerza.
La celebración se alimentó una vez más con la fe de los salteños de la capital, de los peregrinos que llegaron desde lugares remotos, después de caminatas de varios días, y de quienes vinieron desde otras provincias y países atraídos por esta devoción.
Parafraseando a Adan Smith, y su obra cumbre: “La riqueza de las Naciones”, en este caso podría ser “La riqueza de un pueblo”, sustentada en tres pilares fundamentales: generosidad, solidaridad y esperanza.
Solo aplausos y un coro de "bocinas"
La jornada empezó mucho antes, quizás con la partida de los peregrinos, desde distintas localidades del interior, pero el ingreso a la ciudad fue conmovedor. Ayer el tránsito era un caos, pero curiosamente nadie protestaba, pacíficamente se desviaba y atendía las indicaciones del personal de tránsito. En muchas esquinas de la ciudad, se improvisó una mesa, con distintos productos para ofrecer a los peregrinos. En una iglesia se tendió una larga mesa para dar de comer a la gente y así ocurrió también en escuelas y, otros establecimientos.
Los policías e inspectores de tránsito trabajaron a destajo, para que todo salga a la perfección. El libro de queja, permaneció en blanco, sólo el entusiasmo y el respeto fueron el común denominador; es más la ruta, más allá de la espera se caracterizó por los aplausos y el coro de bocina saludando a los que llegaban.