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Corazón atravesado por 5 espadas

Lunes, 23 de septiembre de 2013 02:27
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Rosendo y Graciela Galván perdieron a cinco de sus ocho hijos en la tragedia lacustre. Graciela Galván (55) dice que vive padeciendo esa eternidad de andar entre recuerdo y recuerdo. En su relato llaman la atención los cortes en las palabras. Para qué preguntarse por el sentido de esos quiebres, hay espasmos del alma que son inevitables... “Qué le voy a decir, ese día... El patrón de mi marido tenía hacienda y nos había dado unas vacas a cada uno de los peones. Sabíamos sacar leche y creíamos que ellos se habían ido a sacar leche, porque no sabíamos de ese bote. Bueno esa mañana no venían los chicos. Eran cerca de las diez. Vino un compañero de mi marido, venía corriendo para avisarme, serían cerca de las once, que se había volcado el bote. Entonces nos hemos puesto locos y yo me descompuse como tres veces. Me trajeron otra vez a la casa, me han vuelto otra vez a llevar y así me levantaba, volvía a reaccionar y volvía a ir. Hasta que en ese momento llegamos adonde teníamos que llegar. Las cabecitas se veían en el medio, desesperadas por salir, pero ellos no podían llegar a la orilla ni tenían cómo salvarse. Había padres que intentaban rescatar a sus hijos y han perdido su vida por rescatar a sus hijos. Era muy feo, muy feo. La señora de don Kiko Martínez, ella ha perdido tres chiquitos y ha quedado sin ningún hijo. Y bueno, hasta que llegó el marido de ella, llegó directo a tirarse y no pudo rescatar a ninguno de sus hijos porque ya no había nada. En ese momento había muchos padres que le gritaban a Matías Martínez, que lo iban a hacer sonar y un montón de cosas. Yo digo, si ellos tenían ese bote, debían tener algunos salvavidas, alguna cosa para tener cómo salvar a los chicos”, lamentó. Esta madre que sobrevivió a cinco hijos tiene cinco espadas atravesadas en el corazón. “A veces uno los extraña, más en la mesa, pero ya van pasando 23 años. Los llevo en el corazón y sé que me están iluminando, me dan fuerzas. A veces uno quiere disfrutar los hijos y el diablo mete la cola”. 

Néstor Galván, uno de los sobrevivientes

"Estoy acá por Dios, pero no olvido”

No se puede olvidar que mostrar y monstruo tienen la misma raíz. Mostrar toca siempre en algún ángulo la falta de respeto o el dolor. Nelson Galván hoy tiene 35 años, está desocupado y tiene dos hijas de 12 y 9 años. Dice que hay muchas personas en Las Lajitas que no quieren recordar, que les piden a él y a Angélica Mejillón que ya no hablen con la prensa. “Ese día en realidad no conversábamos de nada. Yo había quedado con mi mamá y mi papá, y todos mis hermanos se habían ido a andar en lancha. Después fui. Creo que estaban dando la última vuelta ya, pero entonces subí. Subieron bastantes chicos, pero nadie dijo nada. Después don Matías nos dijo: ‘Es la última vuelta, chicos’. Subió un hermano mío. Después estaba subiendo mi hermano el mayor, el de cuatro años, mis hermanas y yo. Y estábamos en el medio y la lancha ya estaba repleta. Bueno, después los chicos tocaban con la mano el agua porque estaba al ras, bueno, arrancó la lancha y se fue. Corrió, qué se yo, unos diez metros, quince metros. Cuando quiso dar vuelta, se paró la lancha y bueno, don Matías dijo que no nos moviéramos, que nos quedáramos quietos, porque no iba a pasar nada. Empezaron a llorar los chicos y él decía: ‘No se asusten, no va a pasar nada, quedensé tranquilos’. Bueno, cuando nos dijo así, se pararon los chicos de una parte, ahí es cuando se dio vuelta la lancha y empezó a hundirse y yo llegué hasta el fondo. Empecé a manotear, los chicos me pillaban de los pies, de la campera, de todos lados, por la desesperación de cada uno, hasta que me rozó una piola y empecé a subir. Pero había tragado bastante agua. Logré salir y lo único que hice fue agarrarme bien. Veía alrededor de la lancha los chicos que gritaban. Después ya me logré subir a la lancha, me puse como caballo y bueno, logré salvar una chica también, la agarré de la mano y la subí (Analía Mejillón). Y después lo veía a mi hermano que estaba con mi hermanito de cuatro años y que todavía aguantaban y mi hermanito lloraba, lloraba y yo había rescatado una de mis hermanas, la Marina, y la estaba trayendo ya y por la desesperación de los chicos me la quitaron, así que se hundieron todos. Quedamos yo, la chica y el silencio no más”.

Analía Mejillón fue por su hermano y terminó sobreviviendo la tragedia

“Me acuerdo de todo como si hubiese pasado ayer”

Analía Mejillón tiene 33 años, está casada y tiene dos hijos, de 17 y 7 años. Se dedica al transporte de pasajeros y turistas. “Hasta el día de hoy me acuerdo de todo como si hubiese pasado ayer. A mí me habían mandado a buscar a mi hermano, porque él se había ido con un grupo de chicos, y cuando yo llegué se había metido en la lancha y yo también me subí. Ninguno de los dos sabía nadar. Yo tenía diez y él ocho. El sábado anterior ya habíamos andado en la lancha y habíamos quedado con el entusiasmo de volver a subir. El día anterior eran menos chicos. Mermó de velocidad la lancha y nos levantamos todos porque había empezado a entrar agua. Cuando se volcó la lancha, muchos chicos quedaron debajo y ya no se los vio más. En ningún momento pude ver a mi hermano ni ayudarlo. En el primer momento no me sumergí, pero después sí y cuando llegué al fondo miraba hacia arriba y pensaba que me iba a morir. Cuando logré sacar la mano fue Nelson quien me agarró y me ayudó a subir a la lancha. El agua estaba muy fría. Todo el tiempo estaba temblando. No sé cuánto tiempo estuvimos ahí. Todos los chicos estaban muertos. Me acuerdo que querían entrar con un caballo para recatar a los chicos, pero el caballo se quedaba en la orilla. La desesperación de las madres que se querían tirar y no las dejaban. A mi hermano lo sacaron muerto ese mismo día, como a las cinco o seis de la tarde. Es difícil, pero si me hubiese pasado hoy, con la edad que tengo, hubiera sido peor. A veces uno, cuando es niño, se entretiene más, juega y se olvida de las cosas. El recuerdo siempre está. Cuando nos hicieron una nota, estuve en internet revolviendo todo y fue como volver a revivirlo. Ahora me pongo a pensar: quién iba a pensar que estuve ahí y pude haber sido una víctima más, como mi hermano. Me podría haber pasado. Quizás si no hubiera estado Nelson, me hubiera vuelto a tirar para buscar a mi hermano. Le debo la vida a él y a mi tío, que fue el que nos sacó. Pero sobre todo a Dios, que sin él no somos nada”, reflexionó. Sobre las voces de las víctimas cae el tiempo y es tiempo de irse. “No busco culpables”, con cluyó.

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