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24 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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Un paso histórico de tres líderes mundiales

Domingo, 21 de diciembre de 2014 00:10
El acercamiento entre Estados Unidos y Cuba, evidenciado esta semana pero puesto en marcha hace un año y medio, es un signo de los tiempos que se viven.
Los protagonistas son Raúl Castro, heredero del liderazgo de un gobierno que desde hace 55 años ejerce el poder sin figuras de recambio a la vista; Barack Obama, cuya condición de primer presidente negro de los Estados Unidos expresa en lenguaje simbólico la verdadera composición de la opinión pública de su país en el siglo XXI, y el papa Francisco, a quien se reconoce como artífice de este primer diálogo, que se plasmó justamente el día de su cumpleaños.
La derrota electoral del Partido Demócrata en los comicios legislativos de noviembre no inhibió a Obama para avanzar en una dirección muy resistida por sus adversarios internos republicanos. Si puede sostener la línea de aproximación, lo cual es muy probable porque Cuba y EE.UU. han cambiado, habrá fuertes transformaciones en el escenario regional.
Las posiciones extremas e ideologizadas poco a poco van cediendo espacio al sentido común. El principio de acuerdo se produce en momentos en que los Estados Unidos, que ya no es la superpotencia de la Guerra Fría ni el líder hegemónico que se insinuó tras la caída del Muro de Berlín, admite fracasos contundentes en su estrategia internacional, de los cuales son una muestra las dramáticas revelaciones sobre Guantánamo.
Al mismo tiempo, el gobierno de La Habana comienza a admitir que su régimen se está tornando obsoleto. Ningún gobierno hiper personalizado puede persistir durante medio siglo con resultados aceptables. Cuba ha logrado muy buenos niveles de nutrición y salud pública y un alto grado de alfabetización, cuya contrapartida es cierta fragilidad de la educación profesional en algunas especialidades. La economía cubana no alcanza a satisfacer necesidades esenciales, como la vivienda y el transporte, no brinda un nivel de ingresos por encima de los índices de pobreza y sufre la enorme dependencia del auxilio exterior.
El bloqueo norteamericano contribuyó al fracaso del socialismo, pero las causas centrales son intrínsecas.
El acercamiento de ambos países es una señal alentadora para el futuro. La democracia, que no existe en Cuba, sigue siendo el único sistema de gobierno capaz de asimilar las diferentes visiones para enriquecer la construcción colectiva de un país. Al mismo tiempo, la importancia que el régimen cubano le dio a la alfabetización y a la salud pública es una advertencia sobre los grandes déficits sociales que sigue exhibiendo el capitalismo, especialmente en los países periféricos, donde los sistemas económicos y políticos son vulnerables.
Es muy probable que lo que hasta ahora es un intercambio de presos y un incipiente restablecimiento de las relaciones diplomáticas anticipe una enorme transformación de Cuba en la próxima década.
La apertura dará lugar al acercamiento de la comunidad de los cubanos en el exilio radicada en Miami. Dos tercios de ellos nacieron en Florida, pero se sienten cubanos, son anticastristas y conservan lazos de sangre y afecto con los habitantes de la isla. Una migración masiva, acompañada de multimillonarias inversiones, encontraría un ámbito cultural favorable para transformación de Cuba en un país con economía floreciente, especialmente si su población se incorpora sin traumas a los hábitos de trabajo y consumo, y si la burocracia local admite que ya no hay espacio para la tradición política heredada de Unión Soviética.
Esa transformación, si se concreta, derribará también las últimas ilusiones del populismo chavista, que se pretendió "socialismo del siglo XXI" pero cuyos resultados no van más allá de la construcción de sistemas caudillistas de poder.
La intervención del papa argentino en este proceso no es un dato menor. Francisco muestra en cada uno de sus gestos públicos una mirada latinoamericana y es probable que haya advertido a Obama y a Castro que el bloqueo norteamericano es tan anacrónico como un régimen que no logra salir del círculo familiar. Pero, también, como lo sostienen en cada uno de sus pronunciamientos, que la economía y la política deben estar al servicio de la persona humana.



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El acercamiento entre Estados Unidos y Cuba, evidenciado esta semana pero puesto en marcha hace un año y medio, es un signo de los tiempos que se viven.
Los protagonistas son Raúl Castro, heredero del liderazgo de un gobierno que desde hace 55 años ejerce el poder sin figuras de recambio a la vista; Barack Obama, cuya condición de primer presidente negro de los Estados Unidos expresa en lenguaje simbólico la verdadera composición de la opinión pública de su país en el siglo XXI, y el papa Francisco, a quien se reconoce como artífice de este primer diálogo, que se plasmó justamente el día de su cumpleaños.
La derrota electoral del Partido Demócrata en los comicios legislativos de noviembre no inhibió a Obama para avanzar en una dirección muy resistida por sus adversarios internos republicanos. Si puede sostener la línea de aproximación, lo cual es muy probable porque Cuba y EE.UU. han cambiado, habrá fuertes transformaciones en el escenario regional.
Las posiciones extremas e ideologizadas poco a poco van cediendo espacio al sentido común. El principio de acuerdo se produce en momentos en que los Estados Unidos, que ya no es la superpotencia de la Guerra Fría ni el líder hegemónico que se insinuó tras la caída del Muro de Berlín, admite fracasos contundentes en su estrategia internacional, de los cuales son una muestra las dramáticas revelaciones sobre Guantánamo.
Al mismo tiempo, el gobierno de La Habana comienza a admitir que su régimen se está tornando obsoleto. Ningún gobierno hiper personalizado puede persistir durante medio siglo con resultados aceptables. Cuba ha logrado muy buenos niveles de nutrición y salud pública y un alto grado de alfabetización, cuya contrapartida es cierta fragilidad de la educación profesional en algunas especialidades. La economía cubana no alcanza a satisfacer necesidades esenciales, como la vivienda y el transporte, no brinda un nivel de ingresos por encima de los índices de pobreza y sufre la enorme dependencia del auxilio exterior.
El bloqueo norteamericano contribuyó al fracaso del socialismo, pero las causas centrales son intrínsecas.
El acercamiento de ambos países es una señal alentadora para el futuro. La democracia, que no existe en Cuba, sigue siendo el único sistema de gobierno capaz de asimilar las diferentes visiones para enriquecer la construcción colectiva de un país. Al mismo tiempo, la importancia que el régimen cubano le dio a la alfabetización y a la salud pública es una advertencia sobre los grandes déficits sociales que sigue exhibiendo el capitalismo, especialmente en los países periféricos, donde los sistemas económicos y políticos son vulnerables.
Es muy probable que lo que hasta ahora es un intercambio de presos y un incipiente restablecimiento de las relaciones diplomáticas anticipe una enorme transformación de Cuba en la próxima década.
La apertura dará lugar al acercamiento de la comunidad de los cubanos en el exilio radicada en Miami. Dos tercios de ellos nacieron en Florida, pero se sienten cubanos, son anticastristas y conservan lazos de sangre y afecto con los habitantes de la isla. Una migración masiva, acompañada de multimillonarias inversiones, encontraría un ámbito cultural favorable para transformación de Cuba en un país con economía floreciente, especialmente si su población se incorpora sin traumas a los hábitos de trabajo y consumo, y si la burocracia local admite que ya no hay espacio para la tradición política heredada de Unión Soviética.
Esa transformación, si se concreta, derribará también las últimas ilusiones del populismo chavista, que se pretendió "socialismo del siglo XXI" pero cuyos resultados no van más allá de la construcción de sistemas caudillistas de poder.
La intervención del papa argentino en este proceso no es un dato menor. Francisco muestra en cada uno de sus gestos públicos una mirada latinoamericana y es probable que haya advertido a Obama y a Castro que el bloqueo norteamericano es tan anacrónico como un régimen que no logra salir del círculo familiar. Pero, también, como lo sostienen en cada uno de sus pronunciamientos, que la economía y la política deben estar al servicio de la persona humana.



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