inicia sesión o regístrate.
Alguna vez mantuvo una charla con el maestro Aníbal Troilo, en el cementerio de la Chacarita, en San Martín, Buenos Aires. Es un “grande”, rótulo que adquirió hace bastante tiempo. Es el bandoneonista Carlos Abán quien puede mostrar una impecable trayectoria musical que es digna de respeto y admiración.
Lógicamente su voz no podía estar ausente en el Día del Bandoneón. “Es el instrumento más bello pero también el más difícil de ejecutar, hay que manejar muy bien las escalas. Requiere de muchos años de estudio para llegar a desplegar talento con el bandoneón. En mi vida entró como un hobby pero luego entendí que lo debía hacer de manera profesional”.
Don Abán nació en la localidad de Chicoana, pero durante cuatro décadas se radicó en Buenos Aires.
“En esa época conocí a grandes maestros del bandoneón, en su mayoría ligados al tango. Un día falleció un conocido músico y concurrí a su entierro en el cementerio de la Chacarita adonde no faltaba ninguno de los famosos. En un momento intercambié algunas palabras con Aníbal Troilo, realmente un hombre que predicaba sabiduría y humildad. Esa charla me quedará grabada por el resto de mi vida. En aquellos años compartí con varios músicos de dilatada trayectoria, como el pianista José Colángelo, quien era integrante de la típica de Troilo. También fueron inolvidables las vivencias con José Damés y Lorenzo Barbero. Compusimos un hermoso tema con Damés”.
Carlos Abán adquirió notable popularidad en las famosas carpas de carnaval, donde impuso su estilo particular de ejecutar el bandoneón. Siempre estuvo ligado al cancionero popular salteño. “Este instrumento -explicó- le brinda un sabor especial al folclore, por un lado le aporta una enorme dulzura y por el otro le otorga mucha fuerza a la música carpera. Es una verdadera lástima que se esté perdiendo interés en el bandoneón. Se ve muy poca enseñanza. Ojalá se revierta esta realidad”.
Tras resaltar la jerarquía artística de los bandoneonistas salteños, entre ellos Payo Solá y Marcos Thames, el legendario músico comentó que está grabando un nuevo disco de música típica, que en las próximas semanas saldrá a la calle. “Este será mi pequeño homenaje al tango”.
Aquellos días de Pitín en el bar “La esquina de Troilo”
El folclorista Pitín Zalazar también recordó al querido Pichuco. “Tuve el placer de compartir momentos con el maestro Aníbal Troilo. Fue en los inicios de la década del 70, cuando yo integraba Las Voces de Orán. Todos los días, después de grabar en la compañía discográfica CBS (hoy Sony Music), concurríamos con Federico, Ucucha y el Chango Nieto, a un barcito llamado ‘La esquina de Troilo’. Muchos famosos iban a compartir con el maestro, como el Polaco Goyeneche, Walter Ríos, Rubén Juárez, Iver Ruiz, entre otros. Me apasionaba escuchar las anécdotas de Pichuco y el Polaco. Eran fenomenales”.
El padre de Pitín también tocaba el bandoneón. “Una vez estaba tocando en el campo y un gaucho enojado le abrió el fuelle a la mitad. Mi viejo le pegó con una tapa de revista y siguió tocando”, recordó el folclorista.
También se refirió a la actualidad: “Hay una camada importante de bandoneonistas en: Juan Carlos Marín, Clavito Riera, Ariel Ibáñez, Juan Manuel Alsogaray, Pocho Sosa y los hermanos Pampa y Roque Torres”.
Saluzzi por Saluzzi, el orgullo de pertenecer
Dino Saluzzi es hijo del popular compositor e instrumentista carpero Cayetano Saluzzi, quien en Campo Santo comenzó a transmitir a sus herederos, la riqueza de la música y el misterio del bandoneón, a comienzos del 1900.
Dino es, desde hace mucho tiempo, un referente de la música popular argentina en el mundo, además de celebrado y destacado. Su hijo Matías, bajista, ayer lo recordó como el artista que recorrió el mundo “dejando la enseñanza de defender nuestra cultura”. Y destacó que su papá salió de Campo Santo cuando solo tenía 14 años y se fue a Buenos Aires. Entonces, la vieja Radio El Mundo era el cobijo de los músicos que daban los primeros pasos. Allí, no sólo creció musicalmente sino que se rozó y compartió con otros que luego también fueron referentes inequívocos del arte musical, entre ellos, Aníbal Troilo, de quien “fue amigo”, destacó Matías.
Hoy, Dino vive en Buenos Aires y desde allí recorre el mundo. Y, cada vez que tiene ocasión, entre familia se pregunta: “Qué hubiera sido de mí si no fuera por la música”. Lo mismo que se plantea Matías.