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26 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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La milonga, ese especial lugar para el encuentro

Lunes, 21 de julio de 2014 01:30
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Aún es temprano en la noche y en el salón comienza a escucharse un tango, sin estridencia. Con una naturalidad que sorprende, en segundos la pista está completa y, ordenadamente, las parejas fluyen completamente absorbidas por la música, sin importar otra cosa.
Así es la milonga, ese espacio que cada vez eligen más hombres y mujeres, de todas las edades, simplemente para disfrutar.
En general, el repertorio comienza con tangos, sigue con milonga y luego valses criollos, y entre tanda y tanda, algún otro ritmo romántico y tranquilo permite un descanso a los bailarines para disfrutar de un momento de charla, tragos de por medio.
Un largo camino
A lo largo de los años, en Salta hubo un proceso en el que las pocas tanguerías se fueron transformando para ceder espacio a otros ritmos.
Pero un grupo de jóvenes seguidores de la llamada música ciudadana decidió apostar, solo por amor al tango, al crecimiento de las milongas, con capacitación, con clases para principiantes y con espacios para bailar. Uno de ellos es José Luis Angel, joven dedicado a enseñar y transmitir esta especial forma de arte.
"Este es un ambiente maravilloso y por sobre todo, sano. Se unen a nuestros grupos jóvenes de 20 años y muchas veces con ellos llegan sus padres. Y comparten con señoras y señores de 70 en una conexión que solo pasa por el gusto y el sentimiento", explica durante un intervalo en la clase para principiantes que brinda los martes y jueves, a las 20.30, en Ameghino y Mitre, y también en el espacio La Buenos Aires 616.

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Angel hace una recorrida por los espacios que fueron abriendo y cerrando a lo largo de los últimos diez años. La primera milonga pública fue en el Paseo de los Poetas y Alvarado, pero el piso no era apto. La búsqueda de un lugar abierto los llevó a la glorieta de la plaza 9 de Julio los sábados, que volverá cuando termine el reciclado. "Afortunadamente hay milongas que siguen adelante en diferentes lugares y queremos que crezca, porque el abrazo tanguero es, por sobre todo, experimentar una profunda ternura por el otro", dice.

Los testimonios


Patricia (34)
"Cuando terminé mi carrera universitaria (es ingeniera agrónoma) sentí la necesidad de hacer algo fuera de los estudios. Mi hermana mayor ya había comenzado a tomar clases de tango, me animó y así llegué hasta acá. Ella abandonó y
yo ya llevo ocho años bailando.
Los primeros fueron de aprendizaje, con intervalos por cuestiones laborales, pero en
los últimos años me uní a la milonga y nunca la dejé. A mí me
cuesta verbalizar mis sentimientos, pero la milonga es mi ámbito para expresarme a través de un juego con el propio cuerpo. De eso se trata la danza".
Lucas (24)
Estudiante de geología, este joven se desplaza como un experto. "Hace cinco años que bailo. Pero cada vez que toco la pista me doy cuenta cuánto me falta aprender. Justamente esa es una de las tantas cosas lindas del tango: siempre buscas la perfección y hay algo nuevo para incorporar. En mi caso, esta música simplemente me gusta, me atrajo desde que la escuché porque en casa no hay tradición tanguera. Un domingo pasé por la glorieta de la plaza 9 de Julio, recibí un folleto para iniciarme en las clases, me animé y no lo dejé más. Y en esto de bailar, lo que más me gusta y conmueve es el vals".
Ludovic (33)
Es francés, diseñador gráfico y con novia salteña. "Me atrapó ella (señala a su pareja de baile) y el tango. Esta música es muy conocida en Europa y en el mundo y por eso decidí venir a la milonga. Tengo curiosidad sobre esta parte de la cultura argentina. No es fácil para mí, pero me gusta este ritmo, tan diferente de otros del resto de América Latina que conozco más como la bachata. La manera de desplazarse, el abrazo, el contacto con la pareja es algo extraordinario porque los franceses somos fríos, poco expresivos. Por lo tanto, este baile es más complicado para nosotros. Solo hay que animarse".
Josefina (38)
Psicóloga, le dedica tres noches a la semana a la milonga. "Estoy acostumbrada al tango porque mi papá siempre escuchaba. Hace un tiempo me uní a un ballet de principiantes y se transformó en una pasión. El tango despierta el sentir, abrís las emociones desde el mismo lugar físico donde se ubican: en el pecho. La música te envuelve, te acaricia, te conecta con la tierra y con la pareja. Pero además, encontrás una familia integrada por gente sana, divertida, que habla el mismo idioma. Bailando tango liberás los prejuicios, porque más que a un hombre abrazás una pasión que se instala en la sangre".
Fernanda (38)
Gestora, esta joven reafirma que el tango gira en torno de los sentimientos. "Mi abuelo escuchaba tango y creo que absorbí el ritmo desde mi infancia. Aunque en principio no fui muy constante, ahora no dejo de ir a las clases y a las milongas. Una vez que vencés la timidez y la vergüenza de abrazar a alguien que muchas veces no conocés, llega lo verdadero de este baile: la emoción. Si bien el tango tiene mucho de sensualidad, cuando nos reunimos solo nos dejamos guiar por la música, tanto que nadie quiere que termine. Hay que animarse y, por supuesto, no es apto para celosos".



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