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Laberintos humanos. Ponciano Avalos

Miércoles, 23 de diciembre de 2015 01:30
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Laberintos humanos. Ponciano Avalos

Así llegaba el carnicero para cobrar los últimos asados que le comprara Ponciano Avalos, cuando ante su insistencia salió a atenderlo la mujer de la escoba. Su marido ya me debe una cuenta larga, que no se la detallo para no ser indiscreto, señora, le dijo, así que es mejor que se ponga al día antes de que le arme un escándalo.

Vea, le respondió la señora de la escoba, que mi marido se fue con otra y el que tengo en casa es marido ajeno, y tras escucharla el carnicero asomó la cara por la puerta para cerciorarse de que el deudor era el que parecía apurar la milanesa con la ensalada antes de que se la confiscaran. Es ese, Ponciano Avalos, le dijo de todos modos el carnicero.

Tras decirlo sacó una larga lista del bolsillo, que comenzaba en julio con una cantidad exorbitante de chorizos para extenderse por agosto con varios tipos de asado, a lo que la mujer le preguntó por qué le seguía fiando si es que no le había pagado la primera. Mi esposa me preguntó lo mismo, le dijo el carnicero.

Pero es que me había prometido un cargo si es que ganaba las elecciones, pero como cuando llegó la contienda no lo vi en ninguna boleta, dijo el carnicero, empecé a sospechar de la política y decidí venir a cobrarle.

La mujer de la escoba se volvió hacia Ponciano Avalos, lo miró adusta y le preguntó para qué compraba tanta carne, y el hombre, bajando la vista, le confesó que tuvo la veleidad de postularse para concejal. Después no me quiso ningún partido, pero a esa altura ya estaba enviciado con eso de convidar asados.

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