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Durante tres años estuvo a cargo de la Pastoral Social del Obispado, que tramitó y organizó inicialmente el servicio. En febrero de 2014 pasó a manos del municipio y, a los pocos meses, dejó de funcionar.
El sacerdote Rubén Gutiérrez fue coordinador de la Pastoral Social durante el tiempo en que la institución sostenía la línea. "Durante los años 2010 y hasta principios de 2014, la Iglesia logró conformar y regularizar una opción confiable de atención y prevención al suicida, colaborando además con tareas de preparación de voluntarios, prevención en distintos ambientes de la sociedad oranense y procuró el acompañamiento de familias afectadas por la muerte de alguno de sus miembros", explicó.
Y puso el acento en los objetivos que dieron origen a este servicio: "Todo el accionar se encaró únicamente desde la solidaridad, el voluntariado, el compromiso ciudadano y el esfuerzo intersectorial". El párroco dejó en claro que, al transferirse al nuevo centro municipal, los operadores de la línea 135 fueron debidamente capacitados y seleccionados, pero además trabajaron como voluntarios ad honorem todos los días entre las 22 y la 1 del día siguiente".
Salud Pública no se preocupó
Para Norma Lizárraga de Bruno, exsecretaria de Desarrollo Humano de la comuna, el Ministerio de Salud fue el responsable de que la línea 135 dejara de funcionar.
La exfuncionaria recordó que entre 2012 y fines de 2014, fecha esta última que pasaron la línea a la comuna, "se les prometió a los voluntarios remunerarlos por el servicio para comprometerlos aún más con la labor social. Se presentó la propuesta en la cartera sanitaria, pero se la archivó y hasta hoy no tiene respuesta. El expediente no se movió y eso provocó que a los pocos meses dejara de existir".
Según Lizárraga, el desinterés y la indiferencia sobre un servicio tan necesario, provocó la deserción paulatina de los voluntarios, quienes confirmaron que la promesa de tener una remuneración no se cumplió.
En definitiva, hoy la atención al suicida no funciona, además de haber quedado interrumpido todo el trabajo de prevención que el equipo intersectorial desarrolló por poco más de tres años, con un promedio de cinco llamadas diarias.
Los antecedentes
Frente a un tema tan sensible como el suicidio, se estima poco conveniente hablar de cifras y tasas. La existencia de un solo caso ya implica una profunda preocupación social y es innegable que casi todos los meses ocurren en diferentes edades y clases sociales.
Esta realidad es la que justifica la existencia de la línea de ayuda y así lo entendió el exobispo de Orán, monseñor Jorge Lugones, quien trasladó su preocupación a distintos sectores como la sede regional de la UNSa, el hospital San Antonio de Paúl y la Policía local. A este esfuerzo interinstitucional se sumó la Municipalidad, a través de la Secretaría de Desarrollo Humano.
La destacable tarea de los operadores
Los exoperadores comentaron a El Tribuno que muchos colaboraron dando charlas y en las capacitaciones. "Cuando sonaba el teléfono el operador comenzaba a interactuar con su interlocutor y cada situación planteada requería un tipo de respuesta. Es ahí donde comienza a jugar el entrenamiento, se ven muchos tipos de casos y hay que buscar la mejor forma de llevar adelante todo el proceso. La charla duraba de 30 a 45 minutos, para guiar a la persona. Las mujeres son las que más se animaron a llamar, la mayoría entre 35 a 45 años, y numerosos adolescentes", contaron.
De acuerdo a la experiencia de los voluntarios, las mayores angustias se plantearon como consecuencia de la violencia familiar y el alcoholismo.
"Cuando terminábamos el horario de atención de la línea ya no pensábamos en lo que hablamos, sino que nos manteníamos expectantes a las novedades del día siguiente. Es muy frustrante y doloroso enterarse que atendiste una llamada e igualmente la persona tomó la más terrible decisión. Lo importante es que en el momento de la llamada todos los esfuerzos están en tender la mano a la persona que se comunicó, pero parece que el Estado no piensa igual", dicen.