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Laberintos humanos. Merecimientos y abandonos | Laberintos Humanos

Miércoles, 20 de mayo de 2015 23:00
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Laberintos humanos. Merecimientos y abandonos

Y mientras el hombre solitario de la montaña le hablaba a Carla Cruz de ese vecino suyo, que sin embargo no vivía tan alto como él, la muchacha vio que se arrodillaba a su lado y le tomaba la mano. Escuchó como ese hombre le decía que ella llegó tan alto en la montaña porque es la mujer que lo merece.

Nadie que viva por debajo de mi casa te merece a vos, le dijo el hombre besándole la mano, pero la mirada de la muchacha se perdía en lo bajo donde una polvareda espesa se elevaba como una columna hacia los cielos. Esa polvareda era la señal de la guerra entre la gente y sintió nostalgia, acaso entre ellos guerreara aún su amado Pablo.

El hombre se volvió hacia la columna de humo y, leyéndole el pensamiento, le dijo que era la tierra levantada por tanta gente que huye. Huyen de los Varela, le dijo el hombre. Son poblaciones enteras que huyen porque nadie se atreve a combatirlos, le dijo sin dejar de tener su mano entre las suyas.

Carla Cruz miró hacia lo bajo y su corazón se fue tras esa polvareda, acaso Pablo estuviera allí. Se puso de pie y miró hacia el hombre de las alturas, quien la miraba entristecido desde el suelo. Algunas lágrimas le llenaron los ojos pequeños pero ella se volvió para empezar a descender.

No miró hacia atrás para ver si la llamaba pero no lo escuchó y se alejó por el sendero que baja de la montaña tan alta a la que ni el mismo viento se le atreve, sólo el hombre sabio. Y al tiempo que bajada dejando que el peso del cuerpo la apurara, pensó en la de gente extraña que conocía en su camino.

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