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Laberintos Humanos. Trabajo sin ganancia
El hombre que vive en esa casa me prometió un puesto en vaya a acordarse uno qué gobierno, y a cambio yo debía trabajar para él pero sólo tuve trabajo sin ganancia, le dijo el hombre bajo y gordito, y al regresar a mi casa ya no estaban ni mi mujer ni mis hijos esperándome. Y al decirlo se puso a llorar que daba lástima.
¿Dejó su familia y su casa para seguir a un hombre que le prometía un puesto en un gobierno, y al regresar no tenía nada?, quiso corroborar Carla Cruz. Así es, dijo el petacón y barrigudo secándose las lágrimas de los ojos con las mangas de la camisa. No quedaba nada de lo que era mío.
A mi mujer la alzó un vecino. La pobre pasaba hambre y con más los changos le habrá hecho caso, todo por seguir a este hombre en sus mentiras, dijo el bajito de panza y Carla Cruz le agregó que ni siquiera podía acusar de todo al mentiroso, porque no todos son de abandonar su hogar por una promesa.
Es que yo no era nada en mi casa, si apenas me respetaba mi mujer y menos mis hijos, y el hombre me prometía riqueza, pereza y buen nombre, ¿cómo no seguirlo? Entonces no debiera arrepentirse de que, al llegar, ya no lo esperara su familia, le dijo Carla pero el hombrecito respondió que tras descubrir la mentira que le prometía, pensé que por malo que fuera, lo conocido era mejor.
Me merezco lo que me pasa, dijo el hombre golpeándose la cabeza contra el tronco del árbol. Me merezco esto y me merezco peores cosas, como siempre me decía mi esposa: por peores cosas que te pasen, ni siquiera son las que te merecés.