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Laberintos humanos. Enemigo digno
Perdido el teléfono celular con que se comunicaba con el Abuelo Virtual, Carla Cruz debía tomar las decisiones por si misma. Y decidió dejar pasar a la población que huía para enfrentarse a los Varela, así que cuando esa turba de niños, ancianos, mujeres y pastores siguió su paso, vio las motocicletas saltando sobre montículos de tierra amontonada por el río en sus crecidas.
Los Varela se le acercaban con la gracia que precede al cruel combate, enarbolando sus tacuaras de pvc, agitando sus cascos de hierro y lanzando alaridos de júbilo, que aumentaron en intensidad en cuanto vieron a la joven en medio de la playa. Carla Cruz alzó una piedra que arrojó sobre el motociclista que se le acercó por la izquierda.
Golpeó con esa piedra al Varela que le arrojó su lanza, con la que le dio en el hombro antes de caer al piso. Carla vio que su hombro sangraba, alzó la caña y la clavó en el pecho del bárbaro cuando intentaba volver a montarse. Los otros, viéndola triunfar, gritaron su alegría por dar con un enemigo digno.
Ya la cercaban algo más de una decena de enemigos, cuyas sonrisas desdentadas brillaban bajo sus cascos de hierro. Uno de ellos aceleró su motocicleta para toparse con ella. El resto esperaba en círculo como si la respetara, como si quisieran verla pelear con cada uno de ellos hasta que alguno la derribara.
Carla Cruz se plantó en medio de la playa para esperarlo mientras el Varela comenzaba una carrera que ganaba velocidad con los metros, alzando con su diestra la tacuara de pvc con que le apuntaba al pecho.