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Laberintos humanos. Furia histérica | Laberintos Humanos

Domingo, 03 de mayo de 2015 12:06
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Laberintos humanos. Furia histérica

Carla Cruz se paró frente al molle y se puso a insultarlo a los gritos. Cada cosa que le decía acrecentaba su violencia, tanto en volumen como en virulencia, hasta que llegó a ofenderlo en lo más íntimo.

Acaso fue por tanta angustia desde que sus padres la abandonaron en Huichaira a la voluntad de los Varela, tal vez el haber creído que Pablo podía salvarla para perderlo y andar por sobre suelo espinoso, siempre en peligro, siempre al borde del abismo, y cuando el Abuelo Virtual le dijo que debía increpar al molle bajo el que se quedó dormida, Carla Cruz se desbocó.

Ella le gritaba y el árbol mudo, con sus ramas cayendo en las lágrimas verdes de sus cientos de hojitas, con el tronco herido por la insaciable rapacidad de algún insecto y su sangre en la boca del parásito, y los gritos de Carla Cruz y la impotencia del molle que no podía responderle y ni siquiera detenerla en su furia histérica.

Pero llegó el punto en el que ya ni una planta puede resistir, y cuando la misma muchacha se sorprendió de lo violento de sus palabras, el molle alzó una de sus ramas para clavársela en el rostro con un sonoro cachetazo. Entonces Carla Cruz se quedó muda, con los ojos bien abiertos por el asombro y los labios secos de insultos ya, quieta y mirándolo.

Mire lo que me ha hecho hacer, le dijo el molle a Carla Cruz. ¿Está arrepentido?, le preguntó la joven y el tronco se abrió para decirle que no, pero que ella no tenía el derecho de obligarlo a actuar. ¿Puede acaso comprenderlo?, le dijo desde atrás del flequillo del follaje.

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