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Laberintos humanos. Inventores responsables | Laberintos Humanos

Domingo, 12 de julio de 2015 18:46
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Laberintos humanos. Inventores responsables

Cuando Armando les dijo que se había enamorado de una muchacha muy bella llamada Anaclara Belustagain, hija de don Alberto Belustagain, y les dijo que la joven había muerto de tristeza, uno de los hombres de la mesa ovalada, que fumaba cigarrillos liados con papel azul, dijo que también había inventores que buscaban solucionar ese tipo de problemas.

Aclaró que esos inventores no se habían preguntado si era justa su pesquisa, y sentenció que los inventores responsables deben saber primero si sus inventos son justos y necesarios. Hay cosas que se inventan que contradicen abiertamente las leyes de la naturaleza, dijo.

Esta es una de ellas, porque cuando pasa el tiempo, aunque las muchachas ni mueran ni envejezcan, la belleza se les diluye. No es que se les vaya, sino que es como que el tiempo va olvidando la belleza, es como que, sin desaparecer, deja de existir. Es la desidia, dijo otro y este respondió que capaz lo sea.

Uno de ellos dijo que los mismos adjetivos se van diluyendo en los sustantivos a los que pertenecen como el azúcar en el agua. Ya nadie sabe si el té está dulce porque a nadie le importa con el tiempo, dijo y Armando les preguntó cuáles eran esos inventos justos y necesarios a que se dedicaban ellos.

Muchos, dijo uno y Armando preguntó si no habían inventado un invento que lo llevara hasta su pueblo, porque eso es lo que él quería: regresar a casa. Entonces, el de los perros, el que lo había invitado a entrar a la casa, le dijo que eso no era necesario porque el tren ya existía.

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