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Laberintos humanos. Tipo raro
Armando era un tipo más raro que guiso de cayote con charqui, cosa que, con un dejo de fanfarronería, Petraccio no sólo nos dijo haber probado sino que era de las especialidades de su ex mujer. Es que usted la anda extrañando ya, le dijo Armando mientras pasábamos la mañana en la piecita que se habían conseguido algunas cuadras más arriba de la mía.
Armando había llegado andando el Túnel que los transportó desde otro tiempo distante y ajeno, en tanto que la boca de ese túnel daba a la zanja que cavaba Petraccio cuando los vio llegar a nuestro presente. Pero se habituaron fácilmente al hoy, donde hay que reconocer que tenemos más de un contemporáneo insólito.
Dejen que les cuente, dijo Armando aprovechando que se trataba de un desayuno puramente varonil. Porque una de las cosas que me sucedió en el Túnel, en cuanto abandoné la ciudad, fue tener la necesidad de rescatarme.
Petraccio, creyéndose cómico y acaso cobrándole eso de que extrañaba a su ex mujer, le preguntó que desde cuando andaba cautivo, a lo que Armando se puso serio y le respondió que tal vez desde la misma eternidad. No lo sé exactamente, pero creo que la prisión no tiene un comienzo.
Yo caminaba por el Túnel entre tanta gente que mudaba de época, cuando sentí que eso lo había vivido una infinidad de veces. ¿Nunca les pasó eso a ustedes?, nos preguntó y Petraccio le iba a responder que muchas veces, e iba a dar uno y otro ejemplo pero en todos estaba la memoria de su exmujer, y prefirió no contárnoslo para que no lo tomemos de punto.