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Olarte es un joven salteño que en medio de la crisis que se originó tras el año 2001 decidió emigrar al país trasandino en búsqueda de trabajo.
Allí encontró a quien sería su esposa y juntos formaron una familia que vive en La Serena desde hace algún tiempo.
Estaban esa tarde-noche precisamente en los negocios buscando precios para comprar el traje de "guaso" para su hijo mayor Joaquín, ya que es tradicional vestir así a los niños para las fiestas patrias en las escuelas.
A sus dos chicos los habían dejado en su casa, distante a unos 3 kilómetros de la costa, al cuidado de una niñera.
Estaban en el subsuelo de un centro de compras de tres plantas, cuando la tierra comenzó a moverse. "Primero todo estaba bien, es como que uno ya se acostumbra a los movimientos; pero este fue extrañamente largo. Por eso la gente comenzó a desesperarse cuando empezaron a percibir que esto iba a ser algo grande", dijo Rafael en diálogo telefónico con El Tribuno.
El terremoto duró casi 4 minutos, lo cual es una eternidad. La preocupación fue mayor cuando comenzaron a caerse las mamposterías, cielorrasos, adornos. El ruido fue aterrador y todos salieron al resguardo de la calle a los gritos.
Ya todos sabían que habrían consecuencias graves y todos salieron en una loca carrera en búsqueda de sus familiares.
Rafael y Ninoska salieron a buscar a sus niños y el embotellamiento los frenó en una autopista costera.
En ese mismo momento, por la radio, daban el alerta de tsunami; se venía la gran ola con lo cual todos comenzaron a desesperarse. Los automovilistas avanzaron en total anarquía y finalmente lograron salir de la autopista y llegar a su casa donde vieron a sus hijos Joaquín y Rafaella Alfonsina en perfecto estado.
El relato de Rafael no termina allí. Al día siguiente lo llamaron de urgencia para una empresa que trabaja.
Aguas del Valle lo convocó para realizar los relevamientos y reparaciones de los daños en las cañerías del servicio de agua. Toda la zona estaba clausurada y muy poca gente podía ingresar al área de desastre.
El salteño relató lo vivido en tierras arrasadas. "Yo llegué a la zona afectada por el tsunami y no es como nada que uno se haya imaginado. En realidad es hasta diferente de lo que muestra cualquier canal de televisión. Es muy triste y terrible ver cómo está todo desparramado. Se ven muebles por todo lados, empalizadas que se forman con árboles y autos, las casas destruidas y cortadas a la mitad; es como una zona de guerra. Además el agua no discrimina así que vos ves las casas de los ricos y de los pobres todas destruidas por igual y todos en el mismo entrevero de restos por todos lados. Es muy triste ver a todos sin nada", sostuvo.
Lo que vio Rafael fueron los cientos de barcos pesqueros, buques, autos, camiones, desechos de casas y puestos de ventas en la calle, todos arrasados por el tsunami en la ciudad pesquera de Coquimbo.
Según el último reporte de la Oficina Nacional de Emergencias (Onemi), el sismo dejó 610 albergados y 526 viviendas dañadas, en su mayoría en esa ciudad.
"Se debe destacar el trabajo que se hace en Chile para la capacitación en saber qué hacer ante los terremotos, pero este fue superior y aterrador. En Salta también deberán comenzar a trabajar como acá porque nuestra provincia también es sísmica", dijo Rafael.