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La masa mediática, instrumento político

Domingo, 05 de junio de 2016 01:30
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Un artículo publicado el domingo 22 de mayo de 2016, que lleva la firma de Lucas Potenze, titulado El pueblo seduce; la masa atemoriza, analiza el término "masa" en el sentido de "conjunto que ha perdido individualidad", según Condorcet, siempre con una connotación negativa.
Al abordar el diccionario de la lengua española, de la RAE (2014), sobre la palabra masa, en su octava acepción, se puede leer: gran conjunto de gente que por su número puede influir en la marcha de los acontecimientos. La masa. A su vez, la novena acepción reza: Muchedumbre o conjunto numeroso de personas. Úsase más en plural. Las masas populares.
También es conveniente detenerse en el análisis, de la misma fuente, del dicho "Pegársele a quien maneja intereses algo de la masa", locución adverbial coloquial que significa aprovecharse abusivamente, puesto que describe cuál es la connotación de la palabra aplicada, estrictamente, al sentido que le atribuye el artículo citado, pero también lo hace la generalidad de los hablantes, al referirse a ella, y la entiende así.
Sin lugar a dudas, conlleva un sentido altamente negativo. Inclusive, la definición que otorga la RAE a la palabra tiene implícita tal connotación, en cuanto esa cantidad de gente puede influir en la marcha de los acontecimientos. Es preciso aclarar que, en ediciones anteriores del diccionario, no se ofrecía esta misma definición; es evidente que fue levemente cambiada debido a la evolución de las situaciones en las que se usaba el apelativo.
Es preciso aclarar que, en ediciones anteriores del diccionario, no se ofrecía esta misma definición; es evidente que fue levemente cambiada debido a la evolución de las situaciones en las que se usaba el apelativo.
Por otra parte, existe otro sinónimo que expresa, aproximadamente, el mismo sentido: Turba que, según el mismo diccionario, significa muchedumbre de gente confusa y desordenada. Los dos adjetivos aportan la similitud que existe con respecto a masa. Sin embargo y a pesar de que no está especificado explícitamente, turba muestra un sentido menos abarcativo, cuantitativamente hablando, con respecto a masa.
Asimismo, queda clara, en el título del artículo, la oposición semántica entre las palabras pueblo y masa: pueblo lleva una evidente connotación positiva, mientras la otra ofrece todo lo contrario. El articulista Potenze coincide con estas apreciaciones a lo largo de su escrito: ambas tienen interpretaciones diferentes, afirma. Insiste en la orientación negativa de masa, al asociarla a varios adjetivos que le son afines: masas ignorantes, descontroladas, hambrientas, indignadas. Es difícil ver esta palabra con adjetivos como civilizada. No deja de ser importante la aclaración que de la mano de un teórico de la libertad, Benjamín Constant, al defender el individualismo por sobre las masas realiza Potenze: "Todo es moral en los individuos, pero todo es físico en las masas". Es que, el modo en que se había valorado, en épocas anteriores, al individualismo, después del período de la industrialización, las guerras y, en especial, de la Segunda Guerra Mundial, quedó prácticamente opacado por el sufragio universal y la fuerza dinámica de la opinión pública. Esto comenzó a cambiar el espectro del dominio global de la opinión pública. No es que, antes de eso, esa opinión pública fuera totalmente libre, pero el crecimiento cuantitativo y cualitativo de las técnicas de comunicación masiva, disponibles para un gran porcentaje de ciudadanos de todas las clases sociales, permitió un dominio más pronunciado de ciudadanos, en especial de la clase media-baja y media-alta. Esto obliga, necesariamente, a considerar algo que, al menos, parece no haberse generalizado: la consideración de una masa mediática.
La masa mediática
Desde que existen los medios masivos de comunicación (radio, televisión, teléfono, por ejemplo), es posible generalizar afirmando que se usó de ellos para crear conciencia, en la población, e influir decisivamente en ella, sobre procedimientos, políticas y otras cuestiones a favor de determinadas personas, grupos o instituciones. Sin embargo, a partir de la globalización de las redes sociales y de otros medios que llegan a mucha gente en contados segundos, es posible multiplicar ad infinitum la influencia que se puede ejercer con dichos medios.
De hecho, tenemos miles de ejemplos de juicios que han sido convenientemente orientados por una prolija y planificada campaña mediática, por la cual se ha logrado convencer (o, al menos, condicionar) hasta a los jueces. Muchos han denominado a esta metodología como juicio mediático. Esa campaña incluye la participación de ciudadanos que, de un modo espontáneo (pero quizá también muy orientado), organizan marchas y otras manifestaciones, muchas veces impactantes, mediante las cuales se crea en la gente un convencimiento sobre la culpabilidad de los que luego, con alta probabilidad, serán condenados.
Otro tipo de procedimiento, al que habitualmente se suele acudir, es el de denostar figuras políticas de gran poder de convocatoria en la sociedad, para públicamente atacarlas mediante una campaña en la que se difunden sus puntos flacos o débiles, sus defectos, sus relaciones amorosas, y todo aquello que constituya una "prueba" negativa que indisponga a la opinión pública en su contra. De esta manera se destruyen figuras eventualmente valiosas por culpas que, es probable, no les incumba. Aunque asimismo (hay que admitirlo) se destruya a gente que se lo merece. Muestra de esto último es la situación de acuerdo, al menos, con mi análisis personal que llevó al ingeniero Mauricio Macri al poder. En efecto, quizá sin la intervención de una campaña mediática de este tipo, los resultados de las elecciones generales de 2015 no habrían sido los mismos. A la vez, la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, con el uso del canal televisivo oficial, abusando del uso de la Cadena Oficial, no hubiera podido permanecer tanto tiempo en el poder. Por otra parte, también hemos podido apreciar cómo la fuerza periodística de los medios de comunicación han demostrado su poder este año en el caso del famoso Panamá papers: en solo una semana el tema se viralizó de tal modo que todo el mundo estuvo al tanto de esa situación. Uno de los recursos que maneja la llamada campaña mediática es el aspecto emocional de las personas, poniendo sobre el tapete temas críticos que conmueven a la opinión pública generando, de este modo, un interés general de parte de la gente para solidarizarse con los implicados. Los sufrimientos de una madre pobre que pierde a su hijo por mala praxis, la pobreza de un niño de la calle que sufre lo indecible a su edad, y tantas otras situaciones similares y hasta peores, son el caldo de cultivo de cámaras y micrófonos, los cuales explotan la sensibilidad (o sensiblería) de la gente, no solamente inocente y sin muchas luces, sino hasta gente culta, tocada en sus fibras íntimas. Estimo que esta masa mediática será motivo de muchas palabras y de abundante reguero de tinta en programas televisivos, radiales y en periódicos...

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