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¿Y si pensamos la Salta 2030?

Martes, 07 de noviembre de 2017 00:00
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Luego de que el embudo eleccionario nos haya revelado algunos nuevos funcionarios y otros viejos conocidos que renovarán sus cargos, me sorprende lo poco y nada que he visto, leído u oído durante sus campañas con respecto a propuestas para la ciudad de cara a la próxima década, para no irnos tan lejos.

Casi que llamativo tan escasa consideración teniendo en cuenta el vertiginoso y notorio crecimiento de la ciudad, que si no es acompañado por acciones urbanísticas va inexorablemente camino a un colapso aún mayor en corto tiempo.

Si bien es cierto que el crecimiento es propio de las ciudades, el no hacerlo de una manera organizada es sinónimo del caos de mañana.

Quienes tuvimos la suerte de conocer la ciudad de Barcelona en España, nos maravillamos de sus calles y edificaciones, pero nada fue al azar, sino que tal como la conocemos es la consecuencia de un proyecto pionero de reforma urbanística llamado "Plan Cerdá", allá por el año 1860, ­cuando ni siquiera habían automóviles!, pero si, una clara visión de futuro. Tan sólo por citar una ciudad, que seguramente hay muchas para poner como ejemplo.

La imprevisión

En Salta, en vez de prever y proyectar la ampliación a conciencia de ciertos trazados, plantamos arboles en las márgenes para que en tan sólo una década no podamos ni ensanchar ni mover los arboles. Entonces pienso: ¿Hay algún plan certero para la ciudad para los próximos años? ¿O los gobiernos solamente planean para el tiempo que duran sus mandatos y que el que los suceda se las arregle como pueda e ir solucionando sobre la marcha y atando todo con alambre, como siempre?

Es fácil a los ojos de cualquiera darse cuenta de que la ciudad ha pasado a tener un gran conurbano que va desde la localidad de Vaqueros hasta Cerrillos prácticamente y que muchas calles y avenidas han quedado obsoletas en determinadas horas.

Entonces no es tan difícil deducir que la proyección a futuro no es muy alentadora en tal sentido.

Eratóstenes y Vaqueros

Allá por el siglo III antes de Cristo, Eratóstenes de Cirene, matemático y astrónomo griego, usando solamente palos y sombras calculó la circunferencia de la tierra con un error de entre 10% y 15%, pero acá, en pleno siglo XXI y con toda la tecnología disponible, hay quienes no pueden hacer una rotonda bien hecha. Por ello es que se me vienen más dudas que certezas en cuanto al diagramado de la ciudad futura. Y esto no pasa por tener o no recursos en muchos casos, sino que pasa por la carencia de visión y la ineficacia de las decisiones al respecto, para ser un poco bueno y no llamarlos de otra manera.

También me apena como salteño y en cierto punto hasta me da bronca y llama profusamente la atención que mientras en muchas ciudades del mundo tienden a preservar su patrimonio arquitectónico, acá son cada vez más las antiguas edificaciones del casco céntrico que son demolidas para darle lugar a fachadas que no se corresponden con nuestra historia e identidad. Invito a cualquiera a que se den una vuelta por el centro para observar tal deterioro en manos de bancos, prepagas o locales comerciales que se fueron instalando en los últimos años, desintegrando raudamente aquellas postales coloniales que tanto nos enorgullecía décadas pasadas para darle lugar al estilo "caja de zapato" y muchas levantadas mediante complicidades a partir de ordenanzas de excepción.

Interrogantes a futuro

Me pregunto cómo será la ciudad en tan sólo una década más si seguimos de este modo, con edificios de estilos arquitectónicos que no atañen a nuestra idiosincrasia y esbozándose a merced de los desarrolladores inmobiliarios y sus negocios. Nomás pararme sobre Belgrano y Balcarce y ver algunas construcciones nuevas me da escalofríos.

Particularmente no creo que avanzar o crecer tenga que ser sinónimo de tirar abajo lo que está hecho, más bien habría que orientar el crecimiento hacia otros sectores y dejar el centro como está, arreglado y peatonalizado. Basta de destruirlo.

Está claro que, inapelablemente la ciudad en algún momento va a tener que ir para arriba, por lógica pura de espacios y crecimiento demográfico y creo que en cuanto se reactive la economía, la construcción en Salta va a entrar en un fuerte auge debido a la demanda de viviendas y la cantidad de casas acordadas para fideicomisos.

Pero ¿va a crecer ordenada y coherentemente la ciudad en los próximos años? Ojalá que los nuevos funcionarios y aquellos que renuevan sus cargos contemplen con más ahínco esta cuestión.

Es oportuno mencionar también lo atiborrado de gente que se ha vuelto el centro en horarios comerciales, haciendo que a uno no le quede otra que llenarse la mochila de paciencia y tolerancia para realizar algún trámite o lo que sea. Está bien, es normal tanta gente en ciertas horas, como en todos lados, pero cuando lo hacen por veredas y calles pensadas para una ciudad de hace más de cien años, en donde la población era muy inferior, es cuando todo se vuelve inevitablemente traumático. Está claro que tal vez hay que apurar las nuevas peatonalizaciones de calles pero también animar a la gente a desacostumbrarse a estar todo el día arriba del auto o de pretender llegar con el mismo hasta la puerta de cualquier destino céntrico y caminar un poco. Somos bastante cómodos a veces me parece.

Opciones hay, pero es cuestión de implementarlas para que la fisonomía urbana sea funcional a las necesidades de todos.

Descentralizar, la impronta

Entiendo que pensar en un urgente plan de descentralización sería muy adecuado para el futuro cercano de la ciudad y el bienestar de todos los que vivimos en ella, que quienes residen en zona norte o sur no tengan que llegarse hasta el centro para un trámite que podrían hacerlo en lugares más cercanos a sus domicilios.

.Alentar a la creación de nuevos polos comerciales, abrir dependencias municipales, más cajeros, dar beneficios para la instalación de nuevas sucursales bancarias, lugares de pagos de servicios, etc. Y que los abuelos no tengan que estar horas haciendo inhumanas colas para cobrar una jubilación. Además de intentar nuevas alternativas para descomprimir el tránsito y agilizar las salidas hacia los barrios y las circunvalaciones. 
Sinceramente me extraña de los funcionarios que teniendo tanto mundo encima descuiden la ciudad de tal manera, pero imagino que van a otros países y se asombran de ver cómo hacen las cosas bien o funcionan como tiene que ser. ¿Por qué entonces se consideran y aplican las ideas más precarias por acá? Peatonales sin identidad, bancos de plaza como sarcófagos, una terminal espantosa y mejor no sigo enumerando porque me entristece esa manía de admirar lo ajeno y no valorar lo propio. Me pregunto; ¿hacia dónde apuntamos, si cada 17 de Junio, fecha sensible a nuestra historia, en vez de fomentar lo propio, traemos artistas foráneos a hacer música de otras latitudes a un festival que se promociona con la imagen del General Güemes? ¿Hay criterios que rozan lo absurdo no? Y a pesar de tener tantísimos artistas de todos los rubros, la oferta de espectáculos o lugares de esparcimiento está muy polarizada y la noche salteña suele rozar lo monótono. ¿Qué puede esperar un turista? Si por el día, en sólo unas horas ya no tiene más que descubrir de la ciudad y al anochecer, en la plaza 9 de Julio, nuestro punto neurálgico, sólo puede encontrar un par de palomas peleándose en la glorieta, o el mercado de pulgas en la peatonal.
La ciudad no tiene demasiadas atracciones nuevas, ni monumentos, ni sitios culturales que estén acompañando el crecimiento. Y las cosas que hay, muchas están descuidadas, el parque San Martín por ejemplo, que debe tener una colección de refacciones en su haber pero pareciera que todo se hizo siempre al voleo y al tun tun, sin planificación. ¿Qué podemos pretender de la ciudad del futuro si no tenemos la capacidad de mantener limpio un mísero lago de poco más de una manzana? ¿Alguna vez se harán cosas que perduren?
Pasó otra elección; ojalá aprendamos a cuidar más a Salta, que como toda ciudad que crece va autogenerando engranajes que los gobernantes tienen que ir aceitando mediante buenas gestiones para lograr el orden y la armonía social, tanto de hoy como la del mañana.

 

 

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