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Diógenes y su búsqueda

Martes, 05 de septiembre de 2017 00:00
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Diógenes fue un filósofo de la antigedad ( 413 a. C.) que vivía muy pobremente y que recorría las calles de Atenas. Dice el mito que en cierta ocasión cruzando la plaza de Atenas con una lámpara de aceite, encendida en la mano, a una consulta de la razón de la lámpara dijo: "Busco un hombre honesto". Creo que el mito o la fábula se refiere no solo a encontrar a uno en particular, sino que necesitaba la lámpara porque no abundaban los hombres honestos, y también porque quizás con la lámpara pretendía no solo ubicarlos sino ver su interior. Si lo trasladamos al tiempo actual, creo que no será suficiente una lámpara de aceite, sino que tendremos que utilizar métodos más modernos, algunos de técnica y ciencia, pero sobre todo disponer de la sensibilidad imprescindible para entender o comprender cuándo el que tenemos en frente es un hombre o una mujer honestos. En tiempo de elecciones se nos complica más la búsqueda, porque no solamente pretendemos que sea honesto, sino confiable, y capaz.

¿Qué sería la honestidad entonces? Primero decir siempre la verdad... pero, ¿cuál verdad? Todas. Las referidas al pasado, las del presente y las que se refieren al futuro. Lo que piensa hacer cada uno, cómo, cuándo y para qué lo hará.

No se puede ser honesto solamente con los dichos, porque hay que respaldarlo en las acciones. Ser honesto es no robar, no ser corrupto, claro que sí, pero también muchas otras cosas. Son las condiciones que permiten al funcionario honesto manejar con dignidad la cosa pública, con capacidad, con lealtad a los ciudadanos, con visión de futuro, sin discriminación, ni favoritismos con los amigos, sino pensando en todos y, muy especialmente en los que menos tienen, los vulnerables, que necesitan no solo igualdad ante la ley, sino también y perentoriamente, equidad.

El legislador honesto es aquel que controla que el presupuesto que se eleva para su consideración y aprobación responda a los proyectos que benefician a toda la sociedad, y ­que no se modifiquen luego las partidas, para otros fines! Que proponga y apoye los proyectos de leyes que tengan fundamentos serios, estudiados, que no sean simples declaraciones, sino que procuren ejecutar en la función, que le encomendaron los votantes para el bien de todos los ciudadanos. Que controle al Poder Ejecutivo en la ejecución del presupuesto, que no se modifiquen los fines señalados en el mismo, con cambio de destino de los fondos.

Uno espera que el ciudadano honesto que ocupe el Poder Ejecutivo se ocupe efectivamente de todo aquello que sirva para disminuir la pobreza y la mal nutrición. El escenario actual nos hace temer un futuro no lejano jóvenes y adultos con capacidades disminuidas, incapaces de generar su propio desarrollo y progreso.

Ese hombre honesto que buscaba Diógenes es el que asume una función sintiendo que está capacitado para llevarla adelante, que da las instrucciones precisas, claras, respetando a todos, sin desigualdades, ni discriminación. El que con su actuar demuestra que se preocupa y ocupa de todos.

Hombre honesto es el que no hace falsas o mentirosas promesas para ganar una elección, sino que realmente se compromete a trabajar y decide pensando en todos.

Honesto es el juez independiente, de los otros poderes del estado y de los poderes económicos, que actúa sin temores y sin amiguismo, solo con la ley en la mano. El juez que estudia, que se actualiza, que vive y siente la sociedad en la que vive. Es el juez que no espera que lo llamen para decidir. Porque la independencia del Poder Judicial depende de la autonomía para decidir sobre su presupuesto, pero la independencia del juez se refiere a sus decisiones en los casos que los someten a su consideración, y en esto es la propia conciencia, los valores, la ética, su solvencia profesional, su compromiso con el trabajo, con las constituciones y las leyes son las que configuran al hombre honesto que se desempeña como juez.

Esto es lo que los ciudadanos comunes y corrientes, personas de trabajo y con derechos, esperamos: hombres honestos, de cualquier partido, en los cargos públicos.

 

 

 

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