inicia sesión o regístrate.
Cuando Juan Carlos Belgrano habla, ya sin los hábitos que abandonó hace tres años, sus modos dejan entrever aquel hombre que vivió el sacerdocio como guía espiritual que acompaña a entender lo complejo. Aunque cuando toca el abuso sexual, sus palabras son testimonio. Fue abusado por un famoso profesor de arte, Peter Malenchini, en uno de los colegios más aristocráticos del país en el barrio porteño de San Isidro. Su abusador ya falleció, y junto a las otras víctimas (entre ellos su hermano) nunca lograron que llegara a prisión a pesar de haber obtenido una confesión mediante cámara oculta. Las experiencias traumáticas que pasó lo llevaron a la depresión, el cuestionamiento y la deconstrucción. Hoy, su trabajo pastoral se reconvirtió. Ayuda a los “sobrevivientes, ya no víctimas”, aclara, como psicólogo social a superar, o convivir, con aquellos fantasmas que tan bien conoce. Un trabajo emocional que mezcló con militancia, acompañando incluso a los denunciantes del excura Lamas a pedir justicia en el Arzobispado.
A muchos les cuesta entender que fueron abusados...
Hay que aclarar lo que es abuso, y hasta dónde registro que fui violentado. Una señora me contó unas situaciones y me decía que no había sido abuso. Como no fue penetrada, consideraba que no había sido abusada. Hay que trabajar mucho eso. Otra dificultad es que el abuso produce un shock adrenalínico que genera decortisol e inhibe el sistema límbico hipotalámico, que es quien asocia el hecho con emoción y el recuerdo. Por eso, muchas veces hay amnesias. Yo comencé a trabajar con el abuso en el 2004, aún hoy hay fechas que me son poco claras. Desde la Justicia tienen que tener un asesoramiento técnico sobre qué es lo que puede hacer el abuso en una víctima para acompañarla. La desmentida en un niño es muy probable que acontezca, porque el chico ve que todo se puede comenzar a caer sobre él. Si él habla, el papá ya no va a estar más en la casa. Hay un montón de lenguajes que no siempre ayudan a que la víctima pueda hacer el proceso y expresarse, y le generan una nueva culpabilidad.
¿Tiene que ver con que no se habla?
Sí, varias personas me dijeron que recién cuando fueron más adultas entendieron que lo que les había pasado había sido abuso, desde que está de alguna manera negado por el entorno intrafamiliar, como ”entendiste mal”. Es algo tan aberrante que uno no supone que pase y pasa mucho más de lo que uno cree.
Se denuncia muy poco también...
La denuncia es otro gran tema. Antes prescribía a los 12 años, ahora, con la ley Piazza, son 10 después de la mayoría de edad. Y ahora, al parecer, no hay prescripción. Yo comencé a averiguar a ver si ahora podía denunciar, pero indagando me doy con que mi abusador había muerto. El año pasado, después de haber estado con Mirtha Legrand, recibí un mensaje de una chica de que su novia había sido abusada por Malenchini, y que había dejado de ser abusada en el 2004, cuando nosotros hicimos la denuncia pública. El tipo siguió abusando hasta último momento. Ahí confirmás que vale la pena hablar. Aunque entiendo que hay dificultad de exponerse.
¿Usted se expuso?
En Misiones viví con muchas luchas sociales, en una de esas, después que hice la denuncia pública me volantearon de “culito visitado”. Uno se expone a seguir siendo maltratado. Uno enseguida cuenta que lo robaron, pero no si lo abusaron. Porque genera vergüenza: qué le voy a decir a mis hijos, y aún uno se siente culpable, porque toca la sexualidad, que es otra imagen de tabú, no de diálogo. Alguien violentó lo más íntimo que uno tiene. Se comete con alguien que uno tiene confianza, el abuso rompe ese vínculo y ese es el daño psicológico que se genera. La persona que me tenía que cuidar y proteger me lastima. Eso es lo que uno debe ir sanando. Todos los que transitamos el abuso debemos trabajar eso, porque el tiempo solo no cura.
¿Cómo es el mecanismo del abusador?
Fui abusado 4 años, desde que comenzó a jugar. Porque el abusador va generando etapas en las que va viendo si puede conseguir la víctima. Muchas veces comienza con un juego, el niño no distingue. En mi caso comenzó con jugar a soplar en la boca.
¿Qué piensa de los modos en que encara la Iglesia los casos de abuso?
Se tienen que adecuar a las leyes de la sociedad. Porque para todo ciudadano es un delito, para algunos puede ser un pecado, pero es un delito. Hay que clarificar el lenguaje, primero es un delito, porque en la Convención de los Derechos del Niño está la protección de sus derechos, que desde el 90 está en la Constitución Nacional. Por eso, todo empleado público tiene obligación de proteger los derechos del niño, como la obligación de denunciar si hay una sospecha de abuso.
Siempre se destaca que no creían capaz de abusar al sacerdote, por verlo “santo”.
A mí no se me cruzaba por la cabeza que en la Iglesia podía haber este tipo de abusos. Eso genera la posibilidad de encubrimiento de alguna forma, porque uno no se lo espera. El abusador utiliza esa imagen para poder encubrir su delito. Algunos abusadores construyen una imagen que inhabilita pensar esto de ellos, es parte de la estrategia del abusador, que es un manipulador.
En los casos de abuso, se cuestiona el tiempo que tardaron en denunciar.
Hay mecanismos de defensa en el ser humano, entre los que está el de colapso, la parálisis, como el animal que se hace el muerto. Cuando entendí esto, me permitió repensar el tema de la culpabilidad. Porque uno se pregunta por qué yo no hice algo, y en realidad porque no pude, porque mi cuerpo colapsó como forma de sobrevivir la amenaza. Yo tardé 30 años en hablar con mi hermano, por eso se busca que el delito no prescriba, porque cuando la víctima puede ponerse de pie, sanar, hablar, recién denuncia.