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Inquietudes en la España de Sánchez

Jueves, 27 de diciembre de 2018 00:00
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El 24 de mayo de 2018, la Audiencia Nacional de España dictó, tras ocho años de investigación, una espectacular sentencia de mil seiscientas páginas poniendo de manifiesto la profunda corrupción que había impregnado al gobernante Partido Popular durante décadas.

Fueron condenadas veintinueve personas, una de ellas con penas de cincuenta años de cárcel. Y supuso el fin del gobierno de Rajoy, quien había conducido hasta ese momento la economía con razonable prudencia.

La sentencia no lo condena a él (declaró como testigo en el estrado, hecho que no se ha registrado jamás en la historia de España), pero para el tribunal su testimonio no fue sincero. Y eso acabó no solo con su cargo, sino también con su carrera política.

Lo que se produjo a continuación ha causado una conmoción en la sociedad. Pedro Sánchez, el joven líder del Partido Socialista, presentó una moción de censura, que obtuvo el voto favorable del Congreso de Diputados gracias al apoyo de Podemos (partido populista en declive electoral, con alguna inspiración en Laclau) y de las formaciones nacionalistas vascas y catalanas.

El 2 de junio asumió como presidente del gobierno; solo nueve días para un cambio de gobierno que habitualmente requiere meses de preparación, campañas y debates.

Llegó la ultraderecha

Sánchez no lo tiene fácil. Con solo 83 diputados, (el 23,71% del total) el PSOE está en situación precaria y tiene que negociar cada ley con un heterogéneo conjunto de partidos; mientras, la oposición le exige, día tras día, que convoque elecciones lo antes posible y se vaya a su casa.

Tiene, además, otros problemas. Uno es de fuerte repercusión y totalmente inesperado: contrariando a todas las encuestas, el Partido Socialista ha sido derrotado en Andalucía, la Comunidad Autónoma más poblada, donde había mantenido la hegemonía durante los últimos 37 años.

Y España ha dejado de ser una excepción con la irrupción de Vox, un partido de extrema derecha que se identifica con formaciones antieuropeas y xenófobas, como el Frente Nacional de Francia (recibió la felicitación de Marine Le Pen por el resultado en Andalucía) y La Liga, de Italia (también Salvini expresó su alegría); un representante de Vox se ha reunido con John Bolton, asesor de Trump en materia de seguridad nacional.

Además del odio al inmigrante (obscena contradicción cuando proviene de Italia y España, países desde los que emigraron millones de personas) esas formaciones traducen un malestar difuso de las clases medias que desecha la moderación y favorece el extremismo.

Cataluña, siempre presente

Este es el marco en el que se producirán las elecciones municipales, regionales y europeas previstas para el próximo 26 de mayo.

Sánchez anuncia el propósito de realizar las elecciones generales en 2020, pero hay dudas de que su gobierno pueda llegar hasta esa fecha.

La posibilidad de un "superdomingo" en el que se dirima también quién gobierna en España es cada vez más real. Siendo ya difíciles las cosas, el desafío que plantean los secesionistas catalanes las ponen al límite de lo posible.

Sánchez ha cambiado, acertadamente, la dura política del Partido Popular frente a ellos que lo condujo a la casi desaparición del panorama político en Cataluña. Pero su posición más dialogante, que procura una vía de solución política, le ha granjeado una frontal oposición no solo del Partido Popular, sino también de Ciudadanos, una organización centrista con la que debería haber mayor colaboración.

En el clima de confrontación imperante, cualquier gesto de conciliación o de debilidad ante los independentistas se denuncia (sin fundamento) como un incumplimiento del deber por el presidente del gobierno.

El conflicto no tiene vías de solución a la vista.

La fortaleza que ha demostrado el estado español permite descartar cualquier posibilidad de que Cataluña se proclame independiente: los votantes a los partidos secesionistas no son mayoritarios (solo llegan al 47%) y no tienen apoyo de gobiernos o instituciones internacionales.

Pero los fanáticos que impregnan el ambiente de consignas la derecha ultra españolista y, en el lado de Cataluña, partidos radicales o personas como Torra, el presidente, un agitador que no gobierna ni presenta proyectos de leyes o la periodista Pilar Rahola crean un clima de intolerancia que afecta más a las elites del poder, que a la ciudadanía.

¿Logrará el Partido Socialista, un artífice de la estabilidad y de la moderación en los últimos cuarenta años, establecer una alianza con Ciudadanos para gobernar España desde el centro?.

Es deseable

El clima no es favorable, pero Pedro Sánchez ha exhibido audacia, voluntad de cambio y capacidad de reacción. En 2019 debe demostrar también que es un estadista capaz de establecer una alianza que evite el choque de los extremos.

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