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Adiós a Carlos Lecumberri, un sobreviviente del bombardeo del 55 en Buenos Aires

Tartagal amaneció ayer consternada por la triste noticia de la muerte de “don Cato”, un querido y respetado vecino de la ciudad, quien bajó los brazos después de la lucha férrea contra una larga enfermedad. Que descanse en paz.
Miércoles, 27 de junio de 2018 00:00
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Carlos Lecumberri era un tartagalense conocido en todos los ámbitos, porque desde que era un muchachito trabajó como empleado bancario, desde la apertura en el año 1948 de aquella primera delegación Tartagal del Banco de la Nación Argentina, a la que había ingresado a la edad de 18 años.

Cato, como lo llamaban sus amigos y clientes del Banco Nación, era hijo del ex diputado provincial de la UCR y uno de los primeros administradores que tuvo la aduana de Salvador Mazza, Pocitos, don Domingo Alberto Lecumberri.

Después de dos años de trabajo en el banco, Carlos debió cumplir con la obligación insoslayable de los muchachos de la época, como era el servicio militar que le tocó hacer en el Regimiento 1 de Patricios en la ciudad de Buenos Aires.

Sus recuerdos y anécdotas

Hace algunos años El Tribuno reflejó algunos recuerdos de Carlos Lecumberri, quien rememoraba aquellos años en que había conocido en persona "al general Perón, a quien yo veía prácticamente todos los días. El general iba al Regimiento 1 de Patricios porque al frente estaba el comando y allí estaba el general (Ernesto) Fatigati", describía al referirse a uno de los militares más leales a Perón, que fuera comandante del primer cuerpo de Ejército. "Cuando lo derrocaron, primero fue a despedirse de Fatigati y de ahí se fue a la cañonera (del Paraguay, donde estuvo exiliado); lo tengo grabado en mi memoria con su campera de gamuza marrón", recordaba Cato Lecumberri en esa entrevista.

"En la parte posterior del regimiento 1 estaban las caballerizas, donde estaba el "Mancha' (el caballo del General Perón en el que aparece montado en aquella histórica y tradicional fotografía); a nosotros que estábamos en la oficina de intendencia nos dejaban acercanos a verlo, pero nadie más tenía ese privilegio".

Carlos recordaba -como si los años no hubieran pasado-, cada detalle del bombardeo sobre Buenos Aires del año 1955 cuando él mismo junto a otros soldados veían el vuelo rasante de aquellas aeronaves que surcando los cielos, se acercaban para sobrevolar la plaza, pero también el Regimiento de Patricios, y bombardearon precisamente los surtidores que él y su compañero estaban operando y donde se almacenaban 10.000 litros de combustible. "Uno de los aviones fue derribado desde Campo de Mayo, pero otro fue obligado a aterrizar. Cuando en el comando lo interrogaron al piloto dijo que no pudo arrojar la bomba sobre el Regimiento Patricios porque no salió por una falla en los magnetos; si hubiera pasado eso yo no estaría contando esta historia", contaba entre risas el exsoldado Lecumberri.

Carlos era junto con otro muchacho de San José de Metán los únicos salteños que habían sido destinados al Regimiento de Granaderos; su porte y su metro noventa le aseguraban permencer un año en ese regimiento, pero por esas cosas del destino él terminó en Patricios. Un barrio de San José de Metán lleva el nombre de Granadero Díaz, su compañero, que perdió la vida durante el bombardeo.

Ya de regreso al norte fue delegado de la Bancaria y consiguió que muchos hijos de afiliados pudieran viajar en avión a diferentes centros turísticos, como Mar del Plata y Villa Gesell. El recuerdo de Cato quedará en la memoria de sus seres queridos,pero también de los tartagalenses de diferentes generaciones.

 

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