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“Doña Primavera, de aliento fecundo, se ríe de todas las penas del mundo”. La poeta chilena Gabriela Mistral escribió a lo lejos y hace tiempo unos versos que se autentican al pasar por la intersección de España y Zuviría. En los 25 metros de vidriera del Museo de Arte Contemporáneo una estructura tubular y florida “atraviesa” cada pared y cuando finaliza, en vez de estar obturada se desgrana en más flores. Tal es el influjo que provoca en el transeúnte su presencia profusa, que los pocos que circulan por allí en este acontecer pandémico demoran sus pasos para dejarse habitar el rostro por rosas, claveles, begonias, margaritas, pimpollos y rococó, como si miraran su reflejo descuidadamente en un lago que contuviera todo lo hermoso de este mundo...
“El verdadero tiempo II” se llama esta intervención, que se inaugurará formalmente mañana. Su predecesora, “El verdadero tiempo” traía también consigo el significado profundo de nacimiento, muerte y resurrección; pero también festivo, nostálgico y maravilloso propio de la primavera, y pudo verse en noviembre de 2018, en diálogo con fotografías de Isidoro Zang, en Galerías El Palacio (Caseros 662). Allí estructuras similares a estas serpenteaban del suelo al techo hasta que la mirada del espectador era captada por un collage de dos fotos sobreimpresas rodeado de fragmentos de obituarios que lo hacían asemejarse a un macrocosmos mandálico.
Entonces conocíamos que su autora, Macarena Matorras (21), era jujeña, que cursaba el segundo año del Profesorado de Arte Tomás Cabrera y que trabajaba desde los 14 años en el comercio de su familia, una florería y santería con dos sucursales en San Salvador y una en Salta. “Entre el año pasado y este (por el 2017 y 2018) tenía muchas ganas de transformar algún aspecto del negocio en algo que tuviera que ver conmigo”, sintetizaba en una entrevista que concedió a este medio Macarena. Así había rastreado su savia para que se volviera arte, pero un arte desmesurado y transformador de preferencia. “La idea inicial era una explosión que invadiera el lugar y luego se fue modificando hasta llegar al instante en el que tuvo una relación directa con la muerte. Y la idea de la explosión fue impulsada por el deseo de hacer algo grande y muy vistoso para que no pase desapercibido porque vi en muestras anteriores a las que asistí, que en las aperturas eran visitadas, pero durante el resto del tiempo se perdía la frecuencia de las visitas”, definía entonces.
Este 2020 se le presentaba tan auspicioso como aquel 2018 y tan activo como su 2019. En febrero de este año. Macarena había expuesto en la Casa Macedonio Graz, de San Salvador de Jujuy, la muestra “Des-nudos” conformada por quince esculturas confeccionadas con arcilla, cemento y resina. Después de tomarse un periodo de vacaciones y merced a una reconexión con el ambiente artístico de su provincia natal, asumió el compromiso de disertar en el marco del Mes de la Mujer sobre el rol de la mujer en el arte, también en ese centro cultural y museo jujeño.
Incluida en la grilla de artistas para el Abril Cultural salteño, estaba además abocada a ampliar la serie “Des-nudos” con piezas de mayor tamaño y barajando la perspectiva de llevarla por otras provincias. Entonces la pandemia truncó su agenda.
“Hablé con mis papás porque veíamos venir la cuarentena y ellos querían que mi hermana y yo volviéramos a Jujuy, pero no queríamos dejar Salta para seguir administrando el local familiar. Decidimos quedarnos, pero nunca pensamos que se alargaría tanto”, suspiró. Luego añadió que, si bien se criaron viendo a sus padres viajar con frecuencia y ambas hijas están instaladas en Salta, le produce cierta tristeza melancólica el recuerdo de la familia unida. “Me da nostalgia pensar que van a llegar el Día de la Madre y las fiestas de fin de año y que pasó el Día del Padre sin la oportunidad de vernos”, suspiró. Asimismo relató que, puesta a mirar el vaso medio lleno, consiguió montar un pequeño taller en el espacio destinado a garaje del edificio que habita.
“Vivo en un monoambiente, que es muy reducido, y la escultura demanda mucho espacio, por eso lo hice hacer. Aún me fue imposible usarlo, porque la situación económica que estamos viviendo todos es avasallante”, se sinceró. Añadió que este año iba a retomar sus estudios en el Tomás Cabrera, que abandonó el año pasado para sumergirse en la elaboración de las esculturas. Pero no se privó de detenerse en cómo nos sujetamos y nos sometemos por impotencia o debilidad al valimiento de la pandemia. “En el terciario dan clases online y muchos amigos llevan excelentemente bien la carrera por las plataformas, pero a mí se me hizo difícil porque tenía que encargarme del comercio de la familia en un horario extenso. Más de uno tuvimos que madurar de golpe y hacernos cargo de situaciones”, dijo, algo abatida, pero sin dejar de reparar en que el mensaje de “El verdadero tiempo” -el de ser conscientes de que el tiempo es hoy y nada debe distraernos de su calidad de perecedero- no solo no la ha abandonado, sino que se ha resignificado en este periodo caótico. “Yo últimamente no estaba al tanto de la producción artística. Iba elaborando conceptos y proyectos, avanzándolos de una manera muy lenta. Cuando me convocaron para la vidriera tuve que volver de lleno al arte, ver cómo plantear la instalación de una manera formal, estructural y compositiva”, expresó. Su instalación lleva apliques de fibrofácil: varillas, roscadas, arandelas y roscas, alambre de gallinero y flores de tela, de allí que el proceso de montaje sea arduo y además se vio interrumpido por la cuarentena, lo que impidió la inauguración el 21 de septiembre, como estaba prevista al inicio, aunque esto no deslució la urgencia de su intenso significado. “Uso como materia prima el entorno que tengo diariamente, la florería de mi familia, un espacio que en un principio pensé que no tenía nada que ver conmigo y resultó que sí. Y el reinterpretar ese espacio me hace sentir que estoy un poco más cerca de casa”, cerró, reflexiva y terciada por aquella flamante madurez de que habla.
La mirada del MAC
La directora del MAC, Claudia Lamas, señaló que “en esta situación de pandemia desde el museo intentamos llevar notas de color a la gente, a través de las redes sociales y los vivos que hicimos con los artistas el proyecto Vidrieras de Artistas Contemporáneos Argentinos (VACA) como Elioh Kortsarz y Martín Córdoba. Nos parecía interesante que en septiembre hubiera algo con mucho color, que fuera alegre y transmitiera al público un mensaje alentador”. Agregó que la institución está perfilándose hacia potenciar a artistas que se estén iniciando. “Macarena aceptó el desafío de la vidriera, cuyos 25 metros son difíciles de resolver y su instalación se adaptó muy bien a ellos. Ella tuvo que resolver el impacto del sol en su obra y el resultado es potente. Creo que va a gustar”, afirmó. A la par que recordó que VACA tiene la singularidad de conectar a los artistas con el público. Y en esta oportunidad sin duda, parafraseando a Pablo Neruda, lograrán recordarnos que “tantas primaveras extinguidas despiertan en cada primavera”.