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Coronavirus, dilema del yo y el nosotros

Miércoles, 29 de abril de 2020 02:55
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La tragedia virósica que estamos viviendo los habitantes de este planeta se convirtió en una especie de guerra mundial que ha desorientado a los grandes líderes políticos del mundo. No saben qué hacer con la acumulación de armas nucleares y sofisticadas estrategias militares. ¿Cómo vencer al enemigo?

Casi dan pena. Frente al invisible y pequeño virus quedó claro que más que poder acumularon avaricias. La carrera armamentista nuclear, la del espionaje cibernético (término que viene del griego "kybernetes", que ya Platón utilizó en su obre "La República", para referirse "al arte de dirigir a los hombres") se convirtió en la lucha por el barbijo, el reactivo o el respirador. Impactante. Todo el desenfreno bélico y materialista sirvió para poco.

Este bicho nos ha nivelado a todos los países, a todas las categorías de la existencia humana. Para vencer al enemigo uno dependemos de los otros, porque si lo vencemos en un país y queda vivo en otro, puede volver a atacar al que lo eliminó.

Aviones que son misiles

Los aviones comerciales, que nos vinculan en este mundo globalizado, son los misiles del virus.

Debemos volver a aquellos valores que ordenan, armonizan la convivencia social, reformular determinados conceptos e interrogarnos. Desde el análisis ontológico: ¿Qué y quienes somos los seres humanos? ¿Hacia dónde vamos?

Mucho se escribió sobre el sempiterno dilema del Yo y el Nosotros, que nos llevó, en el transcurso de los tiempos, a un cruel individualismo o a un sometimiento colectivista.

Hoy más que nunca debemos armonizar el Yo con el Nosotros, el ser con el deber ser, la libertad con responsabilidad social.

Hace pocos días los 28 países miembros de la Alianza por el Multilateralismo expusieron en un documento que "el virus no conoce fronteras. Todos los países están afectados. Debemos permanecer unidos en nuestra humanidad compartida". ¿Qué significado tiene este concepto "humanidad compartida"?

"El hombre singular solo existe y cobra sentido dentro de la comunidad en la que ha nacido y a cuyo destino está ligado", anotaba Carlos Astrada, quien fue uno de los principales inspiradores del Congreso Internacional de Filosofía que se realizó en Mendoza entre el 31 de marzo y el 9 de abril de 1949.

Conceptos básicos

El presidente Perón en este importante evento delineó los conceptos básicos de la doctrina del justicialista, que luego se condensó en la obra "La comunidad organizada".

Expresaba en su discurso: "Nuestra comunidad, a la que debemos aspirar, es aquella donde la libertad y la responsabilidad son causa y efecto, en que exista una alegría de ser, fundada en la persuasión de la dignidad propia.Una comunidad donde el individuo tenga realmente algo que ofrecer al bien general, algo que integrar y no solo su presencia muda y temerosa. No nos está permitido dudar de la trascendencia de los momentos que aguardan a la humanidad. Importa, por tanto, conciliar nuestro sentido de la perfección con la naturaleza de los hechos, restablecer la armonía entre el progreso material y los valores espirituales y proporcionar nuevamente al hombre una visión certera de su realidad (...). En los cataclismos la pupila del hombre ha vuelto a ver a Dios y, de reflejo, ha vuelto a divisarse a sí mismo".

Esta pandemia más temprano que tarde va a pasar y nos dejará frente a un mundo distinto. Pensemos en ello. Estamos en una fenomenal crisis.

El aislamiento sanitario que hoy vivimos lo podemos transformar en una especie de retiro espiritual, de reflexión y análisis.

Sabemos que el compromiso es de todos, que las dificultades se superan si retemplamos el espíritu y dirigimos positivamente nuestro esfuerzo a superar definitivamente la pandemia.

Toda crisis es el preludio de un nuevo y apasionante desafío: construir el futuro, redefinir valores, priorizarlos, determinar nuevas metas en pos del bienestar general.

Las acciones personales o de conjunto, cuando superan un período de infortunio, necesariamente tienden hacia un objetivo que es el punto de partida y cúspide de todo proceso dinámico de los pueblos. Y en este tránsito se agudiza la creatividad, se ejercita el pensamiento, que luego se concreta en obrar encaminado al logro de metas comunes.

En un primer tramo de purificación intelectual o profunda meditación, se supera la confusión y se advierte, entre otras cosas, que el deterioro generalizado se origina porque en ocasiones nos olvidamos de valorizar al ciudadano como sujeto constituyente de la comunidad organizada, en la cual se encuentra contenido, o que la armonía social es el resultante del correcto diagnóstico ontológico del ser humano, quien se inserta en ella, no para abjurar de su destino, sino en la búsqueda de su propia realización, que se logra transitando el excelso camino hacia el bien común.

El hombre es un ser individual con vocación social y en esta correcta valoración aristotélica comprendemos que cada uno de nosotros alcanza su plenitud espiritual cuando actúa en interrelación con los otros, en la búsqueda de lo socialmente valioso y querido por el conjunto.

Porque en definitiva la acumulación de ventajas personales solo nos lleva a la mezquinad y el fracaso.

El desarrollo material y espiritual del ser humano se alcanza cuando se participa en la concreción del bien general, del que derivan las circunstancias favorables para la propia realización.

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