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1 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
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Una jornada nefasta para un país en cuarentena

Nota editorial
Domingo, 05 de abril de 2020 02:16
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La campaña contra el COVID 19 en nuestro país pareció dar un paso en falso el viernes.

El bochornoso destrato que sufrieron millones de personas, en su mayoría jubilados y otros beneficiarios de la AUH sorprendió, preocupó e indignó a muchísimos argentinos. Luego de varias semanas de concientización y dos de cuarentena, la sociedad ha demostrado enorme disciplina para observar las medidas de prevención y acompañar al gobierno en lo que constituye un sacrificio, a tientas y con final incierto.

Esa disciplina va acompañada de un severo reproche social a las personas, famosas o anónimas, que evaden el aislamiento, y no faltan críticas y amenazas del gobierno a determinados infractores.

Pero el viernes fue el mismo gobierno, con medidas imprudentes y evidenciando desconocimiento del estado de ánimo de los sectores populares, el que echó por tierra todos los esfuerzos sanitarios.

En base a cálculos de oficina y sin tomar en cuenta los datos de la realidad cotidiana de la mayoría de los argentinos, liberó el pago de millones de jubilaciones, pensiones y planes que obligaron a amontonarse frente a los bancos a muchísimas personas mayores, supuestamente los destinatarios principales de la campaña preventiva.

A pesar de que no les faltó tiempo para planificar un procedimiento que se sabía inevitable desde hace varias semanas, todo se improvisó. Con los bancos cerrados al público durante dos semanas quedó en evidencia la inadecuación del sistema ante la emergencia sanitaria. Los bancos deberían haber garantizado la atención a los clientes todos los días. Eso no ocurrió porque el secretario de la Asociación Bancaria, Sergio Palazzo, un sindicalista absolutamente identificado con el kirchnerismo, se opuso, en nombre de la salud de sus afiliados, a que el gobierno los declarara un "servicio esencial". Ese es el criterio que aplican los sindicatos bancarios en el mundo, porque efectivamente, los bancos no pueden estar cerrados.

La sensación de desamparo para los abuelos y los claros indicios de improvisación recayeron en dos de los responsables operativos de los pagos, el director de Anses, Alejandro Vanoli, a cargo del de cronograma de pagos, y el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, responsable del funcionamiento del sistema bancario.

El primero reconoció que la alteración masiva de la cuarentena por personas que pertenecen al espectro más vulnerable al virus "era previsible". Vanoli destacó que "tenemos una demanda reprimida de muchos días de bancos cerrados". Hay muchas gestiones que el ciudadano no puede hacer en un cajero. De hecho, la solución que dispuso el presidente Alberto Fernández fue exigir que los bancos atiendan en el fin de semana y hasta el martes.

El presidente del BCRA, en cambio, a última hora aseguró, contra toda evidencia, que "los bancos estuvieron siempre abiertos", porque él piensa que la banca es mayoritariamente digital; además, aseguró, que "de cualquier manera toda esa gente iba a estar en la calle".

Sería importante que el presidente del Banco Central recordara que, en días normales, con los bancos abiertos, se designan a personas que asisten a los clientes en los cajeros,

El sistema financiero argentino muestra enormes dificultades para adecuarse a una "economía de guerra" como la que exige una emergencia sanitaria que ya paralizó al país y cuyo desenlace es incierto.

El viernes, por lo pronto, mostró su costado más inhumano.

El Banco Central parece ver otra realidad.

El mundo entero se prepara para un colapso económico, financiero y comercial de la magnitud del que se vivió en 1929 con la caída de Wall Street. El COVID 19 impone la paralización de casi todo el planeta y además de sus efectos desoladores en la Salud Pública, destruye empleos y desestabiliza gobiernos.

El presidente Fernández ha demostrado capacidad de liderazgo y designó un eficiente comité técnico que lo asesora en esta circunstancia. En cambio, su equipo político y económico no muestra similar solvencia para contener la vida cotidiana de una sociedad en cuarentena. Todos los funcionarios deben asumir además que, cuando se levante el aislamiento, el sistema productivo deberá ponerse en marcha, lo más rápidamente posible y que ellos deben comprometerse seriamente para evitar un desastre mayor.

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