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A 200 años de la sexta invasión realista a Salta

Los españoles reaccionaron ante los planes de los patriotras
Domingo, 10 de mayo de 2020 01:31
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Desde fines de 1819, las fuerzas realistas que pretendían reconquistar el perdido Virreinato del Río de la Plata permanecían concentradas en Tupiza, localidad ubicada a menos de cien kilómetros de la actual ciudad argentina de La Quiaca. 

Desde Tupiza, el ejército español compuesto por unos cuatro mil hombres era una amenaza constante para los pueblos del sur, más precisamente Yavi, Humahuaca, Jujuy y Salta. Siempre estaba presente la posibilidad de una nueva invasión. Además, desde ese punto estratégico, lo españoles no solo organizaban correrías por los alrededores en busca de ganado para alimentar sus tropas, sino también para combatir los pueblos levantiscos de la Puna. Así, por ejemplo, el general realista Olañeta avanza ese año con sus fuerzas sobre Iruya y Santa Victoria y hasta amenaza con llegar a Orán. En otro momento, desde Tupiza, los realistas desprenden una partida al mando del coronel Juan Loriega para incursionar sobre San Antonio de los Cobres. Lo hacen con dos columnas, logrando una de ellas alcanzar la Quebrada del Perú, hoy Quebrada del Toro, el 20 de diciembre de 1819. La otra, a cargo del coronel Agustín Gamarra, incursiona sobre San Antonio de los Cobres desde donde se lleva hacienda menor. A su vez, el general José de Canterac, en una de sus incursiones, envía al comandante Rufino Valle, quien el 10 de diciembre de 1819 cae por sorpresa en La Rinconada donde toma prisioneros al caudillo chorolque, “Comandante General de la Puna”, su familia y veinticuatro valientes combatientes puneños.

Y mientras la amenazante fuerza realista permanece en Tupiza organizando incursiones por ganado o para sofocar las permanentes rebeliones de los pueblos de la Puna, más al sur, en Yavi, abajo, no cesan los acontecimientos políticos que cada vez entusiasman más a los observadores españoles. 

Y nada mejor para describir la situación de la Intendencia de Salta en 1819 que transcribir en parte la carta que el gobernador Martín Güemes le envía al general Belgrano el 23 de abril de ese año: 

“Desde que el ejército al mando de V. E. se retiró a donde las circunstancias de la causa pública exigían más pronto remedio, se propusieron algunos ignorantes introducir la desconfianza entre nosotros, queriendo dislocar las partes que habían formado un todo tan respetable; pero muy pronto se desengañaron, haciéndoles entender con hechos, que mis principios y estados de negocios exigían una verdadera unión entre todos los jefes, que ha señalado el Gobierno Supremo. Yo por mi parte procuraré adelantar cuanto pueda el convencimiento de esta verdad, no solo peleando contra los enemigos del frente, sino también con los que haya acá, y quieren corromper las justas intenciones que he dicho a V. E.”.

“V. E. debe descansar en la veracidad de mis proposiciones, destruyendo por esos lugares a los anarquistas, que yo por éstos haré sentir con las tropas a mi mando, lo que puede el espíritu público cuando se propone defender su libertad”. 

Está claro que esta carta de Güemes a Belgrano desnuda la realidad de Salta. Pero falta un párrafo aun más revelador: “Los enemigos de mi frente están en Moxo y demás posiciones que antes ocupaban. Si vienen, tendrán mis tropas que divertirse con utilidad, lo mismo que los que se preparan a esperar la expedición de Fernando”. 

Pero a este panorama incipientemente anárquico de 1819 debe sumarse el del año siguiente. El 1 de febrero de 1820, el Ejército del Norte recibió la orden de abandonar Tucumán y dirigirse a Buenos Aires para sofocar las sublevaciones autonomistas. De esta manera, las defensas de las provincias norteñas quedaban bajo la sola responsabilidad de las fuerzas gauchas comandadas por el gobernador Martín Güemes. Era lo que faltaba para terminar de convencer a los españoles que había llegado, una vez más, el momento de invadir Salta. Y no solo eso, tratar de llegar a Tucumán, de donde habían sido desalojados ocho años antes por el general Belgrano. Además, gracias a los buenos oficios de los que aquí esperaban “la expedición de Fernando” -al decir de Güemes-, los españoles se habían enterado de las intenciones patriotas de organizar un ejército para que, vía Alto Perú, se reuniera con San Martín en Lima. Esto terminó de convencer a los españoles que había llegado la hora de una nueva invasión, la sexta para los historiadores argentinos. 

En esas circunstancies es que el general José de la Serna, quien estaba en Oruro, es reemplazado como general en jefe del Ejército del Alto Perú (realista) por el general Juan Ramírez Orozco, militar que dispone la nueva invasión a Salta.

La invasión

Güemes de inmediato convoca al Cabildo de Salta para recaudar fondos. 

Las noticias sobre la nueva invasión no tardan en llegar a oídos de Güemes quien de inmediato convoca al Cabildo, no solo para ponerlo al tanto de la novedad, sino también para que de inmediato se aboque a recaudar fondos para la guerra, mientras tanto los vecinos, como en tantas otras oportunidades, comienzan a abandonar la ciudad al grito de: “a los cerros, a los cerros”.

El 11 de mayo de 1820 se reúne el Cabildo y autoriza al cuerpo para que en el término de seis horas “se impusieran y recolectaran los fondos”. Al mismo tiempo Güemes se dedica a organizar la defensa militar de toda la jurisdicción de Salta.

Y mientras esto ocurría en Salta, el 8 de mayo de 1820 los realistas inician en Tupiza la sexta invasión a Salta con 4.000 soldados. Entre sus oficiales marcha lo más granado en América. Ahí están los generales José de Canterac y Pedro Antonio Olañeta; los coroneles José María Valdés, alias “Barbarucho”, Andrés Gamarra, José Antonio Vigil y Guillermo Marquiegui. Encabezan seis batallones, siete escuadrones, una compañía de voluntarios a caballo y cuatro piezas de artillería.

Los españoles avanzan hacia Abra Pampa y luego bajan por a quebrada de Humahuaca llevándose por delante la resistencia gaucha, aunque la vanguardia bajo las órdenes del general Canterac debe afrontar feroces ataques guerrilleros. Finalmente el 24 de mayo de 1820 los invasores ocupan San Salvador de Jujuy, aunque deben superar una dura resistencia en Cuyaya.

El 26 de mayo el ejército de Ramírez parte de Jujuy a Salta pero desde La Cabaña desprende una columna a Monterrico la que es atacada por una partida gaucha al mando del capitán Juan Güemes que le causa 16 muertos y varios heridos, entre ellos el teniente Masías. En tanto, Marquiegui se acerca a Salta tratando de alcanzar la Hacienda de San Lorenzo. Pero el intento le cuesta un duro enfrentamiento con los gauchos que le disputan el terreno y le causan varias pérdidas humanas.

El 11 de mayo el ejército realista llega a Castañares. De allí avanza el general Canterac con la división vanguardia y los Husares de Fernando VII. Toma Salta y continúa a Cerrillos donde es sorprendido por 300 gauchos. Se produce un encarnizado combate, donde los españoles sufren numerosas bajas. Y otro tanto le ocurre en El Chamical al coronel Valdéz. Han pasado pocos días y los españoles están sorprendidos por la dura resistencia que encuentran por donde intentan incursionar. Los reveses se reiteran en La Cabaña y en Monterrico, donde el capitán Juan Güemes les arrebata 600 cabezas de ganado. Otro tanto ocurre en la cuesta de La Pedrera, en El Chamical y hasta en el río Pasaje, desde donde los coroneles Valdés y Vigil deben regresar a las apuradas ante un sorpresivo ataque gaucho.

Luego de casi un mes de ser permanentemente hostilizados, los jefes militares realistas resuelven abandonar Salta rumbo al Alto Perú. Parten el 8 de junio de 1820 no sin ser perseguidos y permanentemente hostilizados hasta Yala donde se produce el último enfrentamiento de la sexta invasión a Salta. Allí quedan 60 realistas muertos y, entre ellos, el prestigioso coronel José Antonio Vigil. Güemes no pudo contar con ningún apoyo para rechazar la invasión realista. Solo tuvo a su lado al gobernador de Jujuy, Bartolomé de la Corte, y los jefes de las partidas gauchas Juan Güemes, Juan Antonio Cornejo, Francisco María Cornejo, Jerónimo Chanchorra, Juan Rosa del Castillo, Justo González, Miguel Mérida, Luis Burela, Lorenzo Maurin, Coroenle Gorriti, Agustín Dávila, Juan Antonio Rojas, Ángel Mariano Zerda, Mariano Zabala, Pérez de Uriondo, Mayor de la Plaza, Pedro Zabala y Pastor Padilla. 

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