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"El conflicto moral sin humor es imbecilidad; el humor sin conflicto moral es inmadurez". (Joaquín Salvador Lavado- Quino)
Santiago Ramón y Cajal (Premio Nobel de Medicina 1906) en sus escritos literarios, entre otras cosas, decía en "Diálogo entre un microbio y un médico"
El microbio: Eres un ingrato. Me combates sañudamente, cuando, gracias a mí, vives y prosperas.
Médico: Me acreditan tus derrotas, no tus victorias.
Microbio: Pero cobras las dos. Además, cuando a fuerza de inventar vacunas y sueros específicos, etcétera, consigas exterminarme, ¿de qué vivirás?
Médico: Bah! .. Me quedarán todavía las víctimas de la ambición, de la envidia, del odio, de la miseria, de la gula, de la vejez, del amor, y las iniquidades horrendas de la guerra.
El humor, la cachada, la broma, la ironía y la viveza son instrumentos para parodiar la condición humana.
El hombre es el único poseedor de risa inteligente. Desde los cinco meses de edad, normalmente, los seres humanos tenemos risa inteligente; en adelante, la conservaremos si somos realmente inteligentes.
La época que nos toca vivir adolece de spleen, de mal humor, de pésimo humor, de rencor, de bronca, de bilis negra, de dolor de hígado, de suspicacias con sarpullido.
La risa es una poderosa arma defensiva ante lo estúpido y le pone una pizca de ternura, de cariñosa emotividad a la angustia. Muchas veces, "la risa es una crueldad pequeña que oculta una crueldad mayor" (Jean Guitton).
Cualquiera de nosotros puede hacer el ridículo, mostrando los defectos o los vicios de que somos capaces los hombres comunes y también los famosos, encumbrados, notorios y célebres, los médicos, los abogados, y casi todos los profesionales liberales.
La risa pone en evidencia la necedad y la estulticia; desarma y confunde; puede ser arma sutil de comunicación y convicción, de construcción o de degradación vana, de armonía o del desbarajuste de los valores, por ello, esta expresión humana debe contextualizarse en la ética personal y en la de los otros.
Somos protagonistas o comparsa de la comedia humana; celebramos en forma solemne o burlesca nuestro acontecer y devenir; vivimos sanamente si damos afecto y somos queribles para los demás en nuestra cotidiana comarca sentimental.
El humor desdramatiza y desinhibe; llega hasta el carozo mismo de una verdad y la desnuda con una sencillez asombrosa. Con humor y risa el dolor duele menos aunque la realidad siga ahí y se hace menos duro abordarla cuando la mirada es más optimista. El humor es a veces una estrategia negadora y defensiva, que permite evadirse de situaciones que angustian. El humor inteligente ayuda a aceptar el conflicto y a enfrentarlo sin tanta solemnidad; el conflicto se ablanda y se minimiza.
El humor tiene un gran valor como herramienta terapéutica; las técnicas psicodramáticas que incluyen la comicidad permiten aceptar más benévolamente los problemas y promover los cambios personales; se adquieren herramientas para resolver lo que tiene solución y asumir lo que no tiene solución; podemos seguir caminando con menos sufrimiento; la verdad por más dolorosa que sea se hace más digerible y termina por ser aceptada. El humor ayuda a conseguir los recursos personales para resolver lo que nos pasa. "Con el puño cerrado no se puede intercambiar un apretón de manos" (Mahatma Ghandi), ni tampoco sin una sonrisa como expresión de buen talante y de conducta afable.