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El Tribuno celebra hoy 71 años de historia compartidos con la ciudadanía de Salta. Como diario, fuimos testigos privilegiados de una tormenta de acontecimientos que se desencadenaron en el mundo luego de las mortíferas guerras del siglo XX y que han llevado a la humanidad por un sendero complejo, que transitamos en penumbras.
De aquel diario impreso con tipografías de plomo, y que era esperado por la sociedad como el transmisor por excelencia de noticias, hemos llegado a esta era nueva y revolucionaria. De aquel vértigo de los cierres a medianoche, al vértigo de la inmediatez que impone la tecnología. Muchas cosas han cambiado, pero lo que no ha cambiado es la esencia del periodismo.
La esencia del periodismo es narrar la historia a medida que transcurre. Es contar lo que pasa y, como lo que pasa es muy importante para la vida cotidiana, obliga a brindar al mismo tiempo los elementos disponibles para que el público pueda interpretar los hechos.
Informar exige una disciplina que combina la historia, la ciencia social y la filosofía puestas en práctica en tiempo real. Por eso El Tribuno ha hecho un culto de su línea editorial. La diferencia entre un medio profesional y lo que llamamos un "panfleto" o un "libelo" la establece una línea tenue que diferencia el concepto técnico de "marco teórico" de la mera "ideología".
En nuestro caso, hay valores que son los cimientos de la confianza, la credibilidad y el diálogo con nuestros lectores. Es estas siete décadas, El Tribuno fue defensor acérrimo de la democracia, la libertad y los derechos de los seres humanos, simplemente porque para todos quienes trabajamos en esta organización, esos son bienes inherentes a la dignidad humana.
Y somos conscientes, además, de que el periodismo es esencial para la democracia; el periodismo profesional, serio, independiente, que entiende al lector como un ciudadano que decide, que piensa libremente y que tiene capacidad crítica.
Por eso, sin libertad de prensa no hay democracia. Un gobierno que se pretende democrático y coloca a la prensa como su enemigo es, simplemente, un gobierno autocrático.
Los gobiernos suelen estar incómodos con la prensa, pero los populismos de izquierda o derecha instalan a los medios como su adversario. No es casual que, anualmente, centenares de periodistas mueran a manos de dictadores o de organizaciones criminales de diversa índole.
La transición tecnológica ha generado una transformación revolucionaria que obliga a replantear toda la industria, estructurar una nueva forma de financiamiento y administración, y a refundar todo el sistema de comunicación. Las versiones circulan por las redes con la apariencia de noticias, diluyendo las diferencias entre lo público y lo privado. Allí se instala un campo fértil para las noticias inventadas, insostenibles, pero dañinas. La televisión, la radio y las páginas digitales se convierten en esclavas de ese vértigo, tratando de captar audiencia y muchas veces poniendo en riesgo la esencia misma de la noticia. La posibilidad de error se multiplica para todos los medios.
Pero la verdad sigue siendo la verdad; el público sigue necesitando y buscando la información seria. Y esa es la condición última e ineludible para que el periodismo siga siendo digno de ese nombre.
La incorporación de las diversas plataformas digitales es una evolución en los recursos, en las formas y en la estética, pero apoyada en los mismos valores.
El espíritu salteño de nuestro diario sigue intacto, pero hoy es consciente de su alcance universal, porque la era digital hace que miles de salteños que viven en otras provincias y en otros países sigan el día a día de la tierra natal. Y en ese nuevo sistema de comunicación e interacción, los investigadores, los asesores y las universidades de todo el planeta consultan a El Tribuno para interpretar lo que sucede en Salta, en el Norte Grande y en toda esta región.
Esta es una nueva obligación para nosotros: ese mismo compromiso que asumimos con los lectores de cada pueblo, localidad o paraje de Salta hace 71 años nos obliga ahora a mostrar al mundo la realidad de la provincia.
Un compromiso del que participamos miles de personas en distintos tiempos y distintos sectores de la producción periodística, pero que se sintetiza en la visión y la pujanza de una de las personalidades salteñas más relevantes del siglo XX, Roberto Romero, exgobernador de Salta y paradigma de El Tribuno.
Nuestra provincia nos brinda muchas razones para sentirnos orgullosos, no solo por los paisajes de ensueño, la cultura popular o la comida regional, que forman parte de la "marca Salta", sino por la calidad humana de su gente, la vocación de crecimiento y las enormes posibilidades con que cuenta para incorporarse el mercado mundial de la tercera década del siglo XXI: además del turismo, la agroindustria alimentaria, el potencial natural y la posibilidad -que depende de los gobernantes- de un desarrollo
sustentable que mejore las condiciones alimentarias, sanitarias y laborales de las comunidades rurales de la región chaqueña, y fortalezca las promisorias producciones de los valles y la Puna. Esta nueva era digital significa, para El Tribuno, la obligación de comprometernos para contribuir a la inserción de Salta, nuestra provincia, con el mundo y con sus exigencias. Esa es nuestra decisión y nuestra prioridad, así como la certeza de que el futuro de Salta depende, en primer lugar, de los salteños.