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La Economía "política" del fascismo.
El fascismo, como antes el comunismo con la Revolución Rusa de 1917, emergió como reacción a las crisis que caracterizaban a las economías de mercado antes de que se hubiera constatado que se necesitan mecanismos de salvaguarda.
Estos mecanismos fueron propuestos por Keynes, lo mismo que los diseños surgidos para después de la II Guerra acordados en la localidad de Bretton Woods, en EEUU en 1944. Previo a estos mecanismos de compensación y retorno al equilibrio, el fascismo se impuso primero en Italia, con Benito Mussolini, y posteriormente en Alemania con Adolf Hitler, junto a otras economías de la Europa continental, y Japón en el este asiático.
¿En qué se basa el fascismo?
Apoyándose en una crítica a muchos aspectos de la economía de mercado e imponiendo férreos controles a su funcionamiento bajo la tutela del Estado, va conquistando el apoyo de la población, especialmente de quienes habían quedado desocupados debido justamente a las crisis, a lo que se une una propuesta nacionalista que culpa a otras economías de los errores propios, propuesta que es simpática para una gran parte de la población.
El mecanismo para resolver el desempleo y la parálisis de la economía bajo el fascismo es la fabricación de armas, lo que, propuesto a gran escala, permite en tiempos relativamente cortos brindar pleno empleo a la población, a la par que se asegura el apoyo de los empresarios vinculados directa e indirectamente a la industria armamentista.
Por supuesto, nadie fabrica armas para guardarlas sino para emplearlas, sea por la propia economía o bien para ser exportadas. En tanto las economías mundiales están deprimidas, esta segunda opción no es demasiado esperanzadora, a la vez que no despierta demasiado entusiasmo en los gobiernos fascistas que rechazan la economía de mercado y el comercio exterior. En cambio, la tentación imperial es demasiado fuerte, a la vez que el fascismo, apartado en gran medida de las corrientes importantes del comercio exterior, no dispone de mecanismos más o menos automáticos para equilibrar interna y externamente sus economías, lo que las impulsa a buscar en otras las respuestas necesarias, a través de la guerra.
En ausencia, o con restricciones de las alternativas de mercado, el fascismo busca pretextos para ocupar las economías proveedoras de materias primas, tecnología, o cualquier otro recurso que complemente el funcionamiento de su economía.
De esto se sigue que las guerras creadas por Alemania, Italia y Japón tuvieron profundas raíces económicas, aunque es poco frecuente que se haga referencia a estas motivaciones.
El fascismo en la Argentina
Como cuestión interesante, la Argentina a partir del golpe de Perón en 1943 y su posterior gobierno constitucional desde 1946, se apoyó en los lineamientos del fascismo imponiendo una concepción unitaria en la economía y la política, pero en un escenario en el que los "fundamentals" (o sea los componentes principales) del fascismo no podían cumplirse plenamente al no disponer los países vecinos de materias primas que la Argentina no tuviera, y mucho menos tecnologías de vanguardia que superaran a la de la economía propia.
Consecuentemente, una vez agotado el oro que el propio Perón decía que impedía caminar por los pasillos del Banco Central, y "lograda" la inflación luego de fuertes aumentos de salarios y el cierre de la economía que alentó a los "zorros" (las industrias protegidas creadas por el Gobierno) a "cuidar las "gallinas" (los consumidores), la economía fascista del peronismo colapsó, estableciendo el punto de partida a los procesos de "pare y siga", esto es, freno de la actividad económica por agotamiento de reservas junto a la necesidad de devaluar la moneda para una posterior recuperación, repitiendo luego el ciclo, todo ello unido a una fuerte inflación.
Economía "política" del comunismo
La economía del comunismo se diferencia de las ya mencionadas en que rechaza completamente el mercado y lo reemplaza por las decisiones unilaterales del Estado.
Así, en tanto bajo el capitalismo y el fascismo el mercado total o parcialmente responde las preguntas básicas de toda economía (qué, cómo y para quién producir), repartiéndose entre las familias y las empresas las respuestas (con severos controles ambas bajo el fascismo), en el comunismo un solo agente, el Estado, pregunta y responde estos interrogantes básicos.
Claves de los fracasos
El fascismo fue derrotado militarmente en 1945 y junto con la rendición de Alemania, Italia y Japón, colapsó también la organización económica de estos regímenes. Sin embargo, aun si el fin de la guerra no hubiera frenado estos experimentos, igualmente estos no habrían tenido mucha mayor vida porque no se puede someter indefinidamente a otras naciones, esclavizándolas, en parte porque "el que mucho abarca poco aprieta", esto es, resulta costoso en recursos humanos y materiales mantener las ocupaciones en otros países, a la vez que una vez detenidas las operaciones militares, la industria armamentista también se frena y con ella la producción y el empleo, y así, lo que permitió la recuperación económica de las economías fascistas, las condenaría a una nueva parálisis.
En el caso del comunismo o “socialismo real”, en tanto disponen de abundantes materias primas y un control estricto sobre la población (en condiciones de extrema pobreza) el control estatal absoluto puede funcionar. Sin embargo, al no haber empresarios que necesitan competir entre ellos desarrollando permanentemente nuevas tecnologías, las disponibles se tornan obsoletas y estas economías comienzan a rezagarse respecto a Occidente. Justamente, en las únicas áreas donde específicamente la ahora ex Unión Soviética estuvo a la par fue en la industria armamentista y en la carrera espacial, evidentemente porque había competencia entre ambos. Al mismo tiempo, del lado del consumo, los bienes y servicios que el estado producía y proveía no necesariamente eran del agrado de la población, la que se volcaba entonces a su elaboración doméstica o a la importación clandestina, generándose un gigantesco despilfarro de recursos, tanto los que se empleaban para producir lo que sí se consumía como los que no, debiendo los gerentes encargados enterrar prolijamente los excedentes no deseados para cumplir las metas y aspirar a “la orden Lenin al mérito”; la alternativa eran unas “vacaciones” permanentes en los gulags de Siberia.
Claramente entonces, la economía de mercado demuestra su superioridad moral, toda vez que se apoya en las decisiones de las personas en su calidad de consumidores o empresarios, dejando al estado el papel de “catalizador”, o sea del que hace más acelerado el mecanismo de funcionamiento de la economía, siendo claro que, del mismo modo que una aspirina tiene muchas propiedades benéficas para las personas pero tomarse un frasco completo de un solo golpe puede matarnos, basar la Economía solamente en “catalizadores” tiene los mismos resultados deletéreos, como las economías que lo han practicado lo demuestran contundentemente. Por último, no está en discusión que las economías de mercado dejan mucho que desear en términos de brechas de desigualdad, problemas ambientales y otros. Sin embargo, no es menos claro que es más verosímil imaginar su solución bajo este sistema que evidentemente funciona, que probar nuevamente algunos de los que han fracasado en forma categórica.