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A Salta llegaron 1.215.000 dosis de vacunas contra la COVID 19, pero solo se aplicaron 885.000 dosis, es decir que hay 330.000 vacunas esperando. No llegan a 190.000 el total de personas con dos dosis en una población total de 1.440.000 salteños. Es muy poco.
La irresponsable gestión nacional que privilegió los acuerdos políticos con Vladimir Putin dejó al país sin la segunda dosis de Sputnik 5. La decisión de combinar vacunas, para cubrir ese déficit genera inseguridad, a pesar de que más allá de las fallas de la política la ciencia sabe que no es infalible y se esfuerza en no dar pasos en el aire. Solo se aplicarán las combinaciones que estén probadas.
Hace unos días el ministro de Salud, Juan José Esteban, aportó a El Tribuno dos datos significativos. Uno, dijo que "a la gente hay que ir a buscarla". Es un principio elemental de la salud pública porque la prevención debe ser iniciativa de las autoridades sanitarias. Creer que una campaña de vacunación es una cruzada apostólica y, mucho menos, una epopeya política, como se presentó muchas veces la lucha contra la COVID, es un error de liderazgo. Una falta de seriedad.
El otro dato que brindó el ministro es "que muchos jóvenes no se quieren vacunar porque ese día no van a poder tomar alcohol".
Revisando la historia de las epidemias y las pandemias se detectan similitudes y diferencias. Pero las vacunas más exitosas que se conocen contra la viruela, la rabia y la poliomielitis no estuvieron libres de detractores. El caso más llamativo fue el de la antivariólica, la primera, creada en 1795 por Edward Jenner, pero que logró aceptación universal en 1805 cuando Napoleón ordenó vacunar a todo su ejército. La razón: la viruela se podía convertir en un enemigo mucho más letal que cualquier otra milicia.
Nuestras autoridades sanitarias nacionales no tienen la misma autoridad que Napoleón y la ciudadanía no es una tropa. Sin embargo, vacunarse es una obligación moral. Y cuando lo establece el calendario vacunatorio se trata de una obligación legal.
El plan de inmunización no puede considerarse optativo porque "la vacunación no alcanza solo al individuo que la recibe, sino que excede dicho ámbito personal para incidir directamente en la salud pública, siendo uno de sus objetivos primordiales el de reducir y/o erradicar los contagios en la población", según jurisprudencia de nuestra Suprema Corte. El SARS-CoV2 es demasiado contagioso y demasiado volátil como para tomarlo a la ligera. Además, todas las vacunas han dado resultados muy alentadores allí donde se aplicaron disciplinadamente. El descreimiento de la gente en la política se trasladó arbitrariamente a la ciencia. La promoción de sistemas domésticos y de medicinas alternativas, como ocurrió en su momento con productos como hidroxicloroquina, remdesivir y dióxido de cloro fueron un giro a las creencias ancestrales de sanación mágica. Y en esto no hay magia posible.
Desde el primer momento la OMS planteó como objetivo la "inmunidad de rebaño", pero esa inmunidad de logra con vacunas. Sin ellas, o con pocas, el resultado son los 107.000 muertos argentinos. Y si bien los contagios, cuando no matan, a la larga inmunizan, lo más saludable es no correr riesgos y mirar nuestra experiencia: Argentina tiene una verdadera cultura vacunatoria. Una cultura de confianza en la medicina. A pesar de cierta predisposición a consultar a curanderos y chamanes, las resistencias ideológicas que se ven en otros países no alcanzan igual magnitud en el nuestro.
Necesitamos vencer la indolencia, que se consigan las vacunas y que las que están se apliquen con la iniciativa del Estado. Este coronavirus se transmite de persona a persona a través del aire que se respira, es decir, contamina el aire. Esa capacidad de transmisión lo convierte en más mutable: cuanto más se demore la vacunación total de la población mundial, más tardará el desaparecer el peligro. Con la obligatoriedad de vacunación a los empleados del Estado, al personal de empresas privadas en contacto con otras personas y la prohibición de concurrir a reuniones masivas sin el correspondiente certificado se dará un paso decisivo, incluso, para la aceptación de la vacuna, por parte de los reticentes, y para que asuman su responsabilidad social quienes no están dispuestos a pasar un día sin cerveza.
Pero, en primer lugar, las autoridades deberán evitar los escándalos y no convalidar conductas dictatoriales como las que se observan en Formosa.
Nadie sabe hoy cuánto va a durar la pandemia de COVID 19, pero lo que es seguro que con la vacunación va a disminuir su peligrosidad