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El poeta José Solís Pizarro, gobernador de una “República Lírica” 

“Atocha te quiero, por tu virgencita blanca”, resuena uno de los versos del poeta. En las primeras décadas del siglo XX, donde hoy se halla el pueblo era la finca El Prado.
Lunes, 09 de agosto de 2021 07:16
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El nacimiento del pueblo de Atocha, bautizado por el poeta José Solís Pizarro como la “República Lírica”, está cargado de misterio. Hasta las primeras décadas del siglo XX, la zona era conocida como El Prado. Un día de 1925, José Solís (padre) encontró una extraña medalla tras desplomarse un algarrobo, mientras desbarejaba un potrero para cultivar. Rápidamente la alzó, la lavó en una acequia y pudo divisar una imagen con la inscripción “Virgen de Atocha”. Cómo llegó allí, nadie lo sabe. Por ese motivo le cambió el nombre a la finca, acuñándole el de Villa Atocha. Y así quedó. Bajo la protección de la Virgen, asegura la gente del lugar.

 

Bendijeron la imagen

En esos primeros tiempos -cuentan los historiadores-, enterados del acontecimiento, los gauchos de los campos vecinos comenzaron a acercarse para rezarle y, un año después, los obispos de Salta y Jujuy, Campero y Aráoz, bendijeron la imagen y bajo un toldo de campaña del Regimiento V de Caballería. Celebraron allí la primera misa ante diez campesinos. Luego, el padre del poeta, tomó la decisión de que en sus tierras se fundara el pueblito de Atocha. Así comenzó a tejerse la historia de este rincón de Salta. 
La piedra fundamental del pueblo se colocó dos años después, aunque pasaron más de dos décadas hasta que fue oficializado el proyecto un 7 de agosto de 1948, fecha en que el Gobierno de la Provincia autorizó la demarcación de los solares donde hoy se encuentra el radio urbano.

 

La historia

Las callecitas de Atocha relatan a cada paso su historia. Es un lugar que invita a descansar, a conectarse con uno mismo y con la naturaleza. 
Con el tiempo, uno de los hijos del hacendado, el periodista y poeta José Solís Pizarro lo bautizó como la “República Lírica de Atocha”. Con tan solo 16 años, el joven salteño destinó un lugarcito de la finca familiar para enterrar a las aves que encontraba muertas en su diario trajinar. Era una forma de expresar su amor por la naturaleza de manera sencilla, pero impregnada de un alto valor simbólico, espiritual y poético.
El ritual, cuentan sus descendientes, era simple: José cavaba un pocito, enterraba el animalito que encontraba sin vida y ponía una piedra como lápida, cuya superficie era la hoja en la que comenzaba a dar rienda suelta al escritor. 
La ceremonia se repite hasta nuestros días. La gente, especialmente los niños de la zona, llevan los cuerpitos de sus animalitos, los entierran y dejan una lápida o una cruz. 

 

José Solís Pizarro es autor de varios libros de poesía, entre ellos “Atocha, tierra mía”. El poeta salteño fue nombrado miembro de la Academia de Ciencias y Artes de Cádiz. En vida fue el creador del Periódico Nativista La Voz de Atocha, donde defendió popularizó lo nuestro; asímismo editó libros folclóricos.

 

 

Ciclo de vida

En el cementerio hay lápidas que Solís Pizarro y su familia escribieron y otras que la gente dejó de recuerdo, con el nombre del pajarito que tenían. Con el tiempo todo se degrada y se hace tierra, continuando así el ciclo de la vida. “Pero allí quedan eternizadas las poesías”, explicó Marcela Maruyama, nieta del poeta y custodia del campo santo.
En la entrada al Cementerio de los Pájaros, un cartel reza: “Recuérdame por mi canto, no por mi silencio”. 
El Cementerio de los Pájaros está dentro del predio conocido como el Salón de los Laureles, que en realidad es la galería de la sala de la finca. Se trata de un espacio donde se reunían personalidades de la cultura provincial y recibió visitas de nacionales e internacionales. Allí disfrutaban del silencio, la tranquilidad, de largas charlas, pasaban el día, almorzaban y se sentían agasajados. Visitaron Atocha personalidades como Atahualpa Yupanqui, Alfredo De Angelis, Libertad Lamarque, Manuel J. Castilla, el expresidente Pedro Ramírez, Juan Carlos Dávalos, monseñor Roberto José Tavella, entre otros. 
“Atocha te quiero, por tu virgencita blanca, por tu capilla de piedras del río y la barranca”, resuena uno de los versos de Solís Pizarro inscripto en la plaza central.

 

El sueño

José Solís Pizarro quería ser gobernador, pero gobernador de un país imaginario al que llamó “República Lírica de Atocha”. Y de hecho lo fue. A ese pequeño pueblo del departamento Capital, que está entre la ciudad de Salta, San Lorenzo y Cerrillos, concurrían artistas, hombres de las letras y políticos de los años 50 y 60. “Tierra lírica y grata de emociones selectas. Atocha tierra mía, para todos los poetas”, reza una de las rocas que se destacan en el lugar. 
Solís Pizarro, para Atocha sigue siendo su espíritu, su historia y su raíz. 
 
 

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